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Coffin Rock

Un thriller psicológico de esta época

Coffin Rock

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  • Título original: Coffin Rock
  • Nacionalidad: Australia | Año: 2009
  • Director: Rupert Glasson
  • Guión: Rupert Glasson
  • Intérpretes: Lisa Chappell, Robert Taylor, Sam Parsonson
  • Argumento: Jessi y Rob llevan tiempo intentando tener un hijo, sin conseguirlo. Así que acuden a una clínica de fertilidad, ignorando que el dependiente, Evan, es un perturbado que se propone convertirse en el padre de la criatura.

“Atracción Fatal” (1986), de Adrian Lyne, dio el pistoletazo de salida a finales de los ochenta, y los primeros noventa fueron el reinado del llamado “thriller psicológico”, un nombre serio para encubrir películas de psicópatas desde una óptica realista, generalmente protagonizadas por personajes más adultos que los slashers, y haciendo hincapié en los caracteres que mostraban y en el desarrollo de sus historias, en vez de en los crímenes. Se trataba de un género muy codificado: cuando uno empezaba a ver una de estas películas, sabía que tenía aproximadamente una hora de exploración psicológica de personajes, más adscrita al drama y al suspense, con algunos tintes de terror, y que era en la última media hora o quince minutos cuando aquello se volvía oscuro.

Normalmente, siempre se reservaba algún susto para el final, que solía funcionar a la perfección debido al tono comedido del resto del trayecto. Así, tras la peli de Lyne, parecía que todos los directores con relevancia tenían que hacer su propio thriller psicológico: Barbet Schroeder dirigió “Mujer Blanca Soltera Busca…” (1992), John Schleshinger “De repente, un extraño” (1990), y hubo un par de pelis de bajo presupuesto que se convirtieron en sleepers del género y reavivaron la llama, “Malas Influencias” (1990), de Curtis Hanson, y “La Mano que mece la Cuna” (1992), también del mismo director.

Con este thriller psicológico sucede un poco lo que sucedía con el slasher: en el fondo, se trata de un género hiperconservador e incluso reaccionario. En “Atracción Fatal”, Michael Douglas se mete en líos por serle infiel a su mujer; el matriominio Bartel de “La Mano que Mece la Cuna”, por contratar a una niñera atractiva que puede poner en peligro su estabilidad familiar.

En la primera década del 2000 hemos tenido algunos ejemplos de este cine (“Fanática”, de John Polson, 2002), pero por mucho que hayan podido ir bien en taquilla, han sonado como productos ya fuera de su tiempo, coletazos tardíos de un género que, a lo mejor, no es tan flexible como el slasher o, simplemente, tiene menos seguidores que éste. Lo bueno de “Coffin Rock”, es que no transmite esa sensación.

Jessi (Lisa Chappell) es una joven que vive en una zona costera del sur de Autralia. Trabaja en una fábrica junto con su marido Rob (Robert Taylor), algunos años mayor que ella. Llevan bastante tiempo intentando tener un hijo, pero no lo han conseguido hasta el momento. Rob, además, se ha negado a hacerse una prueba para determinar si es estéril, pero por fin accede a hacérsela y la pareja va a una clínica en la que trabaja Evan (Sam Parsonson), un joven extraño y aparentemente desequilibrado. Por el breve momento que Evan está en contacto con Jessi y Rob, llega a la conclusión de que ella se merece a un hombre mejor que el que tiene. Así que busca la dirección de la pareja en su prueba, deja su trabajo de recepcionista y consigue un nuevo empleo en la fábrica de Jessi. Comienza, así, a acercarse a la chica.

Cuando por fin llega la carta con los resultados del análisis, Jessi y Rob discuten y él no llega a abrir la carta. Jessi se va a un bar con una amiga, bebe un poco más de la cuenta y tiene un pequeño affair con Evan.
Al día siguiente, Jessi ha quedado embarazada. Evan se convence de que el hijo es suyo, y empieza a amenazar a la chica con contárselo a su marido.

