American Mary

Mary Mason es una prometedora aspirante a cirujana que, abrumada por las deudas, comienza a hacer sus pinitos en el intrincado mundo de las intervenciones ilegales. Poco a poco, se irá forjando un renombre, promovido por el contacto con diversas personalidades procedentes del mundo de la performance. Personajes dispuestos a pagar desorbitadas sumas a cambio de extremas modificaciones en su anatomía. Un buen día, Mary es víctima de un brutal acontecimiento que marcará su vida de manera irreversible…

American Mary es el segundo largometraje de Jen y Silvia Soska, más conocidas como “Twisted Twins”, que debutaron con Dead Hooker in a Trunk (2009), a través de su propia productora Twisted Twins Productions y que, después de este visionado, me atrevería a sospechar, van a darnos muchas alegrías en un futuro, esperemos, no demasiado lejano.

La cinta ha creado una expectación total en el festival de Sitges aun habiendo sido, de forma injusta, ignorada y descartada en algún que otro festival. Y ahora, vamos con el análisis de ésta maravilloso film que, desde un primer instante, sedujo y atrapó a una servidora…

Reconozco, abiertamente, que siempre me ha fascinado todo lo referente al mundo del performance y el transformismo en general. Documentales como Modify (2005) o Flesh and blood (2003), que exploran el polifacético mundo de la modificación corporal en todos los niveles, desde escarificaciones a implantes o tatuajes, han sido para mí un punto de referencia a la hora de tratar de comprender a personas que, por descabellado que parezca, tienen el valor de exteriorizar abiertamente cómo se sienten sin importarles los pensamientos ajenos o las miradas indiscretas. En cierta medida, es algo que siempre he admirado; algo por lo que nunca dejaré de sentir un profundo respeto.

Ese es uno de los motivos por los cuales disfruté tanto de American Mary, por la inquietante visión que muestra de este radical y personal estilo de vida, sin llegar a menospreciarlo o envilecerlo. El tema de la venganza personal como segundo telón de fondo, tan sometido a tela de juicio por algunos, es otro aspecto fascinante de esta cinta, que se torna en un aliciente más para decidirse a disfrutar de ésta memorable obra cargada de ambigua belleza.

En cuanto a la temática principal, que tanto he alabado, solo puedo poner la pega de haberle encontrado algunos pormenores que pueden restar credibilidad a la historia. Pormenores médicos que, si bien pueden resultar algo confusos y poco creíbles, quedan sepultados bajo una más que deslumbrante y agresiva estética, una eficaz trama y unas actuaciones que, en cualquier caso, constituyen el “alma máter” del film.

De un lado, tenemos a Katharine Isabell (Ginger Snaps, Freddy vs. Jason), convenientemente enfundada en ropa ajustada y tacones kilométricos, en el papel de la brillante y sexy Mary. Un papel que, a mi juicio, cumple a la perfección, ya que la acompañan tanto el físico como el temperamento para éste cometido. Es decir, en mi opinión, la chica ha sido muy bien elegida y el personaje le queda que ni pintado. Además, el modo en que su personalidad va “evolucionando” en relación al grado de extremismo de las intervenciones que va realizando, está representado de tal forma que consigue intrigar y mantener al espectador pegado a la pantalla sin pestañear apenas. O al menos ese fue mi caso.

La secundan, de forma acertadísima, un surtido y, en algunos casos, irreconocible elenco de intérpretes, entre los cuales destacaría, especialmente, a la modelo y actriz Tristan Risk o a la también sobresaliente Paula Lindberg. Destacar, también, el breve cameo de las Soska en el papel de clientas de la clandestinamente reconocida Mary.

Por otro lado, otorgaría una especial mención a los milagros obrados por el equipo de maquillaje y caracterización, ya que las transformaciones obradas en algunos personajes resultan verdaderamente increíbles y logradas. Muy en especial, me ceñiría al caso de las antes mencionadas Tristan Risk, en el papel de la “Betty Boop” de carne y hueso, cuya transfiguración resulta impresionante, o Paula Lindberg, la “muñeca humana” con anhelos de convertirse en un ser asexuado a la par que femenino.

En cuanto a los efectos visuales de American Mary, aclarar solo que el film no es para nada de índole morbosa y, por lo tanto, no hace hincapié en mostrarnos las intervenciones quirúrgicas con una especial atención. No es una película que pueda enmarcarse dentro del “gore” ni tampoco considerarse extrema.

En definitiva, una servidora os recomienda encarecidamente el visionado de éste transgresor, divertido y más que entretenido trabajo de las Soska sisters que, espero, haga las delicias de, sino todos, buena parte de los amantes de éste género y que cumple, más que de sobra, con los positivos augurios de los cuales nos hizo partícipes, en su día, nuestro añorado Bob.