Amer
Caleidoscópico despertar sexual
- Título original: Amer
- Nacionalidad: Francia, Bélgica | Año: 2009
- Director: Hélène Cattet, Bruno Forzani
- Guión: Hélène Cattet, Bruno Forzani
- Intérpretes: Cassandra Forêt, Charlotte Eugène Guibeaud, Marie Bos
- Argumento: Tres momentos clave en la vida de Ana, tres despertares sexuales a diferente edad que navegan entre la violencia de la realidad y la alucinación cromática de los sueños
73 |100
Estrellas: 3
La primera pregunta a la que uno se enfrenta cuando comienzan los títulos de crédito de Amer es: ¿estoy viendo una película del 2009 o este sofá tiene la capacidad de viajar hasta los años setenta cual Delorean tuneado? Uno capea tan estúpida cuestión como puede y se dispone a ver una secuencia de imágenes, sin apenas diálogos, con la mente lo más abierta posible. Al poco, llega la sorpresa ante la potencia visual de los cuidados planos, ante cada enfoque estratégicamente dispuesto y frente a una etérea fotografía, más propia de un mal sueño que de una película.
Continuamos nuestro visionado y nuevas preguntas nos acosan cuando nuestra mente racional acomete el intento de interpretar las diferentes escenas y las obsesiones que estas reflejan. ¿Intentará el director expresar alguna rara metáfora con los abundantes primeros planos de los ojos de los actores? ¿Esta despreocupación por hilar los fotogramas en una secuencia lógica, es un insulto a nuestro inteligencia, encomiable acicate por despertar nuestros sentidos dormidos, o solo una distracción para esconder el discurso vacío de Amer? Confuso, mejor dejarse llevar por la espectacular atmósfera malsana que empapa el metraje de este homenaje al giallo italiano de los setenta. Olvidémonos de tramas y diálogos que aclaren lo expresado en pantalla, nos abandonamos a la debilidad física impuesta por el mundo onírico y sensual que esta película franco-belga despliega sin dificultad, aunque con un estilo experimental que a ratos puede resultar tan molesto como pedante…
Hélène Cattet y Bruno Forzani cogen el toro por los cuernos, escribiendo y dirigiendo esta metáfora sobre el despertar sexual femenino, su plenitud y las diferentes obsesiones que componen la mente de un ser humano. Algo de frustración emana de los personajes pero no os puedo asegurar que mis interpretaciones sean validas en un contexto tan psicodélico.
En este discurso demasiado ambicioso, y que a mi entender se queda en el camino a la hora de trasladarnos las alegorías sexuales que insinúa, se utiliza un lenguaje visual críptico y exagerado, en puro y directo homenaje a las primeras cintas de Dario Argento. Pero no nos engañemos, no estamos tratando con un giallo al uso; digamos que utiliza toda la imaginaria del controvertido subgénero italiano, de fuertes connotaciones góticas y románticas, pero solo en el sentido de ejercicio de estilo. Desde el principio la confusión se hace reina de un desarrollo argumental que no existe. Circunstancia, que a pesar de mi escaso conocimiento sobre el giallo italiano de los setenta, nunca me ha parecido el único leitmotiv del mismo. En Amer falta una vuelta de tuerca más en el plano psicológico; sin lugar a dudas, antaño tenía más peso el desarrollo de personajes y del misterio, fuese cual fuese, en el que se basaba el guión. Sin embargo, Amer se presenta únicamente como un viaje alucinatorio de primer orden, un descenso al surrealismo más artístico. Un viaje, que aún sin trasfondo, recorremos en compañía de Ana, su protagonista, a través de tres momentos claves en su vida. Un periplo que nos descubre lo intenso de la sexualidad femenina y la floración de unos encantos que igual que una planta carnívora; atraen y asustan a partes iguales…
Pubertad
La pequeña Ana vive en el viejo caserón familiar con sus padres, una misteriosa ama de llaves y el cadáver de su abuelo. Entre el miedo inspirado por los oscuros pasillos de la casona y el olor dulzón proveniente de la habitación del abuelo, la laxa barrera que separa la realidad del sueño envuelve a Ana dominándola. Bajo este ambiente enrarecido, va descubriendo lo que significa ese calor naciendo desde el bajo vientre. Incluso intenta entender mejor a madre, su incontrolada agresividad y su mediterránea belleza. Aunque sola y poco dada a hablar, se hunde en un mundo mágico propio, de vividos colores y sedosas emociones, donde la única compañía proporcionada por las muñecas desconchadas del baúl no la protege de la macabra influencia del ama de llaves, siempre cubierta por un velo de encaje negro, en perpetuo luto…
Convenientemente dividida en tres partes de duración similar y que corresponden con tres edades de Ana bien diferenciadas, nos encontramos que Amer no esconde sus cartas en ningún momento: “esto son imágenes inconexas que bien puedan tener sentido o no”, parece estar diciendo orgullosa. A este respecto el primer fragmento podría ser incluso el que más historia tuviese de los tres. Y sin embargo, lo único rescatable y coherente está escrito en el párrafo anterior. Pero insisto, esta cinta expresa sensaciones, es un canto de sirena para nuestra vista, oído e incluso tacto. Un intento de simular la privación sensorial y su principal efecto: percepciones imaginarias.
