Jason X

2010: La única forma de parar a Jason Voorhess es criogenizarlo, pero el ejercito de los Estados Unidos tiene planes para una máquina de matar como él. Afortunadamente, todo sale mal para los militares convirtiendo a Jason en un polo de psicópata durante casi quinientos años.

2460: Una nave de carga aterriza en la Tierra, ahora desierta solo recibe ocasionales visitas espaciales en busca de restos arqueológicos. El trofeo que sube a la nave en esta ocasión es un Jason más helado que el culo de un romano en fiestas y la jefa del proyecto que acogía al asesino. Pero es imposible que Jason “despierte” y comience a matar a la tripulación, ¿verdad? ¿Verdad?… ¡¿Verdad?!

Una auténtica mierda con lazo y todo. El complemento perfecto para regalar a tu peor enemigo. Película a evitar por todos los cineastas de pro que quieran epatar a la crítica con la nueva “película que verá Tarantino”. Un ejemplo de cómo mezclar conceptos sin preocuparse de las consecuencias. Un despropósito de guión. Un muestrario de actuaciones que sonrojarían hasta a Uwe Boll. Jason X es todo eso y, además, una de las películas más divertidas de la historia del cine de terror.

Desde luego hay que tener el estómago muy bien preparado para aguantarla, para saber apreciar la mágica cualidad de lo absurdo. De las ganas de un equipo técnico por divertir al público a costa de autoparodiar al icono que tenían entre manos. Algo que nunca podremos agradecer suficientemente a su director, James Issac, porque además nos dejó recientemente.

Exactamente el pasado 6 de Marzo a la temprana edad de 51 años. Tal vez por eso, el inefable Bob Rock me “invitaba” e “invitaba” a volver a revisitar la décima entrega de la saga Viernes 13 para realizar una reseña casposa de esas que tanto le gustan, en homenaje a la versión más “trash” del asesino de Crystal Lake, rivalizando con la también divertidísima Freddy vs. Jason. Algo a lo que era muy reticente porque mi visita al cine, otrora a principios del nuevo milenio, fue una de esas raras ocasiones en las que mordía el asiento de pura desesperación. Una ocasión que venía a sumarse al placer de ver maravillas como Bogeyman, House of the Dead o Blade III. Curiosamente todas en el mismo cine, probablemente regentado por una banda de tarados más peligrosa que aquella familia tejana de extremos gustos culinarios.

Pero el tiempo, la práctica y la sabiduría de tipos como Bob Rock pueden preparar las papilas gustativas del más recalcitrante cinéfilo intelectualoide, convirtiéndolo en un degenerado seguidor de Divine y otras cohortes de “comemierdas”. Así pues, vaya esta reseña por todos aquellos que sepan entender que dentro del cine todo tiene su sitio y lugar: y una de esas “tan mala que es buena” por encina de otros “sacacuartos” mucho menos honestos. Y especialmente en memoria de James Isaac que a pesar de contar con una carrera muy corta nos dejó geniales obritas de entretenimiento sin prejuicios como House III o Pig Hunt.

Vale, ahora llega la reseña y… ¿yo que os cuento? Es difícil ponerse a explicar una de esas cintas que es puro “ver para creer”. Ya su propio nacimiento auguraba algo bastante surrealista. Tras el fehaciente batacazo de la anterior entrega de Viernes 13 (Jason goes to Hell, 1993) los productores quisieron alejarse del gran error que quizás fue tomarse demasiado en serio el universo de un ser sobrenatural como Jason Voorhees. Lejos quedaba ya la primera historia negrísima rodada en 1980. Así que ni cortos ni perezosos contrataron a un guionista imberbe, Todd Farmer, y le dieron vía libre. Resulta curioso que este fuese el nacimiento de un verdadero monstruo para los guiones de medio pelo donde cualquier situación es justificable (“tío, esto es cine, no la vida real”). Así la carrera de Farmer acumula ya títulos como The Messengers 1 y 2, el remake de San Valentín Sangriento o, el remate definitivo, Furia Ciega.

