God Bless America

Frank no soporta el mundo en el que vive. Le asquea la televisión y sus mensajes, la alienación de su entorno, lo burdo y superficial de la moral actual, la hipocresía, la envidia, la fama fácil, la burla, el abuso, su ex mujer, el capitalismo, la falta de cultura, el pusilánime novio de su ex mujer, la comercialización del dolor, de la vergüenza, la humillación, el materialismo de su hija, sus compañeros de trabajo, la ultraderecha, los defensores de la patria, los antisemitas, los realitys, el pop comercial… Frank no soporta el mundo en el que vive… Para colmo ha perdido su empleo, se ha llevado un desengaño amoroso y, lo peor de todo, acaban de diagnosticarle cáncer en su cerebro, un tumor no operable y fulminante. Es mucho más de lo que alguien puede soportar en un día y, antes de seguir sufriendo, decide meterse un arma en la boca y terminar de una vez con todo. Pero ya que va a morir es mejor hacerlo dejando un mundo mejor. Así que, con su arma, decide repartir un poco de justicia. No tardará en encontrar una joven con sus mismas inquietudes y, juntos, recorrerán América enderezando todo aquello que esté torcido.

Es frecuente encontrar en el cine norteamericano historias que hablen de personajes inadaptados y al límite, pequeñas ollas a presión que explotan con funestas consecuencias. Lo curioso es lo fácil que se hace empatizar con ellos, meterse en su piel y aplaudir sus acciones pese a lo reprobable de las mismas. Es en ese momento cuando nos paramos a reflexionar y nos damos cuenta de lo profundo que estamos rodando dentro de una maquinaria que cada vez aprieta más y satisface menos. También descubrimos la banalidad de una sociedad que insiste en mirarse a sí misma y que, por lo general, carece de cualquier sentido de autocrítica. Y, lo que es peor, carece de cualquier sentido de autoestima. Descubrimos al monstruo a través de los ojos del monstruo y nos damos cuenta que con un poco de mala suerte podríamos llegar a ser estas personas.

Al igual que Michael Douglas en Un día de furia o De Niro en Taxy driver, Frank (Joel Murray, que borda el papel) va a ser la voz del estresado y va a desnudar la hipocresía de la sociedad moderna diciendo y haciendo lo que muchos pensamos pero somos incapaces de verbalizar. Aunque, claro, sus métodos se pasan de expeditivos. En lo que se diferencia Frank de otros personajes anteriores es que su director y guionista, Bobcat Goldthwait, no va a introducir ningún giro que nos haga cuestionar la moralidad de las acciones del protagonista, no lo vestirá como un loco celoso o atormentará con un error en la elección de sus víctimas; Frank será, a veces muy a su pesar, la representación viva de la integridad. En un viaje interior y exterior (la película es una roadmovie) que culminará en un escenario predecible pero no por ello menos disfrutable.

Acompañando a nuestro protagonista tendremos a una adolescente (también magnífica la interpretación de Tara Lynne Barr) más fascinada por las acciones violentas de su partenaire que convencida de hacer lo correcto. Una fiel adoradora de la violencia actual, que en el fondo, es la otra cara de la misma moneda que detesta Frank; aunque éste, cegado por su admiración y su relación entre paternal y sentimental, no llega a ser consiente en ningún momento de ello. Un contrapunto fantástico que ayuda a equilibrar la balanza entre bien y mal y que, pese a no moralizar en ningún momento, supone una brújula para que el espectador no se pierda en la sutil frontera ética por la que se pasea este título.

Cinematográficamente la película acierta en su retrato social, en gran medida, gracias a las imágenes ficticias con las que intoxica la mente de nuestros protagonistas. Imágenes cargadas de humor negro y segundas intenciones pero, a su vez, increíblemente verosímiles y esto último es quizá lo más terrorífico de todo.

Nos encontramos pues ante una película valiente, divertida que, a su vez, invita a la reflexión. Plagada de momentos violentos que, aunque nos remite a episodios muy duros de los sucesos luctuosos de la Norte América actual, sabe tocarlos de forma respetuosa sin evitar su carga crítica.

Sangrienta, bien interpretada, con una estupenda banda sonora, plagada de líneas de diálogos brillantes… Os recomiendo de corazón que no os la perdáis.