Omnívoros

Es difícil encontrar en el cine actual, y más en el español, propuestas tan arriesgadas y a contracorriente como la que hoy nos ocupa. Aunque finalmente puede que sus escenas no sean para tanto en lo que respecta a violencia y crudeza, y que la cinta tenga evidentes carencias en varios aspectos, lo cierto es que Omnívoros es un viaje terrible a los rincones más oscuros de la sociedad. Un viaje en el que el canibalismo físico es el “Mac Guffing” para hablarnos de los abusos y la falta de moral de una clase social, la alta, ajena a la realidad y que parasita al resto de la población sin preocuparse ni valorar la ética de sus actos.

Marcos es un crítico gastronómico y escritor de éxito que recibe el encargo, por parte de su editora, de realizar una libro sobre los restaurantes clandestinos. Con ayuda de un contacto con el que mantiene una relación sentimental, entra en este mundo de lujo y manjares. En una reunión coincidirá con una periodista, y antigua amante, que anda investigando a un grupo de gourmets que organiza festines de carne humana. Desconocedor de los peligros que se ocultan en este submundo Marcos entra en algo de lo que tal vez no pueda salir.

A medio camino entre el cine de terror y el cine policíaco, la película no es fácil de clasificar en un único género. Algo con lo que juega su director, intercalando, pero nunca mezclando las investigaciones de Marcos, un triunfador, seductor y exquisito personaje que a ratos se puede antojar una suerte de James Bond a la española. Y la parte de horror, protagonizada por el brazo ejecutor de nuestro cocinero caníbal, un asesino autista armado con un martillo de matarife que somete a sus víctimas al mayor de los horrores. Entre medias chicas guapas, fincas de lujo, grupos secretos, manjares exóticos y menciones a cantidades económicas que se antojan lo más fantástico del film. Como ya digo ambas tramas, unidas en la conclusión, podrían funcionar por separado, pero juntas abren el abanico de posibles espectadores de la cinta. Una buena táctica, aunque la crudeza de algunas escenas sumada al peso moral de hablar de canibalismo mucho me temo que va a dificultar, sino impedir, la distribución del film no sólo en nuestro país sino también en la mayor parte del mercado internacional.

La cinta comienza con un niño devorando parcialmente el cuerpo semidescompuesto de su madre, es una escena tan impactante y bien hecha que supondrá un hándicap insalvable a los espectadores sensibles; pero no quedará allí la cosa, tendremos torturas físicas y sicológicas, cortes y despellejamientos con navaja de afeitar… y aunque es cierto que es más lo que se intuye que lo mostrado realmente, mucho me temo que es, aún así, demasiado para la moral puritana imperante. Un motivo para mí para apoyar la cinta pese a lo fallos que a continuación mencionaré.

Tanta valentía y pulso al rodar bien habrían valido más determinación e intención en lo referente al texto. Oscar Rojo, que dirige y escribe, se debate entre lo extremo y lo correcto, entre lo evidente y lo sugerido… y termina por quedarse en tierra de nadie. Hablando con él, resultaba paradójica su insistencia en que no se trataba de una cinta sobre canibalismo; paradójica porque tanto el tráiler como la película en sí es lo que venden y su metáfora habría quedado igual de dibujada con trazos menos gruesos. Es curioso que Rojo, cuando decide saltarse la corrección introduciendo humor, logra subir enteros el interés de la película. Y también lo hace al mostrar escenas extremas, uno de los personajes se orina de miedo al ver de cerca su final (en una de las secuencias más crudas que recuerdo en el cine patrio)… Y es que todos los problemas que lastran a la película vienen de lo mismo: las concesiones al espectador normal que, para colmo, posiblemente no la verá a poco que se informe sobre ella; así, se remarcan en exceso las metáforas sociales, se señala también en exceso un elemento que será resolutivo en el final y, para colmo, se nos cuela un innecesariamente mascado flashback para explicarnos un giro tan evidente y previsible que no necesitaba de tanta épica. La sensación final es que la producción decidió dar un paso atrás por miedo a que la cinta chocara demasiado con la política de proyecciones, pero tampoco quisieron renunciar a su espíritu transgresor.

El otro problema serio, y este mira que me duele, son las actuaciones. Para mí Mario de la Rosa (que interpreta al protagonista, Marcos) ha sido todo un descubrimiento; guapísimo, elegante, con una mirada y voz que se come la cámara, es un machoman que a poco que tenga suerte dará que hablar en el futuro. Pero la dirección de actores ha acartonado la construcción de los personajes y, hasta que se logra entrar en la trama, tenemos la sensación de estar en una primera lectura y no en una actuación cerrada. Junto a De la Rosa, destacan también las dos actrices, Marta Flich y Sara Gómez, que le acompañan. Por su parte Paco Mazanedo clava la construcción de un matarife clásico de slasher, con un personaje autista con sus gestos y muecas características pero… al no tener escenas donde se explique su condición (aquí es donde el guión habría necesitado más evidencia) su gestualidad juega contra él y a muchos les trasmitirá una sobreactuación que para nada es real. Una pena porque es un “Leatherface” a la española. Pero ya lo digo: el conjunto del elenco resulta artificial hasta pasados los primeros 40 minutos… afortunadamente esta forma de actuar tiene la ventaja de aportar una dicción perfecta (que siempre se agradece en el cine español).

Omnívoros es una cinta de calidad media, que a ratos sigue la senda de películas como 13 tzamati (ésta muy superior a todas las demás), Hostel o A serbian film y a ratos la del thriller ligero, y que da como resultado un film entretenido de sabor intenso. No sería justo para mí, que la disfruté a pesar de todo, no apoyar esta iniciativa y luego quejarme de que el cine español es casi todo igual… Su dureza visual y su trama la convierten en una rara avis y un clásico instantáneo del fantástico nacional. Una cinta que auguro gozará de buena salud en festivales pero que no será profeta en su tierra.