Kotoko

Aviso: la siguiente reseña contiene algún que otro SPOILER, ya que es prácticamente imposible comentar”Kotoko” sin soltar parte de la trama. Sin lugar a dudas no es recomendable leer esta reseña sin antes haber visto la película, así que os tendréis que conformar con leer el primero y los dos últimos párrafos.

“Kotoko” es la nueva película del director, actor y guionista japonés, Shinya Tsukamoto, conocido sobre todo por ser el creador de “la trilogía de Tetsuo”. Para los que no le conocéis o no habéis visto ninguna película suya ya os adelanto que “Kotoko” cumple casi todas las características propias de su cine. En “Kotoko” nos encontramos con una protagonista soltera que vive con su hijo, perturbada por su fatídico estado mental incapaz de distinguir entre realidad y ficción.

Lo primero que se me paso por la cabeza mientras veía “Kotoko” fue “Repulsión” de Roman Polanski, como si de un remake en cubierta se tratase, por suerte a medida que avanza nos damos cuenta que es mucho más que eso, algo muchísimo más crudo y enfermizo. Y es que Kotoko no solo siente asco, odio e incluso miedo al género masculino como le ocurría Carol (Catherine Deneuve); también ve dos realidades una oscura y otra real, y es incapaz de distinguir cuál es la verdadera y cuál es la falsa. El problema es que a veces esa realidad oscura puede llegar a ser la verdadera y ser consciente de ese riesgo es algo absolutamente terrorífico. Ella no solo, no se puede fiar de sus ojos tampoco puede fiarse de su mente, de sus sentidos; necesita una medicación de la que carece. El espectador llega a sentir esa angustia y ese terror en cada segundo, en cada movimiento, en cada acto; y es inevitable pensar, ¿cuánto podrá aguantar nuestra protagonista? ¿Cuándo explotará todo? ¿Y de ser así, cómo sucederá?

Al igual que le pasaba a Carol (protagonista de “Repulsión”), tampoco sabemos claramente si Kotoko fue víctima de algún trauma que pueda explicar el porqué de esa repulsión hacía los hombres aunque todo parece indicar que es por ahí por dónde van los tiros, pero como ya apuntaba antes no solo es eso, Kotoko, sufre un problema mental mucho más grave además de ser incapaz de sentir compasión por el género humano, en especial el masculino. Se siente como un extraterrestre, un monstruo de la sociedad; esa es la razón por la que todos los días se dirige a su baño para rajarse los brazos y ver la sangre saliendo de estos como si de un océano rojo se tratase, esa es la única forma que conoce para saber que está viva y que es humana, es una forma de incitarse a sí misma a seguir viviendo.

Otro de los añadidos, es la relación de Kotoko con su hijo, el hombre de su vida. Kotoko quiere a su hijo, pero su locura le impide cuidar de éste como lo haría una madre normal. Su mayor miedo es que su hijo muera y su mente lo sabe, y juega con su miedo como si todo se simplificase a un juego para niños; por lo que al final le quitan la custodia pero no se la quitan por ser una enferma mental sino por supuestos “abusos” es por eso por lo que Kotoko no piensa rendirse porque sabe que su hijo aún puede volver.

Hasta que un día llega Tamaka (Shinya Tsukamoto) un escritor que se queda prendado de su voz y se enamora completamente de ésta. Al principio, Kotoko hará lo mismo que hace siempre rechazarle, reírse de él y clavarle un tenedor para asegurarse de que no vuelva acercarse a ella, marcando el territorio como hace siempre. Sin embargo Tamaka vuelve no se rinde, se ha enamorado y no se detendrá ante nada, el dolor no llega a marcarle; y al final Kotoko decide darle una oportunidad que resulta ser una cura para su enfermedad. Gracias al despertar de un sadismo y un odio interno inconsciente pero capaz de matar, capaz de hacer desaparecer una fobia, convirtiéndose así en “un maltratador de hombres”, lo contrario a lo que estamos acostumbrados a ver, y claro, al final el amor desaparece y la verdad sale al exterior. Aunque siempre nos quedará la duda de si ocurrió de verdad o no, y de ser así cómo habría sido desde otro punto de vista. Para que nos entendamos algo parecido a lo que vimos en el “Cisne Negro” de Aronofsky.

Sus minutos finales son una auténtica belleza me partieron el alma, esa manera surrealista con la que cuenta los hechos desde la perspectiva de nuestra protagonista son magníficos, aunque quizá algo desconcertantes en un principio pero muy efectivos consiguen llegar al espectador . Es entonces cuando nos damos cuenta de la crudeza del asunto, de ese realismo oculto tras una mente enfermiza que se desenvuelve bajo alucinaciones en forma de sucesos surrealistas; es ahí cuando llegué a sentir lastima por Kotoko y por su trágico final. No obstante, pese a jugar con la confusión de nuestra protagonista al final demuestra gozar de un guión espléndido, con una simbología muy currada.

En cuanto a la banda sonora, lo cierto es que a mí personalmente no me desagrado en absoluto, es una banda sonora peculiar y artesanal, básicamente Kotoko cantando sus canciones. Además recordar que Cocco (Kotoco en la película) es compositora y cantante también. Me pareció incluso un acierto, me gusta ese toque personal que le añade el director; eso la hace muy especial.

En resumen, “Kotoko” es brillante; un thriller psicológico original, surrealista y doloroso como ninguno, un film absolutamente terrorífico, de esos que no te dejarán indiferente. En mi opinión, una de las mejores películas del año, me he enamorado de “Kotoko” y espero que vosotros también la hagáis.