Girls against boys

Girls Against Boys es el primer Rape and Revenge netamente moderno que he visto. No soy un gran seguidor del género, por lo tanto es bastante probable que haya otros anteriores. Pero, hasta esta película, las muestras del género que había encontrado remitían, siempre, a los setenta u ochenta, aunque estuvieran hechos en la actualidad (algo que no me parece criticable, ni mucho menos). Sin embargo, en Girls Against Boys no hay una sola referencia a I Spit on Your Grave o The Last House on the Left.

Shae (Danielle Panabacker, Piranha 3DD, The Crazies) se dispone a pasar un fin de semana con su novio (Andrew Howard, Junkie, Blood River, The Devil’s Chair) en las afueras. Sin embargo, a última hora, él decide abandonarla, apostando por su relación matrimonial. Shae trabaja en una discoteca, donde conoce a Lu (Nicole LaLiberte), recién contratada. Es su oportunidad para desfogar y desahogarse, y las dos chicas salen esa noche de juerga. Conocen a unos chicos, y sucede lo que suele ocurrir en las películas de este tipo.

Lo primero que llama la atención es que Girls Against Boys no muestra el momento de la violación. Por un lado, resulta cuanto menos extraño, que sus responsables hayan podido sentir algún tipo de pudor; por otro, es cierto que no íbamos a ver nada que no hubiésemos visto antes. Y un servidor no echó de menos una escena explícita de agresión sexual. Entre otras cosas porque el primer tercio de película es absolutamente brillante y sexy. Shae y Lu forman el dúo de chicas perfecto que cualquier chico quisiera encontrarse una noche en una discoteca: son sexys, derrochan glamour a raudales y tanto Danielle Panabacker como Nicole LaLiberte son buenas actrices. Además, este primer tercio es absolutamente urbano, retrata bastante bien el sentimiento de soledad en una gran ciudad, así como la situación de vulnerabilidad a la que a veces, lamentablemente, todavía tiene que enfrentarse una chica ante algunos tíos.

Tras la violación y una escena en la comisaría bastante acertada, comienza la venganza. Y lo hace en los términos ya planteados: estilización y esteticismo. No vamos a encontrar violencia extrema y rabiosa, suciedad, paroxismo o agresividad en Girls Against Boys, lo que no impide que nos llevemos alguna sorpresa medio gore en el camino. La película de Austin Chick (XX/XY, 2002) quiere ser moderna y cool, y quizás lo sea, pero desde luego la suya es una apuesta perdedora de cara a la mayoría de los amantes del género. A pesar de todo, un servidor ha de reconocer que vio este tramo con agrado porque, en ese afán de distanciarse de sus referentes, se plantea una pregunta que aquellos evitaban: aunque la venganza pueda estar justificada, ¿llevarla a cabo te convierte en un asesino?

Y, probablemente, aquí es donde llegamos al tramo más discutible de la película, desde mi punto de vista. Por un lado, en el último tercio hay un cambio de registro acertado, ofreciendo algo más que los Rape and Revenge habituales. Sin embargo, creo que no acaba de funcionar bien porque la pregunta arriba enunciada no está bien respondida. Vale, no creo que haya una única solución a la misma, y esto no es un examen, no hay un manual que establezca qué había que hacer ahí. Pero sí, desde luego, ofrecer una respuesta a la altura de la complicación de la pregunta. Y, sin embargo, se escapan de la encrucijada con un simplismo aterrador que acaba por lastrar un tercio final que, aún así, ofrece un par de momentos reseñables.

En fin: sea como fuere, Girls Against Boys está llamada a generar reacciones encendidas. Desde la supuesta y discutible fachada de nuevo feminismo que destila, que a mí me ha parecido más una excusa o algo colateral que un tema de la película; hasta su violencia estilizada y su look y manera de narrar más propios del indie que del terror o el suspense, esta es una película que es difícil atreverse a recomendar a los seguidores del género, pero también a los seguidores del indie. Eso no implica que no tenga virtudes, servidor ha disfrutado con su visionado a pesar de que está constantemente rozando el producto fallido, pero conviene saber lo que uno va a ver, porque si no la experiencia puede resultar bastante irritante.