Al tratarse, por tanto, de un “thriller psicológico”, desde el momento en que vemos que Evan decide abandonar la clínica y seguir a la pareja, prácticamente sabemos todo lo que va a pasar a continuación, aunque siempre con coherencia: el problema de la pareja tiene que ver con la maternidad, y el conflicto de la película, también. Es el lastre de un género tan codificado. Así que, si esto te supone un gran handicap, no deberías ver esta película. Aún así, vale la pena adentrarse en ella: consigue la ilusión de que van a pasar cosas que no te imaginas, aunque luego no sea así, y está tan bien apuntalado el guión y sus personajes que te olvidas de lo previsible que es todo.

Para empezar, se quita de encima de un plumazo el sanbenito reaccionario: la culpa es, desde el primer momento, de Evan, que es un psicópata, porque la cinta emplea el tiempo suficiente para que entiendas a la perfección que Jessi tenga un desliz. Ella es mucho más joven que su marido Rob, un pescador honesto pero rudo y algo machista, y su relación no es perfecta. No es que se justifique la infidelidad, es que no se plantea en esos términos la cuestión, algo muy a valorar porque eleva a sus personajes a la categoría de “personas”.

“Coffin Rock”, además, ofrece un acertado y sutil retrato de una sociedad “rural” masculina, dominada por machos alfa, donde el orgullo varonil es algo sagrado que no puede tocarse y en el que las mujeres no son más que las señoras de sus maridos. Así, para Rob es un trauma que, quizás, la fuente del problema de su matrimonio, que no puedan tener hijos, sea un problema suyo. Aunque no le gusta nada pensar que su pareja le pueda ser infiel con otro, entiende que eso pueda suceder porque ella es una mujer y ellos son hombres. Y cuando descubre quién puede ser el padre del bebé que está engendrando Jessi, lo que le duele no es la infidelidad, sino que sea un niñato y no un hombre con quien ella se ha acostado.

Con bases tan sólidas como estas – a las que hay que añadir las buenas interpretaciones del trío protagonista y el firme pulso de su director, Rupert Glasson, debutante -, la película, dentro de la previsibilidad, funciona a la perfección. Todo es creíble y todo lo que sucede es inevitable. El tono es realista: se busca que parezca un fragmento de vida real antes que una obra de ficción, con una narración muy elaborada para transmitir la sensación de que no hay demasiada construcción detrás. Hace, como buen thriller psicológico, de la contención una virtud. Va soltando lastre con un cálculo muy medido, de manera que, cuando llega el tramo final – el ya mencionado momento en el que el thriller psicológico se mete abiertamente en el terror -, las tres o cuatro cosas que suceden sorprenden y afectan, no porque sean especialmente salvajes o atroces, sino porque no veías venir ese comportamiento de Evan pero, a la vez, entiendes y te encaja que reaccione así.

Lo mejor: Que es un thriller psicólogico a la antigua usanza pero que no huele a viejo.

Lo peor: Consigue evitar lo previsible del género sólo en apariencia.


Vuestros comentarios

1. 16 div 2010, 16:18 | Lady Necrophage

La verdad es que el cine australiano nos tiene ya acostumbrados a ciertas alegrías.
Sin parecerme ninguna maravilla, si creo que es un buen entrante para saciarse uno al menos durante un rato.
Shapó el joven Sam Parsonson como Evan¡¡¡¡

2. 16 div 2010, 16:49 | Manu

Totalmente de acuerdo contigo, Lady Necrophage. Lo que pasa es que a mí las pelis sin pretensiones y bien hechas me conquistan. Y, sí, Sam Parsonson está que se sale!

3. 23 div 2010, 13:18 | Bateman

Buena reseña y pelicula muy entretenida y perfectamente narrada, aunque no sea excesivamente original.

sALUDOS

4. 04 abr 2011, 04:51 | Carrieta

No creo que tenga que ver con su falta de originalidad. Esta pelicula me resulta un tanto absurda en el delirio del sitio donde sale el personaje antagonista (aunque su actuación sea buena). Es decir, es tan absurdo, tan irreal que me resulta cómico. Por otra parte, si hay ciertas películas que sufren de cierta lentitud, esta tiene una extrema ligereza que por momentos te hace perder y ya no puedes saborear nada. Al diablo con Coffin Rock!!

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