Kiss of the damned

El cine de Vampiros de la Hammer explotó al máximo el carácter más sexy del mito vampírico transformándolos a ellos y a ellas, pero sobre todo a ellas, en irresistibles seductores capaces de liberar nuestros instintos más libidinosos… eso sí, a cambio, nos transformamos en seres malignos. Con los aires de libertad de los 70 el cine europeo se llenó de condesas y vampiresas generosas en carnes prietas, pechos turgentes y colmillos tan afilados como lúbricos sus mordiscos. El vampiro abandona el terror para pasar a ser un icono erótico-romántico. Quedan de estas vampiresas interesantes títulos firmados, entre otros, por Polanski, Vadim, Grau, Franco y sobre todo el prolífico en jamonas chupasangres Jean Rollin… Un género que para mí culmina con la superestilizada, moderna y lésbica El ansia de Tony Scott, una exaltación del erotismo que también es una recuperación de su carácter serio, oscuro y depredador; toda una joya que conviene no perderse si es que aún no la has visto. Tampoco quiero olvidar Entrevista con el vampiro y el Drácula de Coppola, aunque ambas juegan en una liga distinta, más próxima al mito del romanticismo que no del romántico a secas.

La aparición de vampiros torturados por su condición y de vampiros buenos terminó de degenerar al monstruo, creando seres y sagas tan absurdas como los vampiros de Crepúsculo; críos ultraconservadores de la moral norteamericana más caduca que, por no hacer, no beben sangre y que, de alguna forma, han logrado que la representación del mal pase a ser el paradigma del bien… Vamos, como los chicos de “Amo a Laura” pero con colmillos. Afortunadamente, otros autores más adultos han sabido explorar y explotar el lado más salvaje, adulto y calentorro de los seres de la noche y sagas como la de Charlaine Harris (sobre la que se basa “True Blood”) combinan sangre y erecciones con más acierto e interés. A caballo entre “Crepúsculo” y “True Blood” y recogiendo todo lo mencionado en los párrafos anteriores llega la irregular y un tanto fallida Kiss of the damned.

Paolo (Milo Ventimiglia) y Djuna (Joséphine de La Baume) se conocen una noche en un videoclub; el flechazo es instantáneo, pero también lo es la reticencia de ella a involucrarse sentimentalmente en la relación. Paolo sospecha, con razón, que existe un motivo en el rechazo de Djuna y logra que ella le confiese que es una vampira incapaz de controlar al mismo tiempo sus colmillos y su libido. Lejos de achantarse, Paolo opta por entrar en su mundo antes de rechazar a su amada y así, tras un encuentro de pasión, él se transforma en vampiro. Djuna pasa a ser entonces la mentora en un nuevo mundo para su pareja: una sociedad, la vampírica, que vive equilibrada entre nosotros y que tiene la contención como elemento de distinción y superioridad frente a los humanos. La llegada de la rebelde hermana de nuestra protagonista, Mimi (Roxane Mesquida), trastoca el mundo de la pareja y amenaza con terminar, también, con el frágil equilibrio entre mortales y vampiros.

Kiss of the damned es un cuento moral que bebe directamente del cine del mencionado Rollin aunque con un resultado cargado de puritanismo y corrección que contrasta con su presunto, porque finalmente no es para tanto, alto voltaje erótico. Un homenaje, en lo visual, al terror europeo de los 70 que comienza con los créditos de entrada en púrpura sobre negro, con tipografía retro, y que continua con una fotografía de aroma añejo y construcciones de planos cercanas al guiallo italiano (pero sin tanto artificio en la sala de montaje). Un empaque visual tremendamente atractivo, al menos para éste que os escribe, que se ve lastrado hasta el fondo por un guión desaprovechado: a ratos ñoño, a ratos cómico sin pretenderlo, predecible y lento. Lo peor de todo es que el texto tampoco es tan malo, solamente está muy desafinado.

Xan Cassavetes es hija de la actriz Gena Rowlands y el actor y director John Cassavetes (inolvidable marido de la Farrow en “La semilla del diablo”) y es, además, la directora de esta película. Heredera del cine de su padre, sobre la cinta vuela un aire transcendental e intimista, que, aunque bien intencionado, resulta pedante y pretencioso. La mano femenina se nota en la sensibilidad con la que afronta la historia. También en la importancia que da a los personajes femeninos que son los que llevan todas las iniciativas.

La historia habla de la lucha entre instinto y razón. Así tenemos a Djuna que defiende principios como la corrección, la pureza y la fidelidad. Mientras, en la otra esquina del ring, tenemos a su némesis, Mimi, que se deja llevar por su instinto: sin reglas, hedonista y convencida de su superioridad frente a los humanos. Entre ambas toda una serie de personajes invitados al espectáculo y a decantarse por una de ellas; resulta interesante constatar que, con independencia de la lucha de cada cual, todos los personajes finalmente terminan, en algún momento, por sucumbir a sus tentaciones… A pesar de todo, las preferencias de Xan sobre quién lleva la razón en esta batalla son tan abrumadoras y evidentes, que lleva de la mano al espectador en todo momento por el camino que ella desea, no fuera que terminara por pensar de manera opuesta. Esta falta de ambigüedad y el exceso en subrayar su ideología termina por rozar el adoctrinamiento y a cierta edad ya no estamos para lecciones…

Existen varias escenas reseñables: una donde los vampiros en reunión hablan sobre su sociedad, sociedad por cierto aparentemente dominada por las mujeres, otra donde la líder del grupo (Anna Mouglalis) es tentada con una inocente y virginal muchacha, y el genial ataque de Mimi a un joven a la salida de una discoteca. Pero desgraciadamente hay otras escenas de construcción mucho más chusca como en la que ella se encadena a la cama en braga-tanga para no herir a Paolo en su demostración de sus poderes (una escena propia del cine softcore de Susana Estrada) que termina por provocar la risa, o el cameo casi gratuito de Michael Rapaport.

Otro error, siempre a mi juicio, de la cinta está en la actuación de su reparto y no porque sea mala, sino por lo gris, fría y monótona que resulta y que lleva a uno a preguntarse si son vampiros o muertos vivientes. Algo que es un problema con un casting visualmente tan sexy. La falta de química y pasión entre Ventimiglia y Joséphine de La Baume es abismal pese a las continuas escenas de cama, y sólo la sexy Roxane Mesquida hace que por su personaje corra sangre caliente en esta particular pelea de gatas.

De cualquier forma Kiss of the damned es, o debería ser, parada obligatoria para todo aquel amante del género vampírico en su vertiente romántica: por su sabor añejo y europeo y su pretensión de mantenerse en equilibrio entre la crispante corrección de Crepúsculo y el despiporre de True blood. Es muy posible que guste, y mucho, a cualquier lector compulsivo de literatura vampírica y también a los nostálgicos de horror europeo de los 70. No llega al nivel de El ansia aunque no deja de ser un subproducto digno y se queda a la altura, pero en su estilo, de otros títulos vampírico sexys como Somos la noche o la recomendable y divertida, aunque desconocida, “Sangre inocente de Landis.