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Last Caress

El Giallo Imaginario

Last Caress

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Alguien quiere el cuadro escondido en la casa. El retrato de una infame bruja. Alguien matará por conseguirlo. Los ecos del pasado estiran sus neblinosos tentáculos para acariciar el voluptuoso presente. Alguien llega a la enorme mansión. El abandono sexual se apodera de la casa. Alguien despierta el legado del mal a través de la sangre. La carne y el metal afilado se besan sin sentido en un cuadro de Dalí.

Last Caress fue anunciada a bombo y platillo por sus autores como la primera película “glamgore” de la historia. Concepto que me parece bastante traído por los pelos, imposible de acotar o definir y tan excesivo y falso como finalmente resulta este giallo. Sí, porque finalmente la cinta de François Gaillard y Christophe Robin se podría entender como una interpretación libre del estilo que definieran Argento y Bava durante los setenta (Rojo Profundo, Suspiria, El Gato de las Nueve Colas, El Pájaro de las Plumas de Cristal) y luego fue explotado y machacado durante sucesivos años por compatriotas italianos e, incluso, el propio Argento. Precisamente todo lo que rodea a Last Caress huele a explotación artificial, incluso sus propios responsables lo reconocen: “un exploit europeo con ardiente erotismo y extrema violencia”. Y un servidor añadiría una pincelada adicional: “… con una envoltura y marketing definidos en un viejo video-club”. La publicidad alrededor de la película francesa la define mejor que sus propios autores. Todo es exceso, abuso sobre la nostalgia, argumentos fáciles sobre hinchados que llegan a distorsionar la realidad. Lo que no quiere decir que Last Caress sea una mala película, todo lo contrario, es un nuevo ejercicio que afianza el cine “underground” moderno como el mejor vehículo para sensaciones fuertes y el homenaje más profundo para con el cine de terror de los setenta u ochenta.

No obstante es necesario saber a que nos enfrentamos. Dos pivotes sostienen la existencia esta producción de los irreverentes franceses “Le Chat qui Fume”: la falta de contenido argumental y el barroquismo visual.

Muchas veces me he encontrado con gente que considera a estas dos características como algo indivisible del “giallo”, y siempre hablando del mejor, del que se realizó en Italia antes del “boom” que llevo a sus directores a sacar provecho de éxitos comerciales ajenos a su país. Algo en lo que no estoy de acuerdo. Creo que la nostalgia y los recuerdos difuminados nos juegan malas pasadas para juzgar una época cinematográfica muy definida o un estilo artístico concreto. Aun más, cuando los ojos que analizan no vivieron durante el contexto temporal que encuadra dicho estilo o época. Así, muchas veces se glorifican películas de los ochenta que son insoportables o se crea una aureola fantástica alrededor de ciertas obras que no se corresponden con las sensaciones reales que transmite la misma. Y el “giallo” siempre ha sufrido/disfrutado de esta especie de aureola que distorsiona nuestra percepción a través de ideas que incluyen “exacerbaba sensualidad”, “saturación gráfica”, “gran guiñol”, “historias sin sentido”…

¿Por qué os cuento todo esto? Porque Last Caress, una vez destripados ciertos efectismos y las carencias de sus limitados recursos, vendría a ser lo que muchas personas, que ni siquiera habían nacido en los setenta, creemos que es el género italiano que llevo el “thriller” a una nueva dimensión de perversidad. Y digo “creemos” porque un servidor es el primero en dibujar dentro de su cabeza una imagen del género que no se corresponde exactamente con la estética que luego desgranan las obras maestras del gran Argento. Los elementos tremendistas del “giallo” se engrandecen en nuestra imaginación para crear una fantasía donde el erotismo, la violencia extrema y el goticismo estético son los reyes de la función.

¿Son los clásicos del “giallo” meramente un video-clip de hora y media? No, existen muchas lecturas de sus leves argumentos que dejan la exploración ideológica en manos de los espectadores a favor de la libertad de sus directores en pro de la experimentación visual. Si rascamos la imaginería superficial de “Suspiria” encontramos un perverso cuento erótico donde la culpa da una visión muy humana del despertar sexual. Detrás de las fuertes imágenes del primer Argento se encuentran alegorías muy interesantes, mientras que con Last Caress solo presenciamos un ejercicio estético de setenta minutos. La cara más insustancial de Argento, por así decirlo.

¿Es necesariamente malo este vacío en cuanto a historia? No me parece así. De hecho, es tan abismal la falta de una línea clara en cuanto a lo narrado, que esa sensación de estar sumergido en un mal sueño, otra característica indisoluble del “giallo”, se acrecienta y nos engaña con su niebla, sus primeros planos estáticos, su brusquedad puntual, incluso su acabado barato. Porque Last Caress es una película independiente que contó con un presupuesto casi ridículo. Pero ese gusto amateur creo que la dignifica en lugar de hacerle mella.

