Guerra Mundial Z

Con los vampiros más preocupados en labores amatorias que en las alimenticias, los zombis parece que han llegado para quedarse un buen rato entre nosotros. Desde los 70 hasta ahora, los “no muertos” han ido ocupando más terreno en el mundo del terror y no contentos con la gran pantalla empiezan, poco a poco, a hacerse hueco en las cadenas de televisión, los cómics y los videojuegos. Una parte de este éxito se debe a la novela del Max Brooks Guerra Mundial Z, publicada en el año 2006 y de cuya adaptación cinematográfica vamos a hablar a continuación.

La obra de Max, hijo del cómico Mel Brooks, es una obra coral, poliédrica, que mezcla a partes iguales el terror, la ciencia ficción, la política ficción y la crítica social. Contada como un compendio de entrevistas a distintos personajes alrededor del mundo, la novela narraba la lucha de la humanidad contra la pandemia zombi y lo hacía con inusitado acierto, buen pulso narrativo y pinceladas de humor negro. Tal fue su éxito editorial que las productoras de cine no tardaron en fijar sus ojos en la obra pensando en una posible adaptación; pero la novela de Brooks era realmente complicada de llevar a la gran pantalla: principalmente por carecer de un protagonista al uso, por transcurrir en gran cantidad de localizaciones y narrar acontecimientos que supondrían un enorme coste de producción dada su espectacularidad, amén de la cantidad de episodios y situaciones distintas que se sucedían.

El actor Brad Pitt se confesó gran admirador de la novela y puso todo su empeño en llevarla a la gran pantalla como se merecía. Desgraciadamente, Guerra Mundial Z, se conoce como uno de los rodajes más complicados de la reciente historia del cine; una producción que ha triplicado su presupuesto inicial, que ha necesitado rodar nuevamente gran parte de su metraje y que en muchos momentos ha corrido el peligro de no llegar a buen puerto. Pero Pitt es mucho Pitt y junto a la gran cantidad de dinero empleado decantaron la balanza a terminarla y proyectarla en salas.

Tras verla, podemos decir que de la novela de Brooks se mantiene el aroma y su intención de dar una visión global de la pandemia. En lo demás, es bastante infiel al texto en el que se basa y prácticamente carece de toda la complejidad que tenía el libro. Brad Pitt interpreta a Jerry Lane, un ex agente de Naciones Unidas que se ve obligado a investigar el origen del brote si quiere que su familia permanezca a salvo en un portaaviones. Sus pesquisas le llevarán a viajar por todo el mundo en busca del origen de la plaga y, lo más importante, tratando de encontrar la solución de la misma. Pero la mala suerte acompañará a nuestro investigador que descubrirá problemas allá donde aterrice, eso sí, en cada etapa irá descubriendo pequeñas claves que le ayudarán a deducir una posible solución a esta crisis.

El guión de Guerra Mundial Z recuerda más a un videojuego que a una película; el protagonista y sus acompañantes comienzan en un entorno seguro que se rompe dando paso a la acción frenética que continuará, a lo largo de espectaculares minutos, hasta llegar a una solución y a un cambio de emplazamiento. A partir de ahí se produce un interludio y conoceremos nuevas localizaciones en las que sucederán nuevas escenas de acción… puro videojuego. Para enfatizar esta sensación tendremos de todo un poco, persecuciones a pie, en coches, tiroteos, escaladas, sigilo, y hasta aterrizajes forzosos de aviones al más puro “Uncharted”, todo ello acompañado por unos zombis rápidos como no se han visto nunca en una pantalla de cine. Los muertos vivientes de la cinta son dignos sucesores de los zombis rápidos de 28 días después, su mordedura es igual de contagiosa y son tan veloces como Marta Dominguez en pleno subidón de anabolizantes. Las escenas que utilizan tecnología 3D para emular las hordas de zombis son espectaculares aunque un tanto artificiales; en cualquier caso, a este que os escribe, se le hicieron mucho más divertidas y atractivas de lo que a priori auguraba su tráiler. Tal vez donde más chirríen sea durante la caída de Israel, donde las carreras por callejones atestados de gente te remiten más a unos sanfermines que a una película de muertos vivientes.

Muy a pesar de lo entretenidas que son sus escenas de acción y de lo prometedor que es el comienzo (sus primeros 20 minutos funcionan como un tiro) la película es, en lo que a guión y dirección respecta, ridículamente simple y a ratos sonrojante: tenemos desde personajes que se mueren de la forma más estúpida posible, explicaciones y reacciones inverosímiles, teléfonos que suenan en el peor de los momentos causando carcajadas entre el público en lugar de tensión, y hasta un plano de publicidad de Pepsi absurdamente gratuito. La batuta la lleva el siempre bienintencionado Mark Foster, un director que habitualmente resuelve los trabajos en los que se embarca (“Más extraño que la ficción”, “Cometas en el cielo”, “Descubriendo nunca jamás”, o la estupenda “Monster ball”) si bien es cierto que en la mayoría de ellos se echa en falta ese componente que hace que la cinta pase de correcta a excelente: desgraciadamente en este, su último trabajo hasta la fecha, la historia se repite.

La omnipresente violencia del género zombi se vigila con lupa para evitar la clasificación de no recomendada a menores de 16 años, y así convertir la cinta en un blockbuster de verano disfrutable en familia. La cámara, en constante movimiento, saldrá de plano en cada tiro o acción violenta para regresar rápidamente una vez ejecutada la misma. Foster logra casi siempre que no se note esa hipocresía puritana a la hora de rodar y la disfraza como un recurso estilístico, pero, aún así, en muchos momentos, como cuando una palanca se queda atascada en el cráneo de un cadáver, la tensión de la escena pedía a gritos un plano que no llegaremos a ver. Sin ser especialmente fan del cine violento y de la sangre gratuita, puedo deciros que una pizca de gore, sangre, o de incorreción visual, habría sido todo un acierto.

Bratt Pitt es la estrella indiscutible de la cinta, y junto con su esposa (Mireille Enos), el único personaje medianamente bien construido, el resto del reparto recitará sus frases con más o menos acierto, y desaparecerán o morirán antes de lograr cierta empatía o que nos preocupemos por su futuro.

Guerra mundial Z viene a ser un nuevo Soy leyenda sin Will Smith y con más población viva. Una cinta para disfrutar con palomitas y un refresco, que esconde, bajo una alfombra de millones de dólares y portentosos efectos visuales, todos sus defectos y carencias. Para aquellos que quieran acción ligera y una megaproducción no hará falta más, además es ideal para ir acompañado de gente no especialmente seguidora del género o asustadizos. A los amantes más puristas les recomiendo State of emergence que sin pirotecnia, efectos especiales y con apenas veinte zombis logra cotas de tensión muchísimo más altas y nos cuenta lo de siempre, como siempre nos ha apasionado.