Drácula 3D

Es indiscutible que no se puede entender la historia del cine fantástico, y más del europeo, sin la obra de Darío Argento. Títulos como Profundo rojo, Suspiria o El pájaro de las plumas de cristal encumbraron el género “giallo” a lo más alto (policíaco italiano de asesinatos, generalmente cometido por psicópatas, plagado de crímenes escabrosos, y fetichismo en el uso de las armas), y junto a Lucio Fulci y Mario Bava, lograron que el fantástico italiano de los 70 fuese todo un referente en el difícil arte del escalofrío.

El cine de Argento se caracterizaba por su tremenda artificiosidad, por unas secuencias y planos abigarrados, y un “horror vacui” a la hora de filmar, fascinante para algunos (entre los que me incluyo) y pretencioso y aburrido para otros (entre los que a veces también me incluyo). Un estilo intenso, tremendamente visual, que suele ir en detrimento de un guión que generalmente no deja de ser superficial, y que sirve únicamente de excusa para concatenar sus secuencias de pesadilla.

A mediados de la década de los 80, su cine fue perdiendo interés y la actividad de Argento se volcó más en labores de producción de nuevos talentos. Es en esta época cuando realiza El gato negro dentro de la película de dos segmentos Los ojos del diablo, una revisión del cuento de Poe que, en fotografía y maneras, recordaba al terror de la Hammer, y a la vez mantenía el espíritu que le había hecho célebre.

Siete años después volvió a la carga en su revisión de los clásicos, en este caso de Los crímenes del museo de cera, con el guión de La máscara de Cera. La dirección quedó a cargo de Sergio Stivaletti, aunque la sombra de Argento era evidente en todo el metraje. Al año siguiente escribe y dirige su particular Fantasma de la ópera, uno de los más sangrientos hasta la fecha y también uno de los más desmadrados en cuanto a guión. Para mí, también es el momento en el que el cine de Argento entra en el desierto de la indiferencia y su fórmula se agota por completo. Pero el director no deja de trabajar en ningún instante. Ya en el nuevo siglo, cierra la trilogía de las tres madres con La madre de las lágrimas y dirige algunos giallos menores en los que muestra una contención inusual.

Su mediometraje Jennifer basado en el comic de Berny Wrightson y Bruce Jones, vuelve a colocar a Argento en boca de todos los fans del género, realizando con él, a mi juicio, su mejor obra de la pasada década.

Ahora Argento regresa a su silla de director con Drácula 3d, una película excesiva, trasnochada y totalmente infiel a la obra original en la que se basa. Argento insiste en que se trata de su homenaje al cine de vampiros de la Hammer, y es cierto que la cinta destila el erotismo del destape más gratuito, y un aire viejo en el color y la fotografía; pero hasta ahí llegan las virtudes de este revival.

El Drácula de Argento se preocupa más en sorprender al espectador con las constantes muertes del reparto, que en desarrollar una historia vampírica. Tampoco muestra interés alguno en seguir el hilo argumental , y todos los personajes, Drácula incluido, aparecen desdibujados, vacíos en sus frases y absurdos en su comportamiento. La atmósfera gótica tampoco se mantiene y los decorados, de cartón piedra, recuerdan más al Dogville de Lars Von Trier (Dogville, 2003) o a un teatro de instituto que a una producción de cine.

Eso sí, donde la producción se ha cuidado es en el gore, pero de nuevo lo vergonzante de algunas muertes (Drácula llega a transformarse en una mantis religiosa gigante) evita que el espectador entre en esta historia a no ser que sea para tomársela a chifla.

El reparto tampoco está mucho más acertado, y es una pena… claro que resulta imposible culparles por no entrar en el papel con diálogos y situaciones tan absurdas. Con todo y con eso sorprende el desinterés de Rutger Hauer, que parece que pasaba por allí, o que actuaba a cambio de un par de chupitos; muy triste para un actor que para mí ha sido mítico. Asia argento tampoco lo hace mucho mejor, pero al menos pone algo de carne en el asador, concretamente sus dos pechos, en uno de esos desnudos propios del destape por lo gratuito y explícito. Y el pobre Thomas Kretschmann lo intenta, pero su Drácula pasará sin duda a ser uno de los más planos que ha dado el cine de terror.

Con todo lo dicho, es sumamente difícil llegar a reseñar algo positivo de este título. Sin duda a los amantes de la estereoscopía ésta les servirá de aliciente. Gracias a ella disfrutarán de alguno de los escabrosos crímenes que se cometen ante la cámara; pero tampoco es que el 3d sea especialmente brillante. Lo mismo podemos decir de los FX: si bien la mayoría están correctos, algunas de la infografías parecen de la década pasada. Para mí, de todos modos, el desastre general y el desmadre de guión, la hacen digna de visitar, aunque sólo sea para ponerla a caldo después.