The ABCs of Death

26 piezas provenientes de 26 directores de nacionalidades diversas, todos ellos con un estilo y una personalidad muy distinta, y abordando la muerte desde 26 perspectivas muy personales. Las reglas, por lo visto, eran claras y concisas: todos los cortometrajes, de una duración aproximada de entre 4 y 5 minutos, debían contener al menos una muerte que pudiera relacionarse con la letra del alfabeto asignada a cada director (se supone que por sorteo). Para llevar a cabo su encargo, cada director contaba con un ajustado calendario de rodaje, 5.000 dólares de presupuesto que, se supone, podían gastar como mejor les viniera en gana, y, por supuesto total libertad creativa.

The ABC’s of Death es una propuesta original, sincera (se evidencia en cada una de las piezas esa libertad creativa a la que os hacía referencia), distinta y, casi por definición…, IRREGULAR. Es prácticamente una cuestión de lógica o de sentido común. Y es que no podía ser de otra manera, atendiendo a la heterogeneidad de la propuesta: en The ABC’s of Death hay de todo, como en botica. Hay piezas ingeniosas que logran arrancarte una sonrisa de complicidad (Apocalypse, Cycle, Quack); otras con las que tuerces el gesto por una cuestión de pura incomodidad (XXL, Líbido); otras que, sencillamente, son incapaces de dejar huella (Hydro-electric diffusion, Bigfoot, Nuptials, Pressure); alguna en la que te preguntas en qué coño se habrá gastado el director los 5.000 € de presupuesto (Miscarriage), y finalmente hay un grupito (pequeño) de piezas EXTRA-OR-DI-NA-RIAS capaces de justificar, por si solas, el hecho de soportar estoicamente los más de 120 minutos de duración de la película.

Por cierto, podríamos destacar un último grupo formado por Noburo Iguchi (F de Fart) y Yoshihiro Nishimura, demostrando, una vez más, que a estos locos nipones (y en The ABCs of Death se les va la pinza de una manera extraordinaria) hay que darles de comer aparte.

Antes de ofreceros mis impresiones sobre algunos de los cortometrajes que forman parte de la antología, me gustaría destacar las razones por las que deberíais, al menos, darle una oportunidad a The ABCs of Death. La impresión general que pueda depararos un proyecto de estas características dependerá en gran medida de esa especie de equilibrio interno entre las piezas que lograrán, de una manera u otra, captar vuestra atención; en contraposición a aquellas que, probablemente, ya habréis olvidado justo al iniciarse los títulos de crédito finales.
Nacho Vigalondo, en la presentación del pase que tuvo lugar en el Auditori de Sitges, comentó algo parecido a que lo bueno de The ABCs of Death es que si un cortometraje te parecía una mierda, tan solo tenías que esperar unos cuatro minutos a que empezara el siguiente. Supongo que no es tan sencillo como lo pintaba Vigalondo. En los primeros compases de la película la cosa se sobrelleva con relativa facilidad, pero cuando llevas más de hora y media de metraje y te caen, en mitad de la frente, un par de piezas con las que no conectas en absoluto, tu paciencia y tu capacidad de atención pueden llegar a resentirse.

Pero en términos generales, repito, me parece una propuesta lo suficientemente arriesgada y heterogénea (la variedad de temáticas y estilos es su principal valor), como para que aquellos que tengáis la posibilidad de hacerlo, le deis una oportunidad.

Y ahora sí, llega el momento de hablaros, muy brevemente, de aquellos cortometrajes de The ABCs of Death que, por razones muy diversas, lograron, como mínimo, llamar mi atención.

La providencia quiso que fuera el único director español, Nacho Vigalondo, el que diera el pistoletazo de salida. Y visto el resultado final, la citada providencia no pudo estar más acertada. No os voy a contar nada sobre el argumento de A de Apocalypse porque correría el riesgo, innecesario, de destrozaros la sorpresa. Tan solo deciros que la pieza de Vigalondo funciona como un buen chiste: rápido, conciso y, en última instancia, gracioso. La sonrisa de complicidad con la propuesta de Vigalondo, por mi parte, fue inevitable.

Tras el anódino B de Bigfoot a cargo de Adrián García Bogliano y de la interesante peripecia espacio-temporal de Ernesto Díaz Espinoza en C de Cycle, le llega el turno a mi letra favorita: la D de Dogfight. Dirigido por Marcel Sarmiento (a quien le debemos la siempre reivindicable Deadgirl), D de Dogfight es un hipnótico y espectacular ejercicio de estilo que relata el enfrentamiento a muerte entre un decadente boxeador y un perro rabioso. Una brutal filigrana visual, dotada de una fisicidad imponente, cuyo resultado final justifica por si solo el visionado de The ABCs of Death.

