Masks

Masks es la segunda incursión de Andreas Marschall en el cine de terror tras Tears of Kali. Su nuevo largometraje, Masks, desgraciadamente ha dividido al público en dos grandes grupos: los que odian la película a muerte y los que la ponen por las nubes. A diferencia de Tears of Kali, Masks es una película que siempre ha gozado de cierta ventaja, y es que parte de una base ya vista en uno de los giallos más populares y con más fans de todos los tiempos: Suspiria.

Suspiria siempre fue un película de lo más extraña, debido a que en el fondo no era únicamente un giallo al uso, sino que se situaba mucho más cercana al subgénero sobrenatural. Lo que ocurre es que Argento consiguió llevársela al terreno del giallo sin perder las credenciales sobrenaturales que la película, en cuestión, requería. Y eso es exactamente lo mismo que nos encontramos en Masks; la misma premisa y esa misma dualidad que Suspiria presentaba: dos subgéneros aparentemente opuestos en una misma película, aunando realidad y ficción, por lo que es necesario que el espectador esté preparado para inesperados giros en cualquiera de ambas direcciones.

Stella es una ambiciosa estudiante de interpretación finalmente aceptada en la misteriosa escuela Mateusz Gdula. El fundador de la escuela, que lleva su nombre, se suicidó cuando sus métodos de enseñanza fueron prohibidos por las autoridades en los años setenta, debido a las muertes de buena parte de sus estudiantes ocurridas en insólitas circunstancias (aparentemente suicidios). Y es que en la escuela Mateusz Gdula, el que no sabía experimentar el método de su fundador, era castigado de una forma terrible. Súbitamente, tras la llegada de Stella, comienzan a oírse extraños ruidos en un ala abandonada del ciclópeo edificio. Nuestra protagonista sospecha que el método Gdula sigue practicándose, y busca desesperada el auspicio de su tutelaje.

Cuando veáis Masks os daréis cuenta de que es un remake encubierto de Suspiria (aunque tampoco es algo que se quiera ocultar. Es obvio… se ve en el tráiler), sobre todo en lo que respecta a sus primeros minutos: los mismos personajes, los mismos elementos y los mismos temas a tratar. La diferencia es que Masks decide sacarle todo el potencial a determinados temas en los que Suspiria no terminaba de profundizar, como eran los temas de la secta o la danza (lo que en Masks se correspondería con el teatro y la interpretación). Y esa es la perspectiva que quiere utilizar Andreas Marschall: indagar en el poder de esa secta y el porqué de la interpretación.

Nada más iniciarse la película ya se nos indica el tipo de teatro al que nos exponemos: la tragedia clásica. Nuestra protagonista se encuentra interpretando la tragedia clásica griega Electra, de Sófocles. La obra gira en torno a Electra, que vive frustrada por un deseo de venganza y el asco hacía su propia madre (por asesinar a su padre junto con su amante); sentimientos que, curiosamente, se corresponden con los de la protagonista de Masks, lo que, supuestamente, podría ayudarla a conseguir el papel protagonista de la obra. Sin embargo nunca lo consigue, porque es incapaz de profundizar en sus sentimientos, en sus recuerdos.

“¡Oh, Luz sagrada, Aire que llenas tanto espacio como la tierra, cuántas veces habéis oído los gritos innumerables de mis lamentos y los golpes asestados a mi ensangrentado pecho, cuando se va la noche tenebrosa! y mi lecho odioso, en la morada miserable, sabe las largas vigilias que paso, llorando a mi desgraciado padre, a quien Ares no ha recibido, como un huésped ensangrentando, en una tierra extraña, sino de quien mi madre y su compañero de lecho, Egisto, hendieron la cabeza con un hacha cruenta, como los leñadores hacen con una encina.”

Ese es uno de los poderes de una máscara. Una máscara es capaz de invadir a su dueño, de poseerle y hacerle sentir la esencia de ésta. Es capaz de trasmitir esa misma esencia que necesita un actor para actuar. Lo dota de unos rasgos y unos sentimientos, pero ¿cómo sentir esa esencia sin la utilización de una máscara? De eso mismo habla Masks, sobre cómo realizar una interpretación perfecta.

“Mateusz Gdula, el hombre que fundó esta escuela, dijo que el actor baila sobre el filo de un cuchillo. Lo desconocido, esa es la experiencia que el actor busca en el escenario. El recorrido a seguir.”

