Los últimos días

Os recordamos que Los últimos días, de los hermanos Pastor, se estrenará en las salas de cine españolas el próximo 27 de Marzo.

La semilla que plantaron los hermanos Pastor muchos meses atrás con aquel poster promocional de una Barcelona devastada y desolada, humedecía el paladar del ávido degustador de escenarios postapocalípticos. David y Àlex ya habían flirteado con la temática pandémica en su debut de rostro americano con Carriers (Infectados), pero esto era distinto, porque estos últimos días iban a tener lugar en nuestras calles. Tan cercano que se antojaba imposible reprimir la curiosidad y la emoción de comprobar el aspecto final de disaster movie que los directores catalanes tenían previsto imprimir sobre la ciudad condal. Solo con eso ya tenían media carrera ganada. Hay que añadir a la expectativa, además, la encomiable destreza mostrada en la realización de Carriers así como la singularidad narrativa del excelente cortometraje dirigido por Àlex en el palíndromo ciclo vital de La ruta natural. Una expectación, en resumidas cuentas, ante el cultivo del fantástico y terror español, del que tanto hemos hablado ya en este portal, tan laureado y ensalzado más allá de nuestras fronteras, y cuyo registro de nombres no hace más que dilatarse.

Tres años han sido necesarios para completar un proyecto cuya máxima ambición era convertir Barcelona en un páramo de calles desiertas, comercios vacíos, humo y ceniza, vehículos abandonados y mobiliario urbano destrozado. Como una resaca de victoria azulgrana llevada al extremo de la extinción. Es en ese aspecto donde los hermanos Pastor mejor reciclan la espectacularidad del cine americano y logran con excelente resultado convertir la destrucción en algo atractivo a ojos del espectador, fascinado por lo abrumador de su estética y por los lazos que le unen a esos espacios habitualmente transitados. Aún así, quepa avisar que no estamos ante un reportaje de Callejeros Viajeros y la gran parte de su metraje se desarrolla precisamente en lo opuesto a las panorámicas que contemplan el Arc del Triomf, las torres Mapfre o la Diagonal, ya que sus personajes se ven obligados a avanzar a través de una extensa red de túneles de metro potenciando así las sensaciones de agobio, claustrofobia y aislamiento.

Es precisamente en esos mundos de oficinas ocupadas y túneles subterráneos convertidos en refugios donde sale a la luz lo mejor y lo peor de la condición humana. Lo hemos visto antes, cierto, y casi siempre potenciando la mirada pesimista y crítica sobre una civilización narcisista y cínica, frágil de caer en la deshumanización en situaciones límite. Especialmente significativo es que los dos personajes que se ven obligados a emprender un viaje juntos (Quim Gutiérrez y José Coronado) sean un responsable de recursos humanos y un joven ingeniero informático que se enfrenta a la falta de escrúpulos del primero. Crisis, despidos y presiones laborales, todas muy presentes en el contexto socioeconómico actual, que se diluyen a medida que los personajes se van despojando de todas las capas y se agarran a los lazos emocionales más primarios. Y no solo a nivel espiritual, sino también a nivel de natural. Cuando el mundo de comodidades en el que vivimos desaparece, la lluvia más insignificante se recibe como un regalo divino.

En la misma capa de subtexto, la película captura de un modo sutil las enfermedades colectivas de la sociedad del siglo XXI. Sus personajes no pueden salir a la calle porque sufren una clase de síndrome agorafóbico de origen inexplicable que les provoca un ataque cardíaco mortal si se enfrentan al exterior. Los síntomas son los propios de un ataque de pánico o ansiedad, resultado del estrés, el ritmo de vida acelerado y el sinfín de presiones de la era moderna. No en vano uno de los planos más explicativos de la película muestra, antes del desastre, un vagón de metro abarrotado en el que no hay contacto visual más allá de las pantallas de iPads, iPhones o reproductores de MP3.

Los últimos días es una película que conjuga aventura, acción y drama para mostrarnos un posible final ficticio en un mundo que se empeña en deshumanizar y generar alienación e individualismo en una época de constantes evoluciones tecnológicas, de agotamiento sistemático y sobreexplotación de recursos. Los Últimos Días es puro entretenimiento con puertas a la reflexión, a la redención y al cambio. Y es que esta vez, a diferencia de Carriers, los realizadores optan por renacer y empezar de nuevo, por abrir una brecha hacia la esperanza. Lo cual no es edulcorante ni pasteloso, es optimista, que son dos cosas distintas.

La película huye acertadamente del orden cronológico para posibilitar desde un buen principio cierto ‘realismo’ en la degradación de la ciudad pasados meses y meses de aislamiento, con el uso de flashbacks que ayudan a modelar a su protagonista y ofrecen pinceladas sobre el inicio de la epidemia. Aciertos que, sin embargo, no se trasladan a un guión poco sorprendente y arriesgado. Por el camino, no obstante, nos dejan secuencias de acción y tensión memorables y un manejo certero del ritmo que les evita descolgarse en unos (pocos, pero haylos) agujeros de tedio que suelen coincidir con la presencia de Júlia en plano (una Marta Etura tan insulsa como viene siendo habitual en sus últimos proyectos).