13 Eerie

Seis estudiantes de medicina, están a punto de graduarse en su especialidad forense. Sin embargo, su tesis corre a cargo de un profesor de curiosos métodos que decide llevar a sus estudiantes a terminar su carrera a pie de campo. Para ello los arrastra hasta una isla abandonada que antaño contuviera una prisión para criminales peligrosos. Dicen las malas lenguas que en aquella isla se desarrollaron experimentos sobre los presos que llevaron al cierre de la prisión, tras una epidemia que resucitaba a los mismísimos muertos. Rodeados de cadáveres, los estudiantes tendrán que afrontar sus miedos si quieren conseguir su licenciatura… ¡lo que nunca imaginaron es que el enfrentamiento fuese eminentemente físico!

Hemos podido disfrutar de una nueva película de zombis en el Festival de Sitges de este año. Aunque esta vez la particularidad ha sido hacerlo desde la plataforma de streaming Filmin, complementando los títulos de los que pudimos disfrutar físicamente. Una idea que esperamos se extienda a otras ediciones o incluso a otros festivales, pero sobre todo esperamos que en próximos eventos online de estas características se exhiban títulos más potentes y de una forma más cuidada. 13 Eerie está disponible en la web de Filmin con subtítulos en español, pero unos subtítulos bastante mal realizados. De hecho, otras películas proyectadas en el festival, tanto física como digitalmente, también carecían de unos subtítulos de calidad. Sirvan estas palabras para que los responsables tanto del Festival de Sitges como de Filmin se pongan las pilas con este asunto. Por mucho que cueste, siempre es agradable ver una película bien subtitulada tal y como lo hace Almas Oscuras, a los que sí se agradece el esfuerzo por la calidad del mismo.

En cuanto a la película en sí, poco aporta esta nueva obrita canadiense al enorme océano en que se ha convertido la producción cinematográfica sobre muertos vivientes. Ni siquiera la presencia de un joven icono del cine de terror sería lo que avalase la cinta de un casi debutante Lowell Dean. Os hablo de la bella actriz Katharine Isabelle, conocida para los amantes del género por interpretar a Ginger en la saga de “adolescentes lobo” de moderado éxito Ginger Snaps. Su carrera emprende cierto despegue tras participar en la deliciosamente casposa Freddy Vs. Jason y actualmente deberíamos tener muy en cuenta su protagonismo en American Mary, una cinta que seguro dará mucho de que hablar.

No obstante tampoco debemos extrañarnos de que la presencia de Katharine sea poco menos que testimonial. No nos encontramos ante una película de actores, ni mucho menos. Algo que tampoco debería sorprendernos puesto que hablamos del género zombi donde la vertiente lúdica y sangrienta, a la que se acoge 13 Eerie, nunca destacó por necesitar de grandes actores para interpretar “carnaza”. Lo que no quita para mirar con incredulidad los resultados del libreto escrito por otro casi debutante Christian Piers Betley. Pero una incredulidad malsana debido a sus horribles diálogos, donde los caracteres solo dicen lo que van a hacer, y por una definición psicológica inexistente de sus protagonistas. Una pena puesto que la idea base daba para algún giro, ¡al menos uno! Aquello de un grupo de estudiantes de medicina forense realizando la tesis a pie de campo, en una isla desierta llena de cadáveres que más tarde llegan a convertirse en zombis daba para algo más que esta introducción de media hora donde no pasa absolutamente nada y los actores se dedican a ir tiesos como un palo de un lado a otro, buscando la autopsia perfecta. No existe guión, pero peor todavía, no existe un mísero atisbo de dirección artística.

Probablemente Dean estaba bastante más preocupado supervisando el resultado de los efectos especiales y la planificación de las escenas truculentas que han de caracterizar a cualquier película de zombis de serie b. Si no resulta difícil justificar el tremendo desequilibrio entre las escenas con y aquellas sin muertos vivientes. Es decir, la película no valdría nada sin esas escenas sangrientas donde los maquillajes brillan por su eficacia e incluso por el desarrollo de la misma escena – destacando un doloroso empalamiento bucal con una pequeña paleta, ver para sufrir –. Algo que, para que engañarnos, suele ser muy común en este tipo de cine, por eso aquello de que no aporta nada en absoluto a las docenas y docenas de cintas que se producen al año sobre la temática.

Bueno, no es del todo cierto. Vuelvo a insistir en que los ataques de los muertos vivientes, presidarios de desarrollada musculatura ahora semi podridos, son todo un espectáculo por si mismo, alejados de la corriente barata, visualmente hablando, de productos de menor presupuesto. La violencia es sangrantemente explicita y, pese a que estos muertos vivientes también tienen la facultad de aparecer y desaparecer corriendo de escena según convenga al director pero sin ningún otro tipo de criterio lógico, sus envites son bastante aterradores por la energía con que se desarrollan. Por ejemplo, su voluntad por morder y despedazar a sus presas queda plasmada gráficamente a lo largo del último tercio del metraje a un ritmo y velocidad que consiguen llevar a 13 Eerie hasta el aprobado raspado. Así mismo, el score, la fotografía, la edición y otros detalles técnicos también orbital alrededor del aprobado, sin destacar pero sin enturbiar el visionado.

Por otra parte, tampoco nos libramos de otras tendencias muy comunes en la serie b. Os hablo del humor, no es que se prodigue especialmente o con el suficiente peso como llevar la película al farragoso terreno de las zombedy. Más bien hablamos de unas gotitas de humor negro (como la bilis de los redivivos que pasean sus cabezas peladas sin saber muy bien nunca como llegaron a tal estado) al más puro estilo ochentero. Sería el único elemento realmente equilibrado, porque no molesta pero aligera en momentos puntuales el desarrollo de un metraje que de otro modo se haría absolutamente tedioso por la falta de argumento que lo sustente. Lo que sí quiero dejar claro es que no estamos ante una comedia ni de lejos, como algunos se han apresurado a apuntar. Tal vez, si quisiéramos “hacer sangre” con los diálogos y las anquilosadas actuaciones, podríamos aproximar este visionado a la experiencia de otras comedias involuntarias, pero los ataques zombis son lo suficientemente viscerales y serios como para llevarse esta sensación casposa de un plumazo.

En resumen, una cinta modesta que no reinventa la rueda y se enfoca claramente a un público que no busque grandes argumentos si no solo un poco de diversión. Aquellos que sepan mantener sus exigencias bajo control descubrirán una obrita que puede presumir de presentarnos unas escenas gores protagonizadas por zombis muy por encima de la media a la que nos tiene acostumbrados la producción moderna. De hecho, se presenta como una elección acertada para una maratón de “cine podrido”, tal y como se ha exhibido este año en Sitges. Una pena que la fecha de su edición sea un misterio, ni siquiera si llegará a España, y probablemente tengamos que esperar a 2013 para saber algo más de ella. Al menos se trata de un tipo de película que no perderá su vigencia nunca, por mucho que camine sobre el filo de la navaja a punto de caer al lado malo.