“Lo desconocido”, el poder de la muerte, a eso hace alusión Mateusz Gdula basándose en una profunda corriente romántica. Para Gdula, el rey de esa secta ubicada en la escuela que fundó a mediados del sigo XX, la interpretación nacía de la muerte, y para ello había que nacer a través de ésta. Es así como nacía “el actor perfecto”. Era entonces cuando se le cortaba el cordón umbilical y llegaba el momento de ponerlo a prueba con el fin de obtener esa añorada perfección, mediante una puesta en escena en la que “tú eres la máscara, tú eres el protagonista y tú eres la tragedia a representar”; todo está planeado para ello. Eso es precisamente lo que busca nuestra protagonista: llegar a ser “el actor perfecto”. Y su ambición será lo que la lleve a caer en los brazos de las prohibidas prácticas de Gdula (curiosidad: en la parte final del film, mientras Stella busca su móvil, se puede apreciar sobre una mesa el libro de “Fausto”. Recordad la importancia de la muerte en la obra de Goethe). El problema de dichas prácticas es que juegan con algo mucho más fatídico que la muerte, y es la sensación de estar muerto partiendo del dolor, mayoritariamente psicológico, derivado de heridas que pueden abrirse con facilidad, SPOILER y que se corresponden con uno de los cánones que se buscan en las víctimas: un trauma. Lo que explica el porqué del sobresalto de los profesores cuando Stella recita Electra, ya que la intención es experimentar la muerte partiendo de una base psicológica con el fin de obtener la perfección. Precisamente eso es lo que representa el final de Masks, el goce de la perfección interpretativa a través de la muerte, de la tragedia; o lo que es lo mismo: muerte de verdad (vivir) = perfección interpretativa (actuar). Esa es la razón de ese apabullante aplauso final, algo absolutamente macabro (un final algo parecido a lo que vimos en “Amer” de Hélène Cattet y Bruno Forzani; pero no me malinterpretéis, “Amer” es una cosa, “Masks” es otra, y eso es algo que parece ser que nadie comprende) FIN DE SPOILER.

Es decir, el objetivo es obtener la esencia de la emoción, saltándose el límite entre realidad y ficción, el límite entre actuar y vivir, el límite entre verdad y mentira que debería conocer todo actor que se precie (y eso es lo que buscaba Andreas Marschall de Masks, sobrepasar ese límite). En líneas generales se podría decir que Andreas Marschall aprovecha esa visión procedente de la vertiente romántica en lo referente a la muerte para poder aplicarla en Masks como expresión pictórica.

En cuanto al apartado técnico, podéis estar satisfechos. Una de las mejores cosas que tiene Masks es que su director ha sabido captar muy bien la esencia de la obra de Argento, no solo argumentalmente, sino también visualmente. Y es que no se necesita de un gran reparto, ni tampoco de un gran presupuesto para realizar un remake de Suspiria… o al menos homenajearla. Andreas Marschall ha sabido crear una ambientación parecida en Masks mediante un recargamiento de elementos góticos y cierto tenebrismo, al que se añade un juego cromático de luces y de adornos en la que destaca el rojo sobre el resto de tonalidades, resultando todo muy grandilocuente, llamativo, y lo que es mejor, fantasmagórico e hipnótico. Todo ello sin menoscabo de añadir ciertos planos demasiado idénticos a los que nos solía ofrecer Argento en sus giallos.

Por otro lado tenemos una banda sonora de lo más giallesca que combina el “Krautrock” con melodías clásicas comerciales, dando como resultado una obra maestra sonora. Me atrevería a decir que es incluso mejor que la banda sonora de Tears of Kali (que no es poco). Por lo tanto Masks podríamos decir que es una preciosidad, tanto desde una perspectiva visual como musical.

El reparto me ha sorprendido gratamente. Cuando vi el tráiler (ni se os ocurra verlo… por nada del mundo), me temí lo peor; pero a medida que avanza la trama se puede apreciar cierto carisma, cierto encanto y cierto erotismo en la protagonista principal: Susen Ermich; que interpreta el papel de Stella (creo que me he enamorado), resulta ser una gran actriz a tener muy en cuenta en un futuro. Y es tan solo la punta del iceberg de un gran reparto.

La única pega que le pongo al apartado técnico es el gore. Lo cierto es que no solo me esperaba de Masks un giallo, también me esperaba un remake y por lo tanto necesitaba ver un gore mucho más explicito y absurdo, más cómico (en el fondo lo qué quería era ver a Argento… gran, gran error) y claro, me encontré con un “gore glam” mucho más clásico, mejor trabajado, de cierta alcurnia; mucho más a lo Andreas Marschall, pero no tan visceral y radical como me esperaba.

Dejando a un lado los aspectos positivos de la película, nos encontramos con algún que otro problema. El primero es la duración. Para los que conozcáis un poco al director sabréis a qué me refiero. Es muy difícil mantener el misterio durante tanto tiempo. Provoca que muchos espectadores acaben impacientándose y por lo tanto perdiendo el interés. Además Masks adolece de la inclusión de ciertos añadidos más propios del slasher actual que del giallo - como son los típicos clichés de la trama policial o el novio desesperado con el fin de obtener “carnaza fácil” – que no vienen a cuento y desentonan muchísimo con la atmósfera lograda hasta entonces.

En conclusión Masks no es un simple neo-giallo de bajo presupuesto. Es un ejercicio fílmico interesante, enfermizo y macabro. Una joyita para todo fan de los sectarios, del giallo y del cine indie. Puede que sea un remake encubierto, y puede que no tenga el mismo mérito que Tears of Kali; pero dejemos claro que no es un remake hecho por cualquiera, sino un remake hecho por un fan que desprende devoción absoluta por el género, pero al mismo tiempo sabe darle su propio toque de originalidad (suena irónico ¿verdad?). Muchos dicen que Masks es “El Suspiria del siglo XXI”, y no me molesta lo más mínimo dicha afirmación sencillamente porque, en el fondo, yo también lo pienso… y me alegro de que así sea. Para mí de lo mejorcito del año. Altamente recomendable… y recordad, ni se os ocurra ver el tráiler.