The Ghostmaker

Que la crisis es una oportunidad de negocio es una de esas verdades dolorosas que, sin embargo, esconde un reverso positivo. Cuando todo decae y el público deja de acudir al cine por sus elevados precios, y de comprar novedades en dvd y blu ray a la espera de que pasen un par de meses para que cueste la mitad, hay un hueco para productos que antes, en épocas de bonanza, estaban absolutamente fuera de la circulación porque todo era muchísimo más caro. La película que nos ocupa se vende en dvd vía Amazon por menos de 15 dólares, unos 12 euros, precio inaudito en España para una novedad, lamentablemente. A la vez, se puede ver en streaming desde la web del gigante online por 4 dólares, y misteriosamente, en su ficha de imdb aseguran que se va a estrenar el 29 de noviembre en los cines de Alemania. Sinceramente, no sé si esto es un despropósito o hay un plan maestro detrás.

Al margen de todo esto, creo que es saludable la llegada a nuestras pantallas de un producto como The Ghostmaker. Entendámonos: no es una obra maestra, y tiene más de una carencia, pero está por encima de la media de su clase (serie B baja tirando a Z) y, sobre todo, vuelve a ser un ejemplo más de cómo a las grandes compañías les cuesta adaptarse a los cambios, mientras que las pequeñas son las que acaban por encontrar (ojalá que sí) el camino que luego seguirán las otras.

Kyle (Aaron Dean Eisenberg) es un estudiante que últimamente está descuidando todo lo que le importa: su carrera, su novia, Julie (Liz Fenning) y su compañero de piso, Sutton (J. Walter Holland). Además, está empezando a tontear demasiado con las anfetaminas y, para sacarse un sobresueldo, trabaja en una empresa de limpieza. Un día, recogiendo las pertenencias de un fallecido, encuentra algo parecido a un ataúd. Decide no tirarlo y venderlo por ebay, pero cuando lo inspecciona, descubre que aquello no es exactamente lo que aparenta. Con la ayuda de un profesor de la facultad, Platt (Jared Grey), averiguan que se trata de una máquina ideada por un alemán asocidado a la Santa Inquisición, que promete acercar al hombre a la muerte… y traerlo de vuelta con vida. Kyle, Sutton y Platt no tardarán en probarlo.

Excepto Platt, que se deja llevar por su afán investigador, los otros dos lo usarán en beneficio propio. Sorprende, desde el principio, tanto lo ágil de la propuesta como lo bien planteada que está. Porque, dejémonos de historias, si alguien pudiera convertirse en un espíritu durante un tiempo, me juego el cuello a que uno de los destinos que primero se visitarían sería uno de los que aquí se plantean: el vestuario de un gimnasio. Y, así de simple, con la contundencia del sentido común, The Ghostmaker se adentra en el camino de la sencillez y la eficacia. Y no lo abandona, lo que quiere decir que estamos ante una película con un buen ritmo y cabal, en la que pocas cosas chirrían. Si la historia engancha, es porque los personajes están bien y te interesa cómo utilizan esa oportunidad que cae en sus manos. Además, como se supone que la máquina lo que hace es una suerte de simulación de muerte, la explicación de cómo lo consigue tiene cierto sentido, dentro de que hablamos de un proyecto de ficción.

Como se ha mencionado antes, la película tiene sus carencias, y obviamente éstas vienen en el apartado técnico. Hay un villano, sí, y lamentablemente está hecho con CGI, con todo lo que ello convella. Es el artífice, además, de un par de muertes bastante malas, que suceden donde tienen que suceder, en el tramo final, pero suponen un bajón a toda regla en un material que, hasta ese momento, había sorprendido por su solvencia a pesar de su bajo presupuesto.

Tras The Ghostmaker se encuentra una pequeña productora, Empire Films, que sólo comparte el nombre con el que fue el proyecto de Charles Band en los noventa (Empire, a secas). En su web nos encontramos con toda una declaración de intenciones: “La misión de Empire Pictures es producir películas estéticamente bellas que sean viables comercialmente sin renunciar a nuestro sentido de la integridad artística”. Y tras estas palabras está Domiziano Arcangeli, modelo prodigio a los 13 años reconvertido en actor, director, productor. Y lo cierto es que parece que hay algo de verdad en todo esto, que no es sólo una pose o un modo rápido y barato de hacer dinero. Me explico: cuando algo se presenta con voluntad “artística” normalmente es para echarse a temblar. Sin embargo, tras echarle un vistazo a The House of Flesh Mannequins (Domiziano Cristopharo, 2009) y Orgy of Blood (Creep Creepersin, 2010), creo que en estos proyectos, por lo menos, los problemas no vienen por su voluntad de “artísticos”. Es más, gracias a esta, estamos ante pelis de bajo o casi inexistente presupuesto, pero que dan la impresión de tener una factura técnica mas que decente, gracias a una planificación y montaje de bastante calidad, y una fotografía que de un modo nada sutil abusa de filtros o luces saturadas, aunque el efecto que consigue es el buscado. Además, en general, podemos hablar de planos bastante bien construidos, algo casi inexistente en este tipo de propuestas. Por el contrario, los problemas existen: Orgy of Blood es erótica en el peor sentido de la palabra, hay muchos y constantes desnudos, sí, tanto masculinos como femeninos, sí, pero aunque sobrepasa un par de barreras (lo que es de agradecer), se queda a la altura de los telefilms de Playboy. Vamos, que calienta pero no lleva a ebullición. Y como peli de terror no se sostiene. The House of Flesh Mannequins es bastante más sólida e igualmente plagada de sexo, pero en ella la voluntad artística la lleva por derroteros que pueden no ser del gusto de todo el mundo. A este que escribe, a ratos, le aburrió.

The Ghostmaker es, de los tres títulos señalados, el mejor. Insisto: su construcción es buena y, aunque se queda corta en el terror, funciona bien como thriller o como película fantástica. Por tanto, sólo queda esperar que este grupo en torno a Empire Films dé con el argumento o historia que legitime al cien por cien su modo de hacer películas, constatando una vez más lo absurdo que es ningunear al terror porque, aunque por estos foros lo tengamos muy claro, a veces parece que se olvida: dar miedo es muy difícil.