Hate Crime

Se denomina Hate Crime a aquellos crímenes, cometidos generalmente en grupo, cuya causa es debida a un prejuicio u hostilidad hacia personas con discapacidad, de distinta raza o etnia, religión, creencia u orientación sexual.

Hate Crime es el polémico found footage del veinteañero James Cullen Bressack; y quizás constituya una de las películas más violentas que se podrán ver este año. Lo cierto es que nunca antes había visto una película de Bressack; solo había oído hablar de él someramente, lo que hacía del visionado de Hate Crime un acontecimiento de lo más emocionante. Para los que no conozcáis la polémica trayectoria de Bressack básicamente lo que debéis saber es que el suyo es un cine indie de bajo presupuesto donde la violencia es el pan nuestro de cada día. Así que si buscáis algo más que eso, entonces es probable que estéis cometiendo un gran error. La película que hoy nos ocupa ha recibido una multitud de críticas, tanto positivas como negativas; pero siempre despertando cierta polémica por su cariz violento y dividiendo enormemente a los aficionados. Os recuerdo que Hate Crime es una película de violencia extrema - torture porn o como lo queráis llamar – , por lo que es normal que se generen este tipo de conflictos. Yo no voy a mentir a nadie ni tampoco voy a soltar una parafernalia moralista de cierta tonalidad cínica al respecto: *sabía perfectamente que era violencia por el simple hecho de la violencia, así que no puedo quejarme.

El inicio de la película es de lo más salvaje y en cierto modo se produce a destiempo. Mordaz en exceso diría yo. No regala ni cuatro minutos de tranquilidad y ya nos está soltando el primer premio; lo que demuestra, de forma inteligente, haber aprendido de los errores de sus antepasados. No busca un drama, ni un ritmo lento sobre el que despegar algún que otro personaje; sencillamente quiere mostrar caos y terror a modo de snuff movie. Esto es una “invasión home” en toda regla, y aquí no hay protagonistas. Así que ya desde el minuto uno Hate Crime le está echando el muerto al espectador, quien, ya desde el mismo inicio, tendrá motivos suficientes para decidir si quedarse o irse. Bressack deja que seamos nosotros, como espectadores, quiénes tomemos la decisión; lo que denota, otra vez, cierta inteligencia por parte del director. Pero el problema sigue siendo el mismo: el argumento; que por mucho que queramos revestirlo de mil formas distintas sigue siendo el mismo… y para eso no hay excusa que valga. Así que Hate Crime vuelve a traer a nuestras mentes un batiburrillo de títulos ya conocidos como la española - y sobrevalorada – Secuestrados, Los Extraños, La última casa a la izquierda (1972) o Funny Games, entre otras. No obstante, lo que hace distinta y remarcable a esta película es que Bressack es muy consciente de ello; sabe que la suya es una más y por eso nos regala ese ritmo endiablado: para frenar nuestras alocadas mentes cinéfilas durante unos 73 minutos frenéticos. A pesar de ello hay ciertos momentos de lucidez personal que consiguen rescatar a la cinta de la mediocridad, como cierta escena en la que deja por unos minutos lo que se está arremolinando a nuestro alrededor para ofrecernos alguna reflexión interesante sobre el tema (cosa que he agradecido muchísimo). Digamos que aprovecha la ocasión para mostrar cierto desorden mental. Recordemos que lo transgresor de la situación es creer que haces el bien, cuando en realidad estás cometiendo un crimen. Entonces es cuando vemos ciertos puntos de inflexión en la trama en los que se produce cierta vulnerabilidad por parte de alguno de los secuestrados y una póstuma “manipulación mental” por parte de otro.

Hasta ese momento la película genera interés y una sensación de caos de lo más estimulante y realista. Pero al acercamos a los minutos finales, Hate Crime pega un bajón enorme. Pierde estabilidad e incluso decae el ritmo. Y es en ese instante cuando la película empieza a gastar sus últimos cartuchos, metiéndonos de lleno en una cuestión social. No creo que lo haga para justificarse ni para aleccionar a nadie. La situación ya alecciona por sí sola; lo único que hace en esos últimos minutos es intentar profundizar un poco más en el tema. Y como digo no es una cuestión de justificación, sino más bien una grave falta de argumentos y la ausencia de un final certero. Es cierto que llega el mensaje, pero se notan las fallas. Es decir, sabemos que la intencionalidad es la de contar una historia dotada de cierto realismo; el problema es que para crear ese realismo y salir victoriosa en términos de snuff movie, en la que nosotros seríamos la obra de arte a exposición (desde la perspectiva de los secuestradores), la película acaba dando pie a grandes errores en el guión. Como ocurre prácticamente en el 90% de los mockumentarys, que al querer introducir ciertos elementos de interés se olvidan de introducir el más importante: la cámara; resultando todo demasiado forzado por momentos. Así que, como siempre, lo que más nos beneficia vuelve a ser lo que más nos condiciona. Además de un exiguo clímax final que, como comentaba anteriormente, pone de manifiesto la falta de un final certero.

El apartado técnico tiene sus más y sus menos. Evidentemente podemos prescindir de una ambientación. Aquí lo que interesa es el caos y la violencia, y el cómo se generan ambas. El gran problema de Hate Crime, sin embargo, lo tenemos en el reparto. Al encontrarnos ante un found footage de semejantes características es hasta cierto punto normal que el reparto flojee, y por esta razón tampoco creo que sea su mayor defecto. Pero hay ciertas situaciones en las que la película pierde muchos enteros por culpa de algunos actores, cuya interpretación vuelve a trasmitir ciertos momentos forzosos de difícil acreditación. No obstante sería muy mezquino por mi parte achacar todos los problemas de Hate Crime al reparto, cuando ya sabía de antemano que algo así podía suceder. Como ya he comentado antes, es el argumento es el mayor problema de la película.

En resumen, y pese a no ser aficionado al found footage, Hate Crime es una película de violencia extrema que merece la pena ser vista, por lo menos, una vez. Experimentarla y probar suerte. Le falta originalidad y un gran reparto que subyugue, pero es realista y presenta un conflicto social interesante. Así que yo he optado por dejarlo en tablas; no obstante, es de los mejores found footage que he visto hasta la fecha. Recomendada.