Aftershock

Un norteamericano está de vacaciones en Chile con sus amigos millonarios: raves, fiestas, saraos, catas de vino. Nada les parece suficiente. Y cuando más felices estaban moviendo el esqueleto, junto a unas bellas mujeres desinhibidas, un terremoto destroza la discoteca donde arrimaban cebolleta. Por si fuera poco, el caos se ha apoderado de las calles de la pequeña localidad donde estaban. Ahora escapar del pueblo en ruinas es la principal meta de nuestros “héroes”, que tendrán que vérselas con un grupo de presidiarios predispuestos a la violación y el asesinato.

No quiero engañar a nadie: cada día que pasa me cae peor Eli Roth. Ahora que ya me he ganado vuestro odio y atención me explicaré un poco mejor. Tal vez no lo sepáis, pero Afertshock – estrenada en España en un par de sesiones del Festival de Cine Fantástico de Sitges – es el nuevo capricho del hermano mediano del clan Tarantino. Sí, Eli Roth sería un don nadie si no se hubiese arrimado al Sol que más calienta, en este caso al venerado y despreciado, a partes iguales, director norteamericano Quentin Tarantino. A mi que este grupo de cineastas (entre los que podéis incluir a Ty West, Robert Rodriguez y, la nueva adquisición, las Twisted Twins) se lo pase en grande llevando con todo lujo de detalles sus bromas personales a la gran pantalla me parece fantástico, pero desde luego que no cuenten con un servidor. Tal vez las nuevas generaciones que andéis por aquí admiréis películas como Death Proof, Planet Terror u Hostel, pero un servidor ya tenía la espalda quemada por cientos de películas de terror buenas, malas o peores, cuando este triunvirato de películas sobrevaloradas me robaron el dinero en taquilla. Mucho ruido y pocas nueces, si conocéis el refrán.

La cuestión es que no puedo sentir admiración por unos tipos que han ido progresando en sus carreras cinematográficas a base de vender humo. Es decir, recuerdo ver Reservoir Dogs con los ojos perlados por la emoción, Cabin Fever me hizo recuperar parcialmente la fe en el terror moderno y pasada la adolescencia intentaba imitar las maneras de El Mariachi cuando ligaba en los pubs de mala muerte que me conocen. Pero una vez que formaron su clan, ese corpúsculo de pajilleros que se dedican a vomitar en pantalla lo primero que se les ocurre tras la consabida fiesta poniéndose hasta las trancas de tequila, cochinito pibil y coca, una vez que se dieron cuenta que hasta un zurullo con la pegatina “made in Tarantino’s Clan” vendería miles y miles de copias, una vez que se corrompieron estos verdaderos amantes del cine de género… pues una vez que pasó todo eso me siento más cerca de la opinión que el director más refunfuñón de Días de Cine, Antonio Gasset, siempre ha tenido por Tarantino: “es un pedante de narices”. Pero a mi no me molesta que “pervierta el séptimo arte”, a mi lo que me molesta es que un tío con talento y con conocimiento del medio se deje llevar por lo fácil, que opte por seguir echándole pienso a los gorrinos de la industria y los medios que le ríen las gracias en lugar de hacer cintas más “auténticas”, todo ello gastándose una pasta gansa. Todavía peor es ver que su influencia es como un agujero negro que absorbe a todos los que a él se aproximan. Espero equivocarme y que Ty West y otros sigan esforzándose por mantener una voz propia y honesta. Algo que no ha logrado Eli Roth, otro cineasta con talento que ha pasado de tomarse en serio el cine de terror a gastarse millonadas en una atracción de feria (que seguro tendrá mucho éxito para acabar demolida en un par de años) o en producir la tontería de película llamada Aftershock… y de paso que la produce, la protagoniza y co-escribe para que se note su “sello personal”.

Lo siento por Nicolas López, director de la cinta, a él le ha tocado la tarea de rodar otro vehículo de lucimiento para la franquicia Roth. Aunque al muchacho no se le veía muy preocupado por ello en la presentación de Sitges. Su media docena de bromas sobre la masturbación y los chilenos demostraron que está a la altura del clan Tarantino. Este director chileno fue conocido en España por sus dos trabajos anteriores Promedio Rojo y Santos; solo he podido “disfrutar” de esta última… bueno, qué decir de un director que va de “freak” por la vida, de amante del género pero elige a Elsa Pataky para su cinta fantástica de serie b. Pues que se trata de un cineasta con ganas de medrar sea o no interesante la historia que nos cuenta.

