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Screaming in High Heels

Los gritos más calientes de la serie B

Este documental recorre la vida de tres importantes actrices de serie b. Especializadas en papeles eróticos o de “chicas picantes” en decenas de películas de terror underground, Linnea Quigley, Brinke Stevens y Michelle Bauer, conocidas como “el trío terrorífico”, nos hablan ellas mismas sobre lo inteligente que debe ser una para representar papeles de estúpida o “chica facil”. Junto a sus directores habituales desgranaran sin censura alguna como han sido sus carreras, que se extienden hasta la fecha.

Aunque Almas Oscuras nunca ha estado muy metida en esto de los documentales sobre el séptimo arte, los vemos pero siempre se nos queda en el tintero comentar esto o aquello sobre estas interesantes crónicas, creo que Screaming in High Heels bien merece romper una mala costumbre, además de remangarnos para conocer los entresijos y detalles del cine, merced a tres de sus protagonistas: “Scream Queens” de serie b que permanecen aun hermosas en nuestros recuerdos de la fabulosa juventud que vivimos entre estanterías y más estanterías de cintas BETA y VHS.

Breaking Glass Pictures es una distribuidora norteamericana que no le tiene miedo a nada. Mediante su propio sello, Vicious Circle (bajo el cual ya disfrutamos de divertidas propuestas como Bite Marks), edita este documental que, como premio para todos los fans del cine más “Trash” (aquí nunca mejor dicho), viene sin cortar (como la buena coca) al contrario que en sus proyecciones dentro de varias cadenas norteamericanas de televisión por cable. A pesar no salir acompañado con subtítulos, la edición en DVD este 28 de Agosto es una inmejorable noticia para cualquiera interesado en el rol de las “Reinas del Grito” dentro del cine “hediondo” de terror.

Screaming in High Heels: The Rise & Fall of the Scream Queen Era nos presenta a tres paisanas de Los Angeles. Linnea Quigley, Brinke Stevens y Michelle Bauer buscaban hacer sus pinitos en la meca del cine mientras se ganaban la vida como modelos y actrices de películas “dudosas” (sí, las de ese cuarto de luces rojas al que el dueño del video club no nos dejó pasar hasta cumplir la mayoría de edad). Casi accidentalmente, las tres clavaron sus colmillos en una serie de producciones underground que las catapultaron a una fama de segunda fila, pero fama al fin y al cabo, que se extiende ya durante más de tres décadas a un ritmo frenético. ¿Acaso podría Scarlet Johannson rodar 10 películas en un solo año? Me da igual si son peores o mejores producciones, la respuesta es que no aguantaría ni dos años a ese ritmo.

Sin embargo, nuestras tres mujeres de bandera acumulan una lista de más de trescientos títulos. Además de tratarse de unas auténticas currantes del género, no tuvieron reparos en usar sus encantos naturales para estimular la lívido de un público adolescente, que babeaba delante de las carátulas desde donde Linnea, Brinke y Michelle nos sonreían fáciles y simpáticas. Siempre he pensado que una persona con ganas de prosperar debe ser al menos inteligente para destacar sus virtudes, y ellas incluso todavía lo son. Huyendo de enmascarados psicópatas, de secundarios disfrazados de legamoso monstruo, bañadas por la sangre de sus hermanas de facultad, bebiendo la sangre de tiernos muchachitos, regalando su inocencia en la trasera de un Camaro… fuese donde y como fuese, con mucha o poca ropa, nuestras tres heroínas consiguieron un hueco en nuestros corazones pajilleros y cierto reconocimiento de culto, generando toneladas de fotos dedicadas, modelos de lencería, cromos coleccionables e, incluso, conociendo al presidente cowboy (Reagan para aquellos que no vivieron la época de V y los Phoskitos).

Probablemente la más (in)famosa de las tres sea Linnea “Trash” Quigley por su espectacular papel de punk agresiva y peligrosa en El Regreso de los Muertos Vivientes. Cualquiera que haya visto la mítica cinta sobre muertos vivientes (y para un servidor, la que destapó definitivamente el tarro de las esencias propio de la “zombedy modenna”) recordará esa escena donde la Quigley baila desnuda sobre la tumba de un camposanto. Imágenes que ya son leyenda y forman parte del imaginario colectivo perteneciente a los verdaderos aficionados al cine de horror, sobre todo el sector masculino (¿pero alguna de vosotras se ha atrevido a llegar hasta aquí sabiendo de que iba la noticia?). Aunque no solo en la obra de O’Bannon (R.I.P.) podemos disfrutar de esta pícara rubita: Night of the Demons, Chicas de fraternidad en la bolera, Creepozoides, Noche de paz, noche de muerte, Despelote en el campamento son tantos los títulos que repasar la carrera de esta actriz que ennobleció el, ya de por sí noble, arte de encarnar a una “Scream Queen”, resulta bastante arduo y casposo.

Como igualmente resulta desgranar la vida laboral de sus otras dos compañeras: Brinke Stevens tomó con ganas su corona de Princesa del Terror Videoclubero en la desprestigiada Slumber Party Massacre para emprender una extenuante actividad que alcanza nuestros días con subproductos como Bloody Mary, pasando por paranoias tan destacadas como Slave Girls from Beyond Infinity o Nigthmare Sisters (donde trabajaron juntas las tres). A su vez, Michelle Bauer destacó un poquito por encima de la anterior en cuanto a películas que gozaron de mejor distribución y muchas se estrenaron en nuestro país durantes los ochentas (entiéndase edición en VHS por parte de algún bribón de la calaña de José Frade): The Tomb, Roller Blade, Los Dreggs, Terror Night, Dr. Alien, Beverly Hills Vamp ya podéis confirmar vosotros mismos lo duro que es hundir las rodillas en un barro tan cenagoso como el de la serie b (o z, que siempre es complicado diferenciarlas).

Afortunadamente contamos con un irredento fanático de estas actrices que nos resumirá toda esta información en poco más de una hora. Jason Paul Collum firma este documental, ayudado por sus tres propias estrellas y un puñado de directores que pudieron disfrutarlas delante y detrás de las cámaras. Cineastas como Kenneth J. Hall, Jay Richardson, Richard Gabai y Ted Newsom, sin olvidar a dos pájaros de cuidado: Fred Olen Ray y David DeCoteau; dos directores que comparten escrúpulos (más bien “falta de”) con toda la escuadra italiana que en los ochenta nos regaló la explotación más gamberra, y también absurda, de nuestras vidas.

Bueno, ya veis que por falta de emoción ante un nuevo documental no será que no hablamos de él. La cuestión es si os unís a la fiesta del cine basura de hace más de veinte años o no.

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Vuestros comentarios

1. 28 jun 2012, 19:26 | Txistulari

me han entrado ganas de ver las chicas de oro otro vez. buena noticia, documentales que saquen a la luz la ponzaña. actitud punk, estoy con ello!

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