Nos sumergimos en la delirante alucinación capaz de provocar fuerte excitación sexual y horror al mismo tiempo. Un deseo erótico provocado por la estimulación de las zonas erógenas ante el relajamiento de nuestra mitad racional y un terror que viene de la mano junto a la pérdida de control frente a lo que nos rodea. Los efectos de sustancias psicotrópicas químicas serían muy similares a las reacciones que buscan provocar Hélène Cattet y Bruno Forzani con su cinta. No obstante, siempre he pensado que una película no es una droga y esto no juega precisamente a favor de Amer, quedándose solo en un mero efectismo visual. Llega incluso a resultar molesto tener que estar continuamente “interpretando” el significado de lo que ves y no llegar a ninguna conclusión lógica pero claro, ¡es qué no existe ningún tipo de coherencia interna, dentro de esta película, más allá de la imaginada por el espectador! Si dejamos de buscar explicaciones para sumergirnos en la vorágine colorista que se nos propone, podremos disfrutar de un proyecto que, desde luego, es único dentro del cine fantástico actual…
Bien, si no tenemos diálogos, tampoco profundidad en los personajes y ni siquiera una historia lineal que narrar… ¿qué narices nos queda en Amer? Pues algo ahí, resulta difícil de explicar pero si alguna vez habéis estado un buen rato mirando embobados por un calidoscopio sabréis disfrutar de esta cinta. Os hablo ni más ni menos de la magia hipnótica de las imágenes. El trabajo de fotografía busca atraparnos dentro de un cuadro en movimiento, intentando jugar con el morbo de lo prohibido, ya sea por tabúes morales o religiosos, y con la atracción e influjo de la inocencia infantil que todo lo ve sin prejuicios.
Interesante a este último respecto es la presencia del abuelo muerto, más como una puerta al pasado que como una presencia terrorífica, y justamente recayendo el peso del horror, de lo “amenazante”, en la figura eternamente cubierta de negro del ama de llaves. Es justamente en el último tramo de esta sección donde encontramos la mayor explosión de colores y por ende el mayor tributo a Suspiria. Resulta muy interesante ver a Ana cubierta de agua bajo un intenso filtro rojo que nos hace preguntarnos si estamos ante su primera noche menstrual, o visionar la imaginaria resurrección del abuelo muerto bajo el filtro verde de lo vegetal, lo eterno. Tampoco quedan atrás, en cuanto a potencia gráfica, los encuentros sexuales entre los progenitores de Ana, que le desvelan el sexo como algo extremo donde el dolor y el placer se conjugan en un éxtasis profano.
Adolescencia
Ana da un paseo con su madre hasta la tienda del pueblo, es plena primavera y las mejillas de las dos mujeres están sonrosadas por la vida, la energía y la sangre. Hacía tiempo que no bajaban y los ocultos ojos en las viejas y solitarias calles del pueblo observan lascivos las lozanas curvas del cuerpo en ebullición de Ana, enfundada en un corto vestido que ya no puede disfrazar de niña a la mujer que lo viste…
Este segmento quizás sea el de menos contenido y por ende el menos interesante. Se trata tan solo de un sencillo paseo por el pueblo, en el que Ana va luciendo su cuerpo recién “florecido”, exudando sexo y provocando diversas reacciones en los hoscos habitantes del pueblo. Digamos que frente al enfoque del sexo claramente tétrico en el primer capítulo, aquí encontramos una aproximación primaveral y optimista aunque no exenta de un halo de inquietud provocado por el aparentemente hostil villorrio. ¿Se puede mezclar una ambientación lovecraftiana con cierto erotismo perverso y envolverlo todo en aires claros y mediterráneos? Bueno, pues parece que sí, porque dentro de lo naif de este retazo de veinte minutos encontramos muchos pasajes sugestivos y de, una vez más, fuerte atractivo estético.