Y ese es el mayor problema de Aftershock, la historia no solo es aburrida, predecible y boba, si no que está narrada además con un tono cómico en su primera media hora estomagante, para terminar con un dramatismo igual de repulsivo. Alguien me dijo que Aftershock son dos películas en una: una primera mitad que intenta mezclar comedia con fiesta, merced a nuestros ricos protagonistas, al más puro estilo Hostel, pero todo bastante blanco. Mucha droga, mucho alcohol y nada de sexo. Eso sí, la subnormalidad de nuestros protagonistas supera con creces cualquier desfile de senos desnudos. Así que eso tenemos durante media hora: estupideces, estupideces y más estupideces que solo nos llevan a odiar a los personajes, a odiarlos profundamente, porque él que no es repelente es patético. Tampoco es que a nivel de actuaciones encontremos mucho que rascar en esta primera mitad. Los actores masculinos ridiculizan al pueblo chileno por una parte, y Eli Roth demuestra continuamente lo bien que se lo pasa entre tanta maciza. Pero el elenco femenino no lo hace mejor: la rubia tonta, joven y descocada, la rubia húngara atractiva pero decidida y, lo peor, la voz de la conciencia tomando cuerpo de mujer vestida de forma recatada y con el pelo corto. ¡Joder, que sarta de clichés! Sinceramente, Nicolás, no te hacía falta media hora para torturarnos con estos personajes.

Una vez pasada la extenuante presentación de caracteres, se produce el terremoto y cuando piensas que se trata de una película de catástrofes te encuentras más bien con un thriller gore gracias a la aparición de un grupo de presidiaros fugados de prisión. Pero no se trata de un thriller enfocado al dramatismo, a la lucha por escapar de un tsunami que se presenta inevitable tras el terremoto, en absoluto. Estamos ante una película descerebrada, en el peor sentido, donde se hace hincapié en el gore, incluso con punto de humor cafre, a través de un guión plagado de inconsistencias. Imposible tener ganas de saber más de un grupo de personajes que se merecen morir desde el arranque de la cinta.

SPOILER, y es aquí donde me quedo con una frase que oí a unos espectadores tras la salida: “lo único bueno que tiene la película es que todos mueren… una pena que no muriese también el director”. FIN SPOILER Palabras duras pero justas, aunque no las comparta completamente puesto que a nivel visual la película resulta entretenida durante todo el metraje. Se notan los 10 millones de presupuesto que ojala hubiesen sido invertidos en un guión más personal. Curiosamente, al final de la cinta, sus autores quieren aportar algún detalle profundo: por ejemplo, una de las supervivientes cuando está recorriendo unas catacumbas tiene la visión de unos fetos frescos cual morcilla de Burgos – se decía que aquellas catacumbas las usaba la iglesia local para enterrar a los niños nacidos de las profanas uniones entre monjas y sacerdotes – en paralelismo a un aborto que sufrió siendo más joven. Pero estos detalles vuelven a exponer la incapacidad narrativa de su director, porque quedan en segundo plano con respecto a la violencia de baratillo que se lleva, como efectismo mediático, toda la atención y presupuesto de la cinta.

Por supuesto que la intención de sus creadores era solo entretener al público, y de paso echarse unas risas mientras rodaban, mediante las ideas más catetas y simples que pudiesen sacar de la chistera. Nada que objetar, me encanta el cine fantástico de puro entretenimiento, pero no puedo evitar quedarme con la sensación de que Aftershock es una tomadura de pelo. Esa media hora inicial elimina cualquier interés por el resto del metraje, y cuando llega la acción es demasiado tarde, no sabe equilibrarse entre el gamberrismo de la propuesta y la seriedad del trasfondo, todo por culpa de las absurdas reacciones de los personajes y esos pequeños giros de guión predecibles y superficialmente tremendistas. No soy quien para hablar de respeto repasando el comienzo de mi reseña, pero hasta diría que la película se burla cruelmente del terremoto en el que se basa parcialmente la cinta. Algo que jamás podría esperar de un director chileno, incluso aunque Nicolás esté más próximo a las raíces del clan Tarantino que a sus raíces natales.

Un absoluto coñazo que solo funciona por su trabajado acabado visual y sonoro… ¡y gracias!