Fear of the Dark

Ryan es un niño de doce años con un espantoso miedo a la oscuridad. Algo que, aparentemente, es propio de su edad, convierte las noches de Ryan en un auténtico suplicio. Sus padres, concienciados con su miedo y paranoia, han diseñado una casa a medida del pequeño, donde hay una luz en cada rincón, y una bombilla de repuesto y una linterna en cada cajón.

Después de mucho tiempo, los padres deciden salir una noche, dejando a Dale, el hermano mayor, al cuidado de Ryan. Sin embargo, es una noche de tormenta, por lo que corren riesgo de sufrir un apagón. Ryan acaba confesándole a su hermano Dale que en la oscuridad moran seres que sólo aparecen de noche…

Fear of the Dark es una película muy pequeñita. Quizás demasiado, lo que le resta mucho alcance con y sin motivos. A nivel argumental, no pretende más allá de contar una historia más o menos bien hilvanada en la que te lleves un par de sustos y estés entretenido sus escasos noventa minutos; no tiene gore, no es su territorio, pero también es cierto que en este tipo de productos a veces una buena ración de sangre anima y sirve para tener un distintivo. A este que escribe, no le hizo falta, pero no ofrecer apenas violencia y casquería equivale a quitarse de enmedio a un buen número de potenciales espectadores. Tampoco tiene un presupuesto holgado: hablamos de un único escenario, una casa, y un par de actores, los dos hermanos, durante el noventa por ciento del metraje. Iluminación, montaje, planificación… no están nada mal durante la mahyor parte de la cinta, tratándose de un producto de estas características, pero todo tiene un cierto tufo amateur, algo que seguramente también aleje a otros tantos espectadores. Además, el capítulo maquillaje y efectos flojea, y mucho. Imposible saber si un presupuesto más holgado hubiera implicado unos seres más sofisticados u originales a este respecto, pero lo cierto es que sus apariciones son lo más reprochable de toda la película.

Fear of the Dark apuesta, sobre todo, por los personajes y el suspense. Parece una frase promocional por parte de sus responsables, pero no lo es, aunque también es cierto que cuesta verlo y darle el suficiente tiempo de desarrollo a la película para que te convenza en vez de apagar el dvd ante la pobreza material aparente de la película.

Un servidor no puede menos que recomendarla, siempre teniendo en cuenta todo este tipo de restricciones, y sabiendo que si alguna de ellas te molesta especialmente, no deberías perder ni un segundo de tu tiempo. Para mí, este tipo de producciones son una debilidad; esta película, en concreto, me ha resultado satisfactoria a varios niveles, tanto dentro como fuera de ella. Entendámonos, y me gustaría resaltarlo una última vez: “Fear of the Dark” es minúscula, su look no es especialmente bueno, y no hay violencia y sangre.

Es el primer guión de un tal John Sullivan, joven guionista que, según su biografía oficial de IMDB, trabajó después en varios proyectos de los Weinstein y su Dimension Films, y que desde 2006 tiene su propia productora, Blackout films. Como primer guión (suponemos que primero vendido, no escrito), estaríamos hablando de un trabajo bastante sólido. Porque, por un lado, dedica el suficiente tiempo a que conozcamos a Dale y Ryan, y la relación entre ambos hermanos (dentro del tópico, es cierto, pero con personalidad y bastante cariño), pero tiene la suficiente argucia de hacerlo intercalando momentos de tensión que crean un buen clima, consiguiendo evitar la consabida “media hora inicial un poco aburrida” de presentación. Vale, todo esto parece una cuestión de perogrullo pero, demonios, ¿cuántas películas hemos visto que pecan exactamente de esto?

Sobre el papel, el guión de Fear of the Dark debía de funcionar a la perfección: la tensión acumulada a lo largo del primer tramo, estalla en el apagón, punto medio de la película. Y comienzan los ataques de lo que vive en la oscuridad. El problema viene cuando a este cuento de terror hay que ponerle imágenes, y no hay dinero para que esas imágenes sean todo lo aterradoras que uno ha imaginado. Intentan solventarlo con planos rápidos y montaje picado, lo que les funciona, hasta que no queda más remedio que mostrarlo explícitamente. El villano que más vemos se parece demasiado a otros dos de sendas películas con infinitamente más peso que ésta, y su ataque roza un poco lo risible. Además, en el tramo final se acumulan algunos efectos digitales bastante toscos, que no hacen sino ensombrecer la función.

Es una pena porque prácticamente hasta el clímax, la dirección de K. C. Bascombe y el guión de John Sullivan habían compensado con bastante buen hacer la carencia de medios. Y da rabia que un producto así no cuente con el apoyo industrial suficiente para poder tener el acabado que se merecía. Además, la película es coetánea y comparte argumento con otras que gozaron de distribución internacional y el respaldo de una gran productora, como “They” (Robert Harmon, 2002), “Darkness Fall” (Jonathan Liebesman, 2003) o “Boogeyman” (Stephen Kay, 2005), pero también infinitamente menos interesantes e inspiradas.