Evidence

Quiero dirigir mi primera película de terror. El problema es que no tengo pasta. No tengo donde caerme muerto. Además no estoy dispuesto a aprovecharme de la buena fe de mis colegas para disfrazarles a todos ellos de muertos vivientes y marcarme así la enésima comedia zombi de presupuesto irrisorio.

De manera que, tal y como yo lo veo, tan solo me queda una salida: el found footage. Películas de “metraje encontrado”. Tienen muchas ventajas. Es un género sencillo, barato y, por si fuera poco, está de moda gracias al reciente éxito de la saga Paranormal Activity.

¿Sobreexplotación? Ni lo sé ni me importa. Probablemente sea cierto que debido a la poca cantidad de recursos (materiales) necesarios para llevar a cabo una película de este estilo, han sido muchos los directores y productoras independientes que se han aventurado en el found footage bajo la promesa de una balanza de costes/beneficios realmente beneficiosa para sus intereses. Pero también es cierto que, a pesar de ser un campo abonado para las producciones de bajísimo presupuesto (lo cual, por si mismo, no es nada malo), el found foutage surgido durante los último años a la sombra de Paranormal Activity nos ha deparado títulos tan interesantes como The Tunnel, Grave Encounters o la noruega The Troll Hunter.

Así que más allá de si existe o no una moda, más o menos pasajera, de películas basadas en metraje encontrado, lo realmente importante es ir paso a paso y ver lo qué es capaz de ofrecernos el género a estas alturas. Y bajo este panorama nos encontramos con Evidence, película dirigida por Howie Askin, cuya premisa argumental nos lleva de cabeza a otro de los grandes tótems del subgénero: El proyecto de la Bruja de Blair.

En primavera de 2010, cuatro jóvenes se encuentran de acampada en las colinas cercanas a Los Ángeles. Pronto descubrirán una extraña criatura que les acecha sin descanso.

Obviamente, tras leer la deliberadamente escueta sinopsis de Evidence, seguramente muchos de nosotros nos sentiremos tentados a señalar el parecido más que razonable con la mencionada Bruja de Blair; y lo cierto es que la primera mitad de la película no logra ahuyentar esa desmedida sensación de déjà vú. Tenemos todos los ingredientes: un grupito de jóvenes acampados en mitad del bosque, uno de ellos es un auténtico tarado dispuesto a grabar toda la experiencia con su videocámara (para desesperación de sus compañeros), la noche trae consigo ruidos extraños, y muy pronto la cámara se vuelve loca y dan comienzo las carreras campo a través rodadas con visión nocturna. Hasta aquí nada nuevo. Todo resulta absolutamente previsible. Familiar. Y supongo que esa era, precisamente, la intención del director.

Porque cuanto más previsible y familiar resultara Evidence en sus primeros pasos, más sorprendente e inesperado sería su largo y desenfrenado desenlace.
Y es que llega un momento en el que Evidence decide romper la baraja, dinamitar las reglas del juego y transformarse en una auténtica locura capaz de arrastrar al espectador a un caos absoluto y demencial de nuevos personajes, monstruos, tipos desquiciados con camisas de fuerza, instalaciones militares semi-clandestinas… y un largo etcéterea. Y todo ello sin que tengamos ni puñetera idea de qué coño está sucediendo realmente.

Uno de los grandes aciertos de Evidence es su capacidad para sorprender, lo cual, a estas alturas, tiene un mérito increible. El mencionado Askins se atreve a dar una doble pirueta mortal en el momento más inesperado y lo curioso del caso es que acaba cayendo de pie y sacando adelante una estimulante y muy entretenida película que, in extremis, logra apartarse de los precedentes mencionados en la reseña (con La Bruja de Blair a la cabeza). Muy recomendable.

PD: por cierto, no tengo ninguna intención de meterme a director de cine (Dios me libre…). Era tan solo una manera de introducirme en la reseña.