Viaje alucinante al fondo de la mente

El doctor Eddie Jessup (William Hurt) vive obsesionado por la estructura de la mente humana, por descubrir qué se esconde bajo las capas de personalidad y ego que creamos. En sus pesquisas no duda en emplear todo tipo de drogas y técnicas para alcanzar estados alterados de conciencia. Conocer a la que será su esposa, Emily (Blair Brown), y formar una familia, logra paliar en parte sus inquietudes; pero pasados los años decide retomar sus investigaciones con una droga chamánica desconocida. Poco a poco irá viviendo experiencias regresivas más intensas hasta conectar con una naturaleza incontrolable y peligrosa.

A finales de los 70 la novela Altered States era todo un éxito de público y crítica. Su autor, Paddy Chayefsky (con tres oscars como guionista), se basó en las investigaciones psicológicas de la época para llevarla a cabo. Desde el principio tenía muy clara su adaptación a la gran pantalla. La dirección pasó por varias manos, desde Kubrick a Steven Spielberg, pero finalmente fue el británico Ken Russell, que gozaba de gran éxito tras dirigir el musical de los Who, Tommy, el que se hizo con las riendas del proyecto.

La historia venía a ser una revisión del clásico de Robert Louis Stevenson El extraño caso del doctor Jekyll y míster Hyde, endulzado la trama con una historia de amor y lealtad que, tanto en el libro como en la película, termina por ser la fuerza más potente del universo. Por el camino la historia pasea por los misterios de nuestro cerebro, por la diferenciación de lo que es personalidad y lo que es conocimiento atávico o programación genética… misterios a los que desgraciadamente nadie aún puede dar respuesta.

Uno de los grandes aciertos de la película era su envoltura realista pues, hasta llegar a su último tercio, todo lo que sucede es perfectamente factible. Otro acierto: su eficiencia a la hora de transmitir al espectador el mundo onírico de Eddie. Visiones y pesadillas impecables en cuanto a edición, efectos y color se refiere, que acercan al espectador, de forma muy veraz, a la experiencia de un viaje introspectivo inducido por el consumo de drogas (doy fe de ello). Sería complejo encontrar, en la actualidad, una producción del peso de la que hablamos, que mostrara con tanta naturalidad el consumo de drogas sin llegar a moralizar en exceso sobre el tema. Lo mismo ocurre con la historia de amor que sobrevuela la película y que se aleja del concepto tradicional de pareja feliz made in Hollywood, para mostrar una relación más abierta donde además de amor hay profunda lealtad y admiración mútua. Y es que, desde luego, la historia es heredera directa del espíritu libre de los 70.

Viaje alucinante al fondo de la mente entronca en lo visual con el oficio y el look de las grandes producciones clásicas de la época; con actuaciones, fotografía, banda sonora y dirección tremendamente cuidadas. Resulta casi inevitable durante su visionado acordarnos de títulos como El exorcista, 2001 , Un hombre lobo americano en Londres o El ente. Al igual que en estas, sus efectos especiales son asombrosos, teniendo en cuenta los más de 30 años que carga a sus espaldas y que son enteramente analógicos. Y es que, en el único aspecto en el que a la película se le nota realmente el paso del tiempo es en su conclusión. Demasiado simplista y cogida con alfileres, y que apostaba por los efectos especiales para paliar las carencias de su edulcorado final.

Desgraciadamente, a pesar de sus virtudes, el título no ha gozado de la difusión de las anteriormente mencionadas, y poco a poco se ha ido perdiendo para las nuevas generaciones para las que es prácticamente una desconocida o, en el mejor de los casos, una película menor… Nada más lejos de la realidad, así que aprovechando la oportunidad de este foro me he animado a realizar esta humilde reseña, reivindicando su valía y recomendando una sana revisitación.