House of Last Things

Aviso a navegantes: como ya habéis podido apreciar en las puntuaciones la película que hoy nos ocupa no es una película de terror; es una fantasia lynchiana que juega con elementos afines al cine de terror como son las casas encantadas. No digáis luego que no os lo advertí.

Para mí siempre es un placer tener la oportunidad de enfrentarme a retos cinematográficos, y sin duda alguna éste lo ha sido. House of last things es una película nacida para dividir a la audiencia (lo que me enfebrece más aún si cabe). Para algunos será una verdadera patochada sobre casas encantadas, mientras que para otros (espero que muchos) será una bella forma de contar algo mil veces visto con anterioridad. Personalmente me encuentro en el segundo equipo; pero no todos podréis decir lo mismo. Avisados quedáis.

La película en si es probable que recuerde bastante a El Resplandor de Kubrick por los trucos sobrenaturales empleados. Y quizás tenga un poco de American Horror Story a la hora de presentar a los personajes e hilvanar tiempos pasados con futuros. La visión que ofrece la película, en términos generales, es la típica de una casa que actúa como “una dimensión paralela apartada de la realidad”, tratamiento que ya hemos disfrutado en varias ocasiones (véase, por ejemplo, la primera temporada de la citada “American Horror Story” o la reciente “House Hunting”). Una casa en la que, a modo de bucle, convergen todos los sucesos acontecidos desde los inicios hasta llegar a los presentes, e inclusive los futuros. No obstante, la genialidad del asunto reside en el cómo Bartlett recrea ese abismo atemporal no solo osando romper barreras temporales, sino también espaciales (un hecho al que no estamos tan acostumbrados, y menos de una manera tan propicia y deliberada), a través de los recuerdos que han ido depositando antiguos habitantes de la casa. (de ahí que me decantara por ese subtítulo: “un globo, un recuerdo”).

La simbología es algo compleja, pero por extraño que parezca está bien disertada (algo no tan habitual como sería deseable). Se entiende a la perfección y y el guión juega excepcionalmente bien con ella, introduciéndola con cada vicisitud para que el espectador vaya ahondando e hilvanando, no solo la simbología, sino también los sucesos y las historias a modo de retrospectiva y prospectiva. Además aprovecho para hacer hincapié en un par de símbolos bastante curiosos (más por su significado que por éstos en sí mismos) como es aquel globo dorado que nace de un árbol lleno de sabiduría (a modo de cerebro) y en el que cada recuerdo tiene su propio espacio y ocupa su respectiva rama; y por supuesto las manzanas, que al igual que los globos están rebosantes de luz propia y cuya digestión supone la mística unión del ánima humana con el cerebro de la casa (que resulta algo opuesto a las consecuencias del famoso mito bíblico de la manzana); unión en la que nacer y empezar de cero van unidos de la mano. Otro punto plausible del guión fue el tratamiento del sentimiento de “rechazo”, o mejor dicho, la desidia (lo reconozco, sé que suena raro). Me resultó original y la película toca el tema con mucha delicadeza y sutileza; me gusta como lo define.

En cuanto al apartado técnico lo cierto es que House of Last Thing resulta muy, muy plausible. No existen carencias. La fotografía está muy bien trabajada y da pie a una oscura y rimbombante ambientación, adornada por una excepcional sonata clásica (empezando por Verdi y Strauss… y finalizando con la séptima sinfonía de Beethoveen) que nos acompaña desde el inicio de nuestro periplo. Una banda sonora absolutamente memorable, sin duda, y más por tratarse del tipo de filme que es. Toda una sorpresa. El reparto, sin embargo, tiene sus más y sus menos. La mayoría de actores están muy correctos y convincentes en sus papeles, en especial Blake Berris y Lindsey Haun. Sin embargo no puedo decir lo mismo RJ Mitte cuyo personaje no termina de convencer (no sé si de forma intencionada o no, pero por momentos su presencia era equivalente a la de un fantasma. Es un personaje que no emociona en absoluto). Otro punto que tampoco ayuda mucho es la duración. Personalmente House of Last Thing no se me hizo pesada, pero puede ocurrir que tanto juego sobrenatural, expuesto de manera tan repetitiva y prolongada en algunos momentos, acabe provocando cierto agobio en el espectador. Hay instantes en los que quizás se excede, y entiendo que el espectador menos afín a la causa sobrenatural acabe cansándose. Al fin y al cabo ya avisé al inicio de esta reseña que House of Last Things no es una película para todo el mundo.

En resumen, House of last things ha sido una experiencia sinestésica. Una obra hecha para inspirar, para ser contemplada, escuchada y saboreada a cada palmo de metraje. Muy bella y muy intimista, aunque en ocasiones dramática y oscura. Recomendable.