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El Apocalipsis Zombie ha llegado...

Se reclutan voluntarios

Llevaba semanas preparando el “golpe”, así que nada podía fallar. Ya tenía elegido el sitio: un viejo solar abandonado el que agonizaban las viejas ruinas de un edificio que apodábamos con el simpático nombre de “el caserón” y que servía de refugio para pequeñas Almas Oscuras dedicadas a organizar timbas ilegales de cromos y canicas (eso sí eran juegos de verdad y no las pijadas de última generación devoradoras de tarjeta gráfica). Ahora sólo me faltaba la “mercancía”, pero corrían los años 80, una época mucho menos hipócrita y alarmista para este tema y por lo que uno siempre podía contar con la complicidad de algún kiosquero sin escrúpulos. Así que, me armé de una fingida confianza que no sentía en absoluto y con unas precarias diez pesetas de por aquél entonces, le dije al dependiente en tono muy serio: “un Fortuna suelto, por favor”. Acababa de comprarme mi primer cigarrillo.

Refugiado en mi escondite y provisto de un paquete de cerillas que había birlado a mi madre y que debía devolver antes de que se percatara de su extraña desaparición, procedí a encender el objeto de mi psicotrópica curiosidad. ¡Ah, el placer de saborear lo prohibido! ¡Estaba fumando! Aún no sabía cómo hacer para expulsar el humo por la nariz, pero con aspirar y expirar me bastaba. ¡Porque ya era un chico mayor! Saborearía eso a lo que todo el mundo estaba enganchado. Seguro que tenía algún tipo de facultad especial, que me daría más energía o algo igual de excitante.

Ahora ya era un tipo duro que sería objeto de las miradas lascivas de las lolitas púberes de turno. ¡Tendría el mundo a mis pies! Pero… ¿de veras sería así? Ya llevaba medio pitillo y no notaba absolutamente nada, salvo un desagradable sabor acre a madera quemada que sólo pude combatir con un paquete entero de chicles Bang-Bang (aquellos y los Cheiw sí que eran chicles para “hombres” y no las mierdas con xylitol que venden ahora). La incipiente desilusión se truncó en franca decepción. ¿Así que fumar era esa bobada? ¡Y encima te jodía el bolsillo y los pulmones! Pues no valía la pena. Mi coqueteo con las drogas había terminado antes de comenzar.

Juventud, divino tesoro de After Hours

Tenía ya muy claro que jamás me pringaría con esa clase de mierdas, pero no dejé de “relacionarme” con ellas pues estaba ya en la edad de ir de farra por discotecas y antros infames en los que lo difícil no era entrar sino salir. Tugurios de mala muerte donde podías tocar el techo con la mano y que del mismo goteaba un mohoso rocío fruto de la transpiración de un sobrepasado aforo de gente puesta hasta las cejas. Allí se movía de todo, pero un servidor sólo consumía Coca-Colas pues soy de los que con un café con hielo se pasa dos días sin dormir boca abajo y colgado del techo. Fue en una esas guaridas donde conocí a “El Patas”, el camello del lugar cuyo apodo derivada de su metro noventa de estatura.

Tras dejarle bien claro mi postura de “mens sana in corpore sano”, sin embargo trabamos cierta relación, que no amistad (con esa clase de hijos de puta, dispuestos a matar a su madre a puñaladas por una dosis, no se puede ni se debe entablar amistad, pero es bueno tener “contactos” hasta en el Infierno) y comenzó a explicarme el funcionamiento del mercado. A veces cortaba las pastillas con harina, talco o incluso tiza (alucinad) para así hacerlas menos puras y poder vender más cantidad. O bien preparaba lo que llamaba “hiroshimas”, una especie de caramelo compuesto de “speed” (anfeta pulverizada), “éxtasis” (MDMA) y un cuarto de “tripi” (LSD) de efectos imprevisibles. Como aquella vez en la que cuatro porteros como armarios sacaron a duras penas a una chica en volandas que totalmente enajenada seguía intentando bailar, ejecutando una especie de “posesión techno” cual versión bacaladera de “El Exorcista”, mientras gritaba extasiada (nunca mejor dicho): “¡Puedo sentir la música! ¡Puedo sentirla!”.

