Fallece Ray Bradbury

Hoy es un día aciago para la letra impresa. Ayer nos abandonó, a los 91 años de edad, el genial escritor norteamericano Ray Bradbury, y espero que lo hiciese entre la mayor tranquilidad de la noche californiana. Este grande de la literatura fantástica moderna nos regaló obras del calibre de Crónicas Marcianas, El Hombre Ilustrado o Fahrenheit 451, por citar algunas de sus obras más influyentes tanto a nivel cultural como social. Cultivador de una prosa cuidada pero directa, nuestro autor resulta clave para entender la evolución de la ciencia ficción tal y como hoy la conocemos, pero sobre todo como gran divulgador de la fantasía en su más amplio espectro. Impulsor de un nuevo enfoque humanista y soñador, que ha influido a miles de autores, deja un hueco que dudo pueda volver a llenarse.

Aunque nunca se prodigó mucho en esto del terror explicito, muchas de sus novelas y relatos contienen elementos puramente terroríficos, solo que se trata de ese miedo melancólico del que os he hablado en varias ocasiones. Muestras claves de dicha capacidad para inquietar sin sobresaltos ni sangre – que sí con elementos sobrenaturales -, pero con mayor reflexión y pureza, serían dos novelitas que merecen revisitarse a menudo: El Árbol de las Brujas y El Festival de las Tinieblas. Precisamente en ellas se observa lo que más me impactó cuando profundicé en su vasta obra: el esfuerzo titánico que Bradbury hizo en su carrera para describir, por encima de todo, la infancia como una época dorada llena de misterios y maravillas, que es la base de todo lo que sentimos/pensamos en la edad adulta. Él mismo siempre se confesó un niño feliz y, tal vez por ello, sus cuentos destilan una inocencia quintaesencial que solo se puede corresponder a los mundos imaginarios de Julio Verne, Wells, Doyle y otras antecesores suyos.

Pese a que muchos de sus trabajos han sido llevados a la pantalla grande y pequeña, la magia de sus ambientes nostálgicos no ha sido trasladada al cine con la intensidad que se merece. No obstante, parte del éxito de su obra ha sido potenciado por esas continuas adaptaciones (de las cuales me quedo con la intensa Fahrenheit 451 de Truffaut) y el mismo siempre coqueteó con los medios audiovisuales, abonando el terreno en Hollywood para la ciencia ficción y el horror que ahora disfrutamos. Afortunada, o desgraciadamente, mi libro favorito nunca ha sido adaptado – que yo sepa -. Desde aquí invitaros a destilar la esencia del diente de león en el maravilloso “El Vino del Estio”, un libro que considero básico para el disfrute pleno de la época juvenil/adolescente.

Sirvan estas apresuradas líneas para rendir tributo a uno de los pocos abuelos fantasistas que todavía permanecían vivos. Ocasión ideal para redescubrir cualquiera de sus novelas o cuentos y dar a conocer a las nuevas generaciones, un autor que descansa ya en uno de esos atardeceres eternos de finales de agosto que tan bien supo describir. Descanse en paz maestro.