Un joven cachondo y libidinosos con libertad para escribir un guión sobre Jason, sin ninguna necesidad de unir esta parte con las demás, con el nuevo milenio recién nacido… Tampoco resulta extraño que Farmer se sacase de la manga una especie de fabula surrealista, y resumen sintético, acerca de todos los tópicos que rodean a la figura de Jason, con el añadido de situarlos en el espacio, en un futuro distante, más en concreto una cutre nave espacial, donde la gente sigue obsesionada con follar solo que se ha vuelto decididamente más gilipollas.

Armas imposibles con aspecto de juguete, decorados con lucecitas de colores, maquetas realizadas por ordenador sin cierto ni concierto, androides con deseos sexuales (y necesidad de ponerse pezones como sus iguales humanas) que acaban por convertirse a la religión Matrix, duros marines de una sola frase, un mezcla de Jason y Terminator que hace tambalearse nuestra razón, chistosos drogadictos que mueren cuando menos te lo esperas, efectos especiales descocados que incluyen desde lagartos virtuales hasta explosiones espaciales de baratillo, pasando por algún gore practico muy bien traído, la tripulación de una nave que se devanea entre la libido de las féminas apenas vestidasDavid Cronenberg asesinado felizmente… pero por encima de todo un guión que no le tiene miedo a nada. Cualquier tontería es valida a la hora de hacer avanzar una trama que no existe: Introducción, Jason en una nave espacial, matanza y conclusión.

Aunque como insisto continuamente, este “desparrame” es totalmente voluntario. Y precisamente creo que Jason X contiene una de las escenas que mejor sintetiza, de forma humorística, de que ha ido a lo largo de los años la mítica saga: para engañar a un Jason “casposamente actualizado” los supervivientes le tienden una trama virtual donde Crystal Lake se dibuja ante los ojos del asesino para enseguida mostrarle a dos golfillas campistas provocándolo con soflamas del tipo: “nos gusta el sexo prematrimonial”, “nos gustan los porros y acampar bajos las estrellas”. Como podéis imaginar, el cínicamente republicano corazón de Jason se apiada de ellas machacándolas dentro de sus sacos de dormir, como ya hiciese en otra parte de la saga que ni recuerdo. Un irónico cantar a la eterna leyenda de Jason Voorhees.

De verdad que las justificaciones de cada acción rozan la parodia a niveles de genialidad. Explicadme si no cómo una nave de carga se va de paseo por la vieja Tierra y se encuentra a un Voorhees criogenizado (por razones que también tienen lo suyo) y decide llevárselo porque es molón (“¿qué lleva puesto en la cara?”), por qué los marines que acompañan a la tripulación son unos jodidos inútiles enfundados en unos trajes de “paintball”, por qué un pequeño carguero destruye una estación orbital en un minuto con solo razarla, por qué los diálogos incluyen frases como “si vas a por Jason ten cuidado, no manches ese pantalón que es mío”, cómo el capitán puede decirle a su tripulación cuando Jason se enfrenta cara a cara con él “¡chicos! ¡Podéis salir, no pasa nada! ¡Solo quería recuperar su machete”. Añadidle a todo esto un envoltorio de cartón piedra, las muertes sangrientas de costumbre, unos actores bastante perdidos pero con buen humor, etcétera y tendréis una de las mejores “caspa movie” que podáis disfrutar nunca. Incluso diría que dada su fecha de producción, una “rara avis” que preludia los trabajos de gentuza como The Asylum.

El verano es muy largo, a veces algo aburrido. Haced caso de este amigo que os escribe: iros de excursión al espacio con Jason. Si ya habéis estado podréis disfrutar el doble analizando minuciosamente y con anticipación el despropósito que es a todos los niveles… y si aun no la habéis visto, pues os estáis perdiendo un divertimento gárrulo como la copa de un pino.