Seguimos adelante, pasando por encima del desastre post-nuclear resuelto a peos del gran Iguchi (F de Fart… lo siento, en esta ocasión no me hizo gracia), hasta llegar a la L de Libido, la pieza más salvaje y radical de la antología. Debo confesaros que tras los primeros compases de L de Libido llegué a creer, con total convicción además, que su director no podía ser otro que el serbio Srdjan Spasojevic, director de la polémica A Serbian Film. Obviamente me equivocaba. Tras este enfermizo concurso que pone a prueba la capacidad de sus participantes de experimentar placer sexual en una serie de situaciones y condiciones realmente extremas (algunas de ellas bastante desagradables) se encuentra el director indonesio Timo Tjahanto, componente de los MO Brothers (Macabre, 2009).

Tras disfrutar de nuestro último orgasmo (O de Orgasm) cortesía de Bruno Forzani & Hélène Cattet, nos detenemos en Quack, un broma autoreferencial del estilo cine dentro del cine perpetrada por Adam Wingard y Simon Barret (respectivamente director y productor de la esperadísima You’re Next) que, curiosamiente, acaba teniendo su gracia. Incluso se permiten una chanza con el propio Vigalondo como víctima propicia.

Disfrutamos del estupendo desvarío de asfalto, goma y homenaje a las road movies dirigido por el siempre interesante Jake West (Doghouse, 2009) y realizamos, a continuación, una parada obligatoria en T de Toilet. Recordaros que la letra T era la única que no estaba previamente asignada a ningún director en concreto. Los productores de The ABCs of Death llevaron a cabo un concurso en el que se invitaba a realizadores amateurs de todo el mundo a presentar un pieza que optara a hacerse con la preciada letra T. El ganador del concurso fue Lee Hardcastle, que con su T de Toilet, un cortometraje hecho con animación de plastelina, nos ofrece una de las experiencias más salvajes y divertidas de The ABCs of Death. T de Toilet cuenta el via crucis de un chaval al que le aterroriza sentarse en el retrete para hacer sus necesidades.

A estas alturas ya nos hemos saltado al citado Srdjan Spasojevic, cuyo R de Removed, personalmente, no me aportó demasiado; y nos detenemos nuevamente en otro de los grandes, el francés Xavier Gens (The Divide, 2011). Su pieza, X de XXL, se encuentra entre lo más destacable de The ABCs of Death. Dura, excelente en su ejecución (una gran labor de maquillaje) y con un puntito - o puntazo – de crítica social. Desde luego nada que reprocharle al bueno de Gens.

Tras Gens le tocaba el turno a uno de los directores más esperados por un servidor: Jason Eisener, quien hará un par de años nos deleitó con su excepcional Hobo with a shotgun. Eisener en absoluto me decepcionó. Su Y de Youngbuck es un oscuro videoclip que mezcla mascotas de insituto con animadoras, pederastas y una brutal venganza. Por momentos me recordó al ya mítico videoclip de Nirvana, Smells lika a teen spirit.

Y para dar el carpetazo final a la antología qué mejor que cederle la palabra a ese gran genio del humor y las vísceras que es el japonés Yoshihiro Nishimura (Vampire Girl vs Frankenstein Girl, 2009). Su Z de Zetsumetsu es el auténtico WTF! (¿pero qué coño?) de The ABCs of Death, a pesar de que la letra W de la antología ya estaba reservada a una pieza que, precisamente, llevaba dicho título, W de WTF!. Lo de Nishimura es una auténtica locura surrealista que te hace dudar de la salud mental del director nipón (y esto lo digo desde el cariño que le tengo a Nishimura… y esencialmente a sus películas) y, sin duda alguna, es la pieza que tengo más ganas de volver a ver. Sospecho que el cansancio acumulado durante toda la travesía de The ABCs of Death me impidió disfrutar de Z de Zetsumetsu como era debido.

Eso es todo… Supongo que es hora de sacar algunas conclusiones (muy breves). Reitero mi recomendación. Es tal la variedad de estilos y temáticas que se dan cita en The ABCs of Death que será complicado que no haya alguna de sus piezas que os acabe gustando. Dicho esto, y en un plano más personal, NO puedo declararme un fan de The ABCs of Death. Las matemáticas, en esta ocasión, no mienten. Si llevo a cabo un recuento de los cortometrajes que me aportaron alguna cosa (que son aquellos de los que os acabo de hablar), y de aquellos otros que, por razones muy diversas, no lograron captar mi atención - o, sencillamente, no me gustaron – , la balanza, por desgracia, se inclina hacia estos últimos. The ABCs of the Death es una propuesta muy irregular que, en ocasiones, pone a prueba la resistencia del espectador y que, finalmente, se salva gracias a una serie de piezas muy puntuales que sí logran perdurar en la memoria y que sobresalen respecto al resto de cortometrajes que caen rápidamente en el olvido (y que, lamentablemente, son mayoría).

Un apunte sobre la puntuación: soy incapaz de puntuar una película de estas características en función de conceptos tan concretos como “Originalidad”, “Diversión” o “Gore”. Y en cuanto a la puntuación genérica, a pesar de lo irregular que pareció la propuesta y a que acabé con cierto regusto a decepción, le doy un aprobado porque considero que, al menos, vale la pena que le echéis un vistazo.