Tal vez lo más destacable de esta sub-historia sea su tema sonoro central, una pieza pícara que acentúa soberbiamente el morbo que exuda por los cuatro costados la bella Ana, interpretada por una primeriza Charlotte Eugène Guibeaud que me recordó, con su continuo mordisqueo de pelo, aquellas clases de francés en el instituto… ¡Ah! ¡Juventud divino tesoro!
Madurez
Ana, ya toda una mujer, vuelve a la mansión de sus padres. Puede que tenga una cita allí con alguien o solo quiera reencontrarse con los fantasmas de su sexualidad. Independientemente de sus intenciones, alguien la espera. Las velas están dispuestas y las manos enguantadas juguetean con el filo de una navaja a la espera de enseñar los dictados de la carne y la sangre
Llegamos al capítulo final con la esperanza de comprender la relación de Ana con su madre y con ansias por saber que fue de la tenebrosa ama de llaves que bien pudiera ser una bruja. También guardamos en secreto la esperanza de ver detonar toda la tensión que la hora anterior se ha encargado de generar a base de atmósfera, atmósfera y atmósfera. Al menos, en esto último si que tendremos lo que deseamos, un “impersonator” de Dario Argento toma finalmente la batuta y nos muestra que el terror más eficaz es el no descrito; tan solo dos manos, una navaja y el continuo acoso sobre Ana.*
Ésta es por fin una mujer y una mujer de bandera, cuya belleza ilumina los pasillos polvorientos y abandonados del enorme caserón. Sin una progresión lógica, tanto de su ubicación física como de sus reacciones ante “eso” que vagabundea ávido de sangre por las estancias desangeladas de la casa, acompañamos a Ana en sus momentos postreros. Siendo el segmento más complicado de seguir y donde los extremos primeros planos nos impiden saber que diablos está pasando realmente, se me hizo curiosamente el más siniestro y encomiable de todos. No solo por su extraño y abierto final, no solo por alcanzar los efectos sonoros su cenit en cuanto a la generación de agobio, si no también por la esplendora masturbación que Ana, esta vez interpretada por Marie Bos, se concede en la bañera mientras su muerte acecha cerca, muy cerca. Un momento exquisito donde se conjuga lo imposible con lo extraordinario, como si estuviéramos viviendo una pesadilla húmeda junto a la protagonista. En el aspecto de inmersión, este segmento (y si seguimos suspendiendo por veinte minutos más nuestra capacidad de razonamiento) se lleva la palma y, aunque tendrá sus detractores, las preguntas que deja en el aire me parecen más interesantes que cualquier guión ideado por Christopher Nolan…
Conclusión: La Muerte
Desconozco si mis alteradas percepciones os ayudaran a la hora de decidiros por Amer o no. Ni siquiera sabría si recomendársela a mis amigos o a mis enemigos. Resulta complicado sacar conclusiones claras y definitivas sobre este proyecto, insisto, experimental. He sido conscientemente moroso a la hora de dar detalles técnicos, y os aseguro que sus valores de producción están a muy alto nivel. Tampoco he querido dar impresiones basadas en cánones asociados comúnmente al séptimo arte, ya que no estamos hablando de una cinta “comercial” precisamente. Me parece correcto acercarse a Amer con una perspectiva más fotográfica o incluso pictórica, pero desgranar los aspectos de actuaciones, montaje o dirección en esta especie de ente vivo… bueno, es que ni siquiera me atrevo ante tamaño cacao que ha generado en mi pobre cerebro.
Tomaros la nota con calma, mirar el trailer, contemplad cuatro ojos insomnes de distintos colores, dejad reposar la absenta en la copa de cristal y luego, solo si vuestro corazón os lo pide, experimentar. ¿Cómo? Visionando Amer.
Yo solo espero encontrarme con Ana en mis sueños esta noche, y desconozco si esa posibilidad me excita o me aterra…
Lo mejor: El innegable tributo a un cine, el giallo, totalmente conseguido. Un desarrollo visual hipnótico, malsano, sensual y acompañando a esta explosión de imágenes, una ambientación sonora de pesadilla... solo hay que dejarse llevar Lo peor: Más allá de interpretaciones personales, es innegable una falta de discurso, una ausencia de contenido argumental alarmante, que vestida de colores y bonito artificio puede resultar a ratos pretenciosa y pedante
¿Dónde conseguirla?
Gore Nation: “Amer” en VOSE.