Wither

El argumento de Wither es el de mil películas anteriores y seguro que posteriores: Un grupo de jóvenes van a pasar unos días en una cabaña en mitad de la montaña. Entre ellos, hay dos parejas formadas, por lo que los solteros, tanto chicos como chicas, tienen sus esperanzas puestas en ligar. Sin embargo, la casa alberga un mal primigenio que se cebará con ellos.

Vale, no es el colmo de la originalidad, pero no por ello hay que echarse atrás, ¿no? Este año, sin ir más lejos, hemos disfrutado de Cabin in the Woods, por ejemplo, que aprovechaba este mismo punto de partida para darle la vuelta y hacer algo distinto. Pero, incluso si no está en el ánimo de los responsables de la cinta subvertir nada, eso no convierte su esfuerzo en baldío: este año, también, parece haber habido consenso en torno a la validez del remake de la que es inspiración directa e indisimulada de ésta, Evil Dead.

Incluso, para más inri, los guionistas y directores de Wither, Sonny Laguna y Tommy Wiklund, son los responsables de otro producto pequeño y discreto pero, para mí, ejemplo de que vale la pena volver a hacer “lo de siempre” si se hace bien: Blood Runs Cold, un slasher absolutamente convencional pero encantador, adorable, y con un par de sustos y buenos momentos de tensión.

El caso Wither es un poco distinto. Su arranque, los aburridos quince o veinte minutos iniciales de rigor en los que “conocemos” a los protagonistas, puede considerarse toda una declaración de intenciones: vamos a hacer “Posesión Infernal”, parecen decirnos, pero vamos a hacerla como si fuéramos Sam Raimi en 1980. No es que Sonny Laguna y Tommy Wiklund lleven a sus espaldas una dilatada carrera, pero aquí se empeñan en trabajar con tosquedad, en ofrecer un guión y una narración sin apenas pulir, quizás buscando un cierto aire naif y artesanal que, a ratos, es de agradecer. Todo, con el más noble de los objetivos: que nos lo pasemos bien durante la proyección. Y casi lo consiguen. Pero, lamentablemente, ni Sonny Laguna ni Tommy Wiklund son Sam Raimi.

Vayamos por partes. Uno de los valores de películas como The Evil Dead (1981), The Texas Chainsaw Massacre (1974) o, incluso, The Last House on the Left (1972) es que la inexperiencia de sus responsables se traducía en imaginación a la hora de solucionar las problemas, desde la escritura del guión hasta el montaje de la cinta. Así, estas obras ofrecen una serie de soluciones brillantes y desarmantes en su ingenuidad, que rezuman auténtico amor por el medio, que evidencian carencia de tablas pero delatan energía y emoción más allá del sentido común. Es una de esas sensaciones poco cuantificables, indemostrable, que actúa por vía emocional. Un simulacro de esta actitud “amateur” no deja de ser una impostura. Llegado el momento, puede ser, incluso, algo muy divertido. En “Wither”, hay ciertas escenas en las que no sabes si lo que estás viendo en intencionado o no. El problema es que, algunas, son escenas que no te desconciertan por lo extraño de su forma de hacer, sino que te provocan una cierta vergüenza ajena. Y eso no creo que sea muy bueno.

También es justo decir que, en la mayoría de los casos, sobre todo una vez que ha arrancado el terror, la voluntad cómica es intencionada, y ahí sí se disfruta, y mucho, de lo que esta propuesta puede ofrecer: gorre grandguiñolesco, líneas de diálogo esterotipadas y absurdamente ridículas, personajes que actúan sin ninguna lógica, planos de comic…

Es, por tanto, un festín no del gusto de todos los públicos. Por un lado, hay mucho gore y violencia; por el otro, sólo disfrutarás de ella si estás dispuesto a perdonar muchas torpezas y despropósitos. No sólo a perdonarlos: a reírte con ellos, y valorar que estos puedan ser la mayor virtud de una película. No busques personajes mínimamente trabajados, o una cierta originalidad o creatividad en la concatenación de muertes: en todo momento vas a saber qué va a pasar, quién será el siguiente en morir y casi de qué manera. Conforme va llegando al tramo final, todo se vuelve demasiado mecánico.

Si hay que quedarse con algún momento de Wither, ese es, para quien escribe, el primer contacto de una de las víctimas con el mal que aguarda en el sótano de la cabaña. Es una escena potente que dispara las espectativas. Y hay que reconocer que durante la proyección en el Nocturna, la sala se rió y aplaudió en varias ocasiones. La duda es si, visto en casa, este divertimento es igual de eficaz, o todas sus carencias acaban lastrándolo…