Proxy

Proxy viene a significar “intermediario” o “mediador”; algo que suele ser anónimo y ayuda a contactar a dos elementos o personas. Y eso es precisamente lo que buscan con desesperación y violencia los personajes de esta cinta: las conexiones ocultas que han generado un acontecimiento o las que unen a dos personas. Un juego del gato y el ratón donde todos son agresores y también son todos víctimas, y donde el espectador queda a merced de una trama absorbente e inesperada.

Poco tiempo antes de dar a luz Esther Woodhouse (Alexia Rasmussen), madre soltera, sufre una brutal agresión de un asaltante encapuchado que hace que pierda su bebé. Siguiendo la sugerencia de una asistente social, pasado el tiempo acude a un grupo de terapia para mujeres que han perdido a sus hijos en circunstancias violentas. Allí conocerá a Melanie Michaels (Alexa Havins) que, atormentada por la pérdida de su familia, se postula como una nueva amiga. Pero ni ellas, ni su entorno, son lo que aparentan en un principio…

Porxy llega casi dos años después de que su director, Zack Parker, nos sorprendiese con Scalene: un drama con muchos tintes de buen thriller, contado a tres bandas, totalmente recomendable. En él ya nos demostraba su gusto por las maneras del cine clásico de Hitchcock y sus discípulos, que aderezaba con una banda sonora a lo Bernard Hermann, planificaciones de escenas minuciosas y querencia por los personajes femeninos. La película que hoy nos ocupa continua esta senda pero tomando muchos más riesgos. Aunque no me queda duda de que el resultado, en términos de calidad, es algo menor a su título previo, para los amantes del suspense y el terror, estamos ante una cinta totalmente recomendable que tiene ingredientes y maneras para llegar a ser de culto.

Parker demuestra maestría y buen pulso para jugar con el espectador y logra dar la vuelta al género de amigo-psicópata (“Mujer blanca soltera busca”, “El padrastro”, “La mano que mece la cuna”) para entregarnos, una vez creemos estar seguros de por dónde va a ir la cinta, una historia totalmente distinta que se transforma, a cada rato, mediante inteligentes giros argumentales. Al contrario de lo que sucede normalmente en el cine de género, el motor de interés no será la conclusión de la historia, sino tratar de entender los acontecimientos que se van sucediendo y de qué modo encajan en la idea que teníamos forjada de los personajes, obligándonos a replantearla. Un guión, firmado conjuntamente entre él y Zack Parker, que nos recuerda a la literatura de Patricia Highsmith o Ruth Rendell y que viene cargado de tintes lésbicos aunque en ningún caso pretende ser erótico.

Para narrarnos la historia se vale del recurso que tan buen resultado le dió en Scalene: dividir la acción en tres actos cada uno desde la óptica de un protagonista y así, en la medida que vamos ahondando en cada uno de ellos, iremos vislumbrando el paisaje completo. Premisas las de ambos títulos claramente influenciadas por otro autor clásico: Akira Kurosawa y su estupendo Rashomon (sobre todo en el caso de Scalene, pero con muchísimo en común también con la que nos ocupa).

Visualmente la forma de narrar de Zack Parker es portentosa y Proxy bien podría estar firmada por el mejor Brian de Palma: Parker demuestra que es un buen conocedor del cine y de las maneras de este director, y se inspira en ellas para crear su mundo particular. Escenas como la del asalto inicial, o en la que un personaje espía a otro por un supermercado, llevan el sello inequívoco de De Palma, pero donde éste se hace más patente es una violentísima escena a cámara superlenta plagada de acciones paralelas y hemoglobina; una sinfonía visual que por sí sola justifica el visionado de la cinta y que además marca el salto de su excelente primer acto al segundo, permitidme insistir en el brillante trabajo cinematográfico que contienen esos minutos.

La violencia también recuerda a la del veterano director y, aunque son pocos los episodios de la cinta, éstos resultan completamente demoledores. El ataque con un ladrillo a una embarazada y su posterior extracción del feto, será el que se lleve la palma (nunca mejor dicho) aunque, a posteriori, seremos testigos auditivos de otro crimen, a puerta cerrada, que, aunque no visto, nos dejará igual de descolocados.

Difiere del universo de De palma en la sexualidad. Como mencionaba antes, el film contiene claros elementos lésbicos que seguramente, en el caso del veterano director, habrían supuesto en espectáculo erótico festivo, cargado de hedonismo, tocamientos, pezones tratados con hielo, y música de Pino Donaggio… Zach, en cambio, prefiere no sucumbir a la fantasía, y apostar por el mito de la mala leche de las discípulas de Safo como motor de mucho de lo que pasa en la cinta… algo que me molesta profundamente, por la imagen estereotipada que arroja del colectivo, aunque reconozco que funciona de maravilla. En cualquier caso la violencia no será el leit motiv de la película, sino que la historia nos hablará sobre la obsesión de destacar, la importancia de sentirse único, y sobre el amor mal entendido.

Pero también hay cosas que no se articulan de manera correcta en Proxy. Cosas, algunas de ellas importantes, que hacen que la nota de la cinta no sea tan alta a tenor de lo leído hasta ahora. Encabezando la lista de fallos están algunas actuaciones: sorprende que con la excelente dirección del film anterior, Parker no haya sabido encontrar o afinar a personajes como el de Kristina Klebe que se encuentra pasadísima de vueltas y dibujada al borde del chiste de lesbianas de mal gusto (como el que encabeza esta reseña). También sorprende la elección de Joe Swanberg para el único papel masculino de peso en la cinta (a pesar de caerme simpático y de hacer su mejor actuación hasta la fecha en este film, me resulta un Michael C. Hall de mercadillo con pocas dotes para papeles serios) aunque, al menos, sirve para meter de tapadillo uno de los pocos chistes en pantalla y que hace referencia a su participación en You´re next (al menos eso me pareció). Tampoco funciona bien el último acto… y es que la cinta adolece, pasada la primera hora y cuarto, de una pérdida de interés cada vez más pronunciada que podría haberse solucionado eliminando metraje superfluo. Finalmente, aunque esto no sé hasta qué punto se puede calificar como fallo, el que en ningún momento los personajes verbalicen sus intenciones ni los motivos de sus actos, hace que algunos matices de la historia se escapen, dejando en el espectador la sensación de que, aunque se ha entendido todo, se le han escapado detalles (para mi vergüenza hay un personaje en esta historia que no sé quién es ni de dónde sale).

Pero que lo negativo no os impida verla, más aún cuando Sitges la pone a tiro en pantalla grande. Proxy es una cinta más que notable y su director es alguien a seguir de cerca. No podemos decir eso de “si no os gusta no os devolveremos el dinero”, pero entre los títulos que nos presenta el festival en esta edición, podemos asegurar que éste hará ruido. Reúne calidad visual y sobretodo un guión que sorprenderá más cuanto más genero hayas visto. Gracias a la productora por permitirnos verlo antes que nadie, seguro que repetimos en unos días.