Aquellos que hayáis disfrutado del trabajo anterior de Gaillard y Robin, Blackaria, observaréis una evolución cualitativa en cada uno de los apartados de producción: vestuario, estenografía, fotografía, dirección artística, efectos especiales… La verdad es que el exceso gótico – la cualidad glam que sus autores venden me parece mal entendida por su parte – florece de tal manera que resulta subyugante. Por mucho que ciertas escenas empequeñezcan por la simpleza de sus actores, es tal la fuerza de algunos encuadres, tan explosivos los arranques gore, que Last Caress entra con facilidad por los ojos. Hipnotizando a los que sentimos debilidad por los pasajes oníricos, las casonas siniestras, los cuerpos femeninos y la violencia explicita sin sentido. Todo un viaje por los diferentes recovecos del cerebro reptiliano que exigen al espectador que abandone cualquier intento de hilar sentido entre escenas o descubrir perfiles psicológicos profundos en los personajes. Last Caress sí es un video-clip. Lo cual la sitúa en el dudoso terreno del amor/odio; me cuesta creer que alguien pueda permanecer inerte ante ella. O te parece pedante o te hundes en la dejadez de tu propia crapulencia.

La obra de Gaillard y Robin apela a la capacidad de perversión humana, es un placer culpable que solo se puede entender sin entenderlo. No busquéis alegorías en los planos que se alargan hasta dudar de su significado, el cuerpo femenino y sus sufrimiento no ejerce de metáfora pseudos religiosa. Las muertes explicitas buscan epatar y provocar al niño que llevamos dentro, curiosamente a ese niño cruel que con un palo removía las entrañas de los gatos aplastados junto a la carretera principal del pueblo. El adulto, el pensamiento racional se burlan de los epilépticos movimientos de cámara que capturan el siniestro caserón. Las actrices, las deliciosamente malas actrices, nos miran coquetas mientras insinúan y lucen sus pequeños y puntiagudos pechos para encender la sangre púber que resta de nuestros envejecidos cuerpos cavernosos. “Déjate llevar. Recuéstate, chupa la boquilla y contémplame”, eso susurran sus rojos labios. Y la masculinidad se esfuma con unos actores que, como esperma dentro de un condón, son inservibles.

Eso es Last Caress, una fiesta hippie donde el abandono de los sentidos viene guiado por una música que se convierte por derecho propio en la maestra de ceremonias que supervisa la ordalía. Sin lugar a dudas, los temas electro-clash de “Double Dragon & Les Pleureuses” y el enervante diseño de sonido se convierten en santo y seña de esta producción. Aunque su omnipresencia no esté siempre justificada, enturbiando el clímax de varias escenas que se alargan y se alargan de manera indiscriminada y algo tosca.

Me gustaría destacar el simpático detalle del título de la obra en cuestión. Quizás sea el único destello de inteligencia racional que desprende Last Caress. Esta última caricia es principio y fin de la frívola historia que se ve poco desarrollada por la inexistente narrativa. No destriparé el porque de semejante título, pero al menos otorga algo de sentido al experimento estético que nos bombardea. Por otra parte, me pregunto si Gaillard y Robin tienen una sincera afición por la música de los antiguos Misfits, dado que han decidido titular a su nuevo cortometraje como otra de las canciones del grupo norteamericano: Die Die my Darling. Corto que además prolonga ligeramente la historia de la cinta que hoy nos ocupa.

Resumiendo cuentas, Last Caress no cuenta con un presupuesto holgado, sus actrices han sido seleccionados por otras dotes que no son las interpretativas, no posee una historia real que contar, su discurso a veces puede parece pesado… pero cuenta con una magia, una atmósfera bizarra que la convierte en la experiencia visual ideal para aquellos atrevidos que no tengan miedo a sumergirse en la fuente de la experimentación undergorund, del discurso macabro, decadente y sádico. Una visión del giallo irreal pero sentida, y tal vez demasiado consciente de sí misma, un juego imaginario donde solo puede perder el que se resiste a él.

Lo mejor: La recreación de una estética giallo imaginaria, principalmente por su poder visual y su banda sonora electro-clash.

Lo peor: Alguna escena se alarga demasiado al preponderar la experimentación visual más propia de un video-clip. Historia 0.


Vuestros comentarios

1. 15 abr 2012, 14:02 | Mr Zombie

A mi gusto estuvo entretenida la pelicula. Buena reseña de Bob como es habitual. Thanks.

2. 15 abr 2012, 14:27 | Bob Rock

U’re wellcome :P

Interesante El Gato que Fuma…

Hoy es un día grande: he desempaquetado mi copia del último disco de Killing Joke… 33 años dando caña. Y suena emotivo como siempre… grandes, muy grandes!

3. 03 oct 2012, 18:26 | RedRum

Pues no pinta nada mal, tetas, sangre y goticismo; tengo que verla. Por cierto Bob sabes si esta es posterior o anterior a Blackaria?

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