Kid in the Box

Giulio, el chico caníbal, y Andrea, el niño torso que no tiene ni brazos ni piernas, abandonan el bosque que les dio cobijo – y alimento – para enfrentarse a su propia odisea: la de sobrevivir en un mundo cada vez más oscuro y que difícilmente olvidará sus pecados.

Gabriel Albanesi vuelve a situarse tras las cámaras, y tomando las riendas del guión, con la secuela del festival gore de bajo presupuesto que fue Last House in the Woods (Il Bosco Fuori, 2006). En este caso, y a tenor del interesante teaser mostrado bajo estas líneas, parece que ofreciendo más giros retorcidos y/o personajes sombríos que nunca. Como si de un festival de fenómenos se tratase, Kid in the Box muestra literalmente lo que su título promete. Para ello deja el protagonismo en manos de los niños Andrea Pittorino y Matteo Pastore que en el primer capítulo de esta aventura solo tenían un papel secundario, pese a convertirse sus personajes en las estrellas de la función.

Mucha sangre, situaciones enfermizas, una decadente ambientación “grindhouse” que continua deudora de La Matanza de Texas, crueldad sin límite, un trabajo técnico que parece haber dado un salto de gigante, todo eso y mucho más nos promete el director de la controvertida Ubaldo Terzani Horror Show, declaraciones que vienen a atestiguar esta relativa segunda juventud que vive el cine de género italiano.

Pese a que muchos de los que hoy veneran a Lucio Fulci consideren el nuevo terror italiano como basura, al igual que antaño se considerase toda la obra del gran maestro italiano del entretenimiento fantástico, nadie puede poner ya en duda la buena salud – que no resurrección – de la península de la bota en cuanto a tripas, zombis y espectros; y buena parte de culpa la tienen el artesano de los efectos especiales, Sergio Stivaletti (i.e. Demons), y el compositor de grandes bandas sonoras atmosféricas, Claudio Simonetti (i.e. Suspiria). Obviamente la mención de estos viejos maestros no es gratuita, pues parece que su participación en Kid in the Box alcanza una profundidad inusitada.

Así que solo queda ir esperando a que finalice la post-producción y podamos disfrutar de un cine de bajo presupuesto, que aun con todos sus defectos – y los tiene, así como también los han tenido siempre desde Bava hasta Fulci, pasando por Argento – seguro que nos arranca muecas desagradables como solo la explotación italiana ha podido hacerlo. No se trata de comparar con épocas pasadas o sumergirse en análisis profundos, el terror italiano apela únicamente a nuestra visceralidad, a usar la mirada del niño malo y cruel que todos llevamos dentro, y un servidor se va a dejar llevar.