Christopher Roth

Christoher Roth es un escritor de novelas de crímenes y misterios cuyo éxito empieza a fagocitarle a él mismo. Cansado de escribir sobre el lado de la oscuridad, con miedo a perder el control sobre esos miedos en los que se zambulle cuando escribe, decide buscar otro tipo de inspiración junto a su esposa en una tranquila zona italiana llamada Umbría. Pero el terror acosa a quienes lo engendran, y un macabro asesino, llamado “el jabalí”, pondrá en jaque tanto a los lugareños como al escritor.”

Rara vez encontramos películas de terror que mezclen la literatura con su trama, de tal modo que se desarrolle una especie de metalenguaje, o siquiera eso, simplemente el mundo de la literatura se enrojece por momentos y alberga asesinos, monstruos y, sobre todo, otras realidades cinematográficas. Del lado de la serie B podríamos citar Lecturas Diabólicas (Tibor Takács, 1989) como película imprescindible en cuanto a trasuntos bibliófilo terroríficos, emocionantes capítulos de televisión con Jeffrey Combs haciendo de Poe (The Black Cat, Masters of Horror Temporada 2), interesantes aportaciones sobrenaturales como la adaptación de Romero de la novela homónima de Stephen King: La Mitad Oscura, fallidos experimentos postmodernos de la guisa de Twixt, obras comerciales modernas de la talla de The Raven, miradas mucho más psicológicas desde una Ventana Secreta (2004) u obras maestras del horror sobrenatural como la única y majestuosa En la Boca del Miedo de John Carpenter.

Christopher Roth vendría a ser una pariente europea que desea unirse al selecto club de cintas que mezclan historias de libros y escritores con tragedias de crímenes y asesinos. Con una trama base muy interesante, pronto se acoge a ciertos paradigmas narrativos del “giallo”, pero sin su extrañeza estética ni truculencia física. Sin embargo, con el paso del metraje, la historia se revela mucho más simple de lo que parecía a primera vista, y es que ya os podéis olvidar de metalenguaje y profundidad de campo dentro del delicioso mundo que subyace bajo el “dolor creativo”. Acabando en sus últimos compases por desvelarse como un thriller humilde que puede presumir de gran acabado, pero poseedor de una edición limitadísima que bloquea cualquier intento de desarrollar una historia lucida y adictiva.

¿Es una mala película? Realmente no. Se sigue con interés en cada una de sus secuencias, pero desde la parsimoniosa introducción se refleja un desinterés por parte de su director, Maxime Alexandre, en llevar la idea original más allá, de dotarla de una profundidad que se podría haber logrado jugando a retorcer la realidad visual hasta sus últimas consecuencias. Como si un miedo le atenazase a la hora de afrontar el enfrentamiento entre la fantasía y lo material, temor a que las ramificaciones de las reflexiones humanas, inherentes a ese tremendo choque, se escapasen a su control. Y pese a este fallo constante, Maxime se esfuerza por darle dimensión humana a su largometraje, pero no existe demasiada profundidad en los personajes para dicha tarea. Sin embargo, es cierto que tanto Joaquim de Almeida (Christopher Roth) como Anna Galiena (Catherine Roth), encarnan a sus personajes con una dedicación que vendría a ser la salvación de la cinta. Algo que, desgraciadamente, es imposible extrapolar a sus compañeros de reparto.

Lo que si veo imperdonable es que como se desaprovecha el trabajo tras los efectos especiales de un clásico de la talla de Gianetto De Rossi (Aquella casa al lado del cementerio, Dune, The Beyond, Conan…). Cualquier entendido esperará una exposición gráfica de la violencia que ayude a causar el impacto que la trama no consigue. Pero Christopher Roth se muestra timorata en cuanto al terror visual se refiere. Más grave cuando su director ha aprendido los rudimentos del oficio trabajando como cinematógrafo en películas de gran poderío visceral: Las Colinas Tienen Ojos, Parking 2, The Crazies, Reflejos…

Un entretenimiento valido para los amantes del thriller suave, con algún toque psicológico oscuro provisto por la puntual atmósfera malsana. Ideal para ver en pareja sin muchas pretensiones y con una botella de Chianti a mano, por si acaso. Al igual que su parca edición americana en DVD, sin siquiera subtítulos, Christopher Roth es una cinta muy, muy seca.