Eso me bastó para frecuentar otros ambientes más tranquilos. Se me quitaron las ganas de bailar y volver a presenciar escenas dantescas como aquélla. Encima era una chica preciosa, de las que te imaginas con un par de alas de mariposa desplegadas a la espalda a lo Victoria Francés. Una pena. Pero me percaté de que surgía un nuevo “mercado floreciente” donde si bien la coca seguía siendo la “reina” del mambo, para los muchos bolsillos menos pudientes había otras “alternativas” igual de eficaces y peligrosas, como la emergente “ketamina” usada como sedante animal. Ojo, que no critico ni juzgo a nadie. Cada uno es ya mayorcito y allá él con su prematuro enfisema o taquicardia terminal.

Lo mejor siempre está por llegar: una cuestión de “higiene personal”

“Sales de baño”, colegas. Como lo estáis leyendo. Ni escapes radiactivos, ni oscuros virus gubernamentales, ni tetradotoxinas vudú destiladas del pez globo. Nada de eso. ¡Unas putas “sales de baño” (MDPV)! Estaba yo tan feliz viendo en YouTube la serie documental Alienígenas Ancestrales (juraría que algunos me han dado clase en la Universidad, pero bueno, ése es otro tema) con mis cascos Sony XB300 puestos a nivel de sordera, cuando veo a mi madre realizándome imperantes aspavientos para que vaya a ver la tele. Como sabe que soy un gran aficionado a los temas paranormales, pues trato de huir a diario de la mediocridad que me rodea (sin lograrlo la mayoría de las veces) observando realidades alternativas, me dijo que no me perdiera de lo que estaban hablando los “eruditos” tertulianos de postal.

Y flipé en colores. Tuve que comprobar que ya había pasado el Día De Los Inocentes porque aquello tenía que ser una maldita broma, pero tras lo de la “burundanga”, ya vaya usted a saber. Advertían que una nueva droga conocida como “sales de baño o séptimo cielo” provocaba en las víctimas un estado de enajenación metal que les llevaba a desnudarse debido al terrible incremento de la temperatura corporal y la presión sanguínea, sufriendo paranoia y agresividad extrema llegando a atacar a mordiscos y arrancar pedazos de carne de todo aquél que se pusiera por delante, además de mostrar una insensibilidad casi absoluta al dolor, como el caso de un individuo que tras autoinfligirse cincuenta puñaladas en el estómago, tuvo tiempo de arrojar parte de sus propios intestinos a los policías que intentaban reducirle.

¿Realidad o ficción? Quizá no sea más que un simple “hoax” que ha cobrado mayor protagonismo del debido gracias a las redes sociales y los cada vez más fáciles trucajes de YouTube. O puede que estemos ante una genial campaña viral de Capcom para su próximo “Resident Evil” (sería lo único bueno que han hecho con las últimas entregas) o de la productora de Brad Pitt para promocionar su dudosa *World War Z”. ¿Se referían a esto los cabroncetes de los mayas? ¿Vosotros qué opináis Almas Oscuras? ¿Estáis preparados para “el fin de los tiempos”? Comprobadlo: Real Zombie Survival Test.


Vuestros comentarios

1. 22 ene 2013, 19:57 | Bob Rock

MASP.- Que grande, pero que grande! Me encantan estos artículos que aportan algo diferente, sobre todo teniendo en cuenta que el género en sí, dentro del mundo cinematográfico está definitivamente algo rancio (a ver si Silent Hill 3D me vuelve a meter en la pesadilla, si no me rindo, je je je)

Un abrazo y pa’lante!!

2. 22 ene 2013, 21:52 | Manu B. (La Juventud Tóxica)

Joder Bob! Ganas mil de cerveza o cafelillo con vd. Me alegra verte por aquí de nuevo. Te mande un sms hace un tiempo… Tenemos pendientes esos Kinki Zombies… sin ti no saldrán nunca de sus tumbas rumberas;)

Un abrazo fuerte amigo!

PD: ¿Cómo consigo el librillo?

3. 22 ene 2013, 22:45 | RedRum

Realidad como la copa de un pino (la realidad ha vuelto a superar a la ficción de forma grotesca), y las consecuencias son esas: caníbales desnudos comiéndose a la gente xD. Acabamos de descubrir el origen de the day 2011 xD.

PD: gran artículo Masp, yo me enteré hace un par de semanas de los sucesos y también flipe en colores.
El Apocalisis Zombie ha llegado (yo no lo habría podido explicar mejor).

4. 11 ago 2015, 04:00 | jersson montoya

si me reclutaran para matar zombis lo aria

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