Jug Face

Si buscase un referente literario con el que comparar la cinta que hoy nos ocupa sin duda sería el nombre de Ramsey Cambell. Este autor, discípulo de H.P. Lovecraft, nos habla en la mayoría de sus obras de cultos paganos, ritos malignos y seres ancestrales. Donde se separa de su maestro es en que Ramsey explora el lado de sus adoradores y las facetas humanas por encima de la vertiente del monstruo o el ser cósmico. Así en sus obras no asustan tanto las criaturas, sino lo que los adeptos son capaces de hacer por ellas… Pero vayamos con la película:

Una pequeña comunidad en el corazón de Tennesse que apenas mantiene contacto con la sociedad exterior, vive bajo la protección de un pozo mágico que les conserva sanos y les ayuda a prosperar. A cambio, la entidad que reside en su interior, pide como compensación puntuales sacrificios humanos. El individuo que ha de morir es indicado mediante el modelado de su cara en una jarra que prepara, en un estado de trance del que luego no recordará nada, el alfarero del pueblo.

Ada ha sido reclamada por el pozo como la siguiente víctima. Antes de que nadie tenga acceso a la jarra; antes incluso de que su autor pueda reconocer el rostro que ha modelado en su epifanía, esconderá el recipiente y simulará no saber nada, pero el pozo sabe lo que quiere y no hacerle caso puede traer funestas consecuencias… Para colmo de males la joven también ha descubierto que está embarazada.

Esta es la premisa con la que comienza esta fascinante película. Una premisa que se irá complicando a base de giros de guión (uno de los más sorprendentes sucede en los primeros 5 minutos de cinta) a la vez que se tiñe de sangre cuando el pozo entre en cólera al no ser satisfecho. El mayor acierto de su director y guionista, Chad Crawford Kinkle, es el de saber llevar el título por los senderos de la realidad y la verosimilitud e ir dosificando la fantasía para que el espectador la asimile y acepte dentro de la historia. Su descripción de la comunidad, de su pasado, de su mundo endogámico y concéntrico, es tan acertada como sutil; todo se cuenta y se entiende con apenas unas pocas pinceladas. Kinkle confía en que el espectador sea, con su imaginación, el que construya las reglas y normas del micro-mundo en el que se mueve Ada y dedica su esfuerzo a reforzar la construcción de los personajes y sus peripecias. El director se revela así como todo un maestro en contar mucho con muy poco, para mí es esa forma de narrar la que hace grande el cine, así que no puedo por menos que aplaudir el portentoso trabajo que ha realizado.

También el guión dejará al espectador reflexionar libremente sobre las decisiones de su heroína, Ada: su intención de sobrevivir a las exigencias del pozo, su lucha contra su familia troglodita y la sociedad castrante en la que habita, lograrán el aplauso de la audiencia; pero su pasividad ante la respuesta del pozo y el baño de sangre que este comienza a desencadenar difuminarán, rápidamente, la línea que separa el blanco y el negro, el bien del mal. Tendremos que decidir si ha de primar el deseo de sobrevivir a la muerte de varios inocentes o por el contrario hay que dejar de luchar cuando es evidente que no existe opción de victoria.

La lucha de Ada será la lupa por la que analicemos el crisol de miedos que aglutina su comunidad. Pues conforme el espectador junte la piezas y comience a ver el puzle como una unidad, verá que es sólo eso, el miedo, el motor que anima a todos los personajes. Y que es miedo, y no protección lo que infunde ese pozo, con el que, en ningún caso, se puede negociar los términos de su colaboración.

La dirección de actores que realiza Kinkle es también brillante y otro de los valores a reseñar. Tanto los secundarios como los protagonistas tienen brillo propio y momentos donde destapar sus esencias. Lauren Ashley Carter, interpretando a Ada, repite casi el personaje que hiciera hace un par de años en The woman: el de una joven embarazada aterrada por el entorno que la circunda. La otrora replicante y posteriormente reina de los videoclubs, Sean Young, construye un desagradable papel de madre que le sienta como anillo al dedo. Sean Young va acompañada de un acertadísimo Larry Fessenden, en el papel de padre. Completando la familia, el hermano de Ada, Jessaby, un ser tan cobarde como digno de bofetón e interpretado con maestría por el joven Daniel Manche.

Pero si hay un personaje y un actor con el que quitarse el sombrero será Dawai, el alfarero, que interpreta Sean Bridges (que hacía de padre de Lauren en la ya mencionada “The woman”). Dawai es un ser inocente, considerado por el resto de los personajes como poco más que el tonto del pueblo pero, finalmente, resulta ser el único coherente y valiente en sus acciones y opiniones. Un ser encantador que termina por cautivar al espectador dentro del caos de las secuencias finales.

Tal vez algunos amantes del cine de terror no lleguen a encontrarle el punto a este producto, pues en Jug face no hay intensidad y a pesar de tener un buen número de muertes, aparecidos, y algunos sustos puntuales, la historia se acerca más a la fantasía y a la fábula que al horror de género. Tampoco existe un respaldo técnico reseñable, y se echará de menos algo más de ambición a la hora de construir los planos. Los efectos especiales no pasarán de discretos y no aportarán demasiado a la historia siendo, a mi juicio, una pequeña concesión para contentar al público menos exquisito y más amantes de las sensaciones fuertes; pero es algo que no le sentará bien al producto final ya que sólo le aporta confusión y pirotecnia gratuita. Pero que nada de esto eche para atrás a los lectores de esta reseña. Jug face es una película excelente, contemporánea y clásica a la vez. Un viaje oscuro a un mundo oscuro aparentemente real.