Antisocial

Tenía todos los números para ser una nueva muesca en la pared. Una más. Una de tantas. Antisocial, debut en la dirección del canadiense Cody Calahan, reúne a media docena de universitarios en una casa para celebrar una fiesta de fin de año. Una rubia con pocas luces y un muchacho de color tienen incluso el atrevimiento de protagonizar un escarceo sexual minutos antes de que el apocalipsis estalle… y lo haga a nivel global. El destino de ambos está sellado. No se puede ser rubia, algo lerda, tener a un novio negro deportista, intentar echar un polvo… y pretender salir indemne. Las reglas preestablecidas del género son rígidas en este sentido, y no hacen excepciones. ¿Novedades en Antisocial? Pocas. ¿Originalidad? Escasa. Personajes estereotipados y situaciones que te dejan cierta sensación de déjà vu. Reminiscencias de Pulse, 28 días después o la novela Cell, de Stephen King (por citar solamente algunas). Y sin embargo, a pesar de todo ello, Antisocial no es una muesca más en la pared. No es una más. No es una de tantas. Hay algo que la diferencia. Algo que la hace destacar y que hace buena la afirmación de que “la originalidad, en el terror, está sobrevalorada”: Antisocial es divertida, entretenidísima y sus 90 minutos (más o menos) transcurren a la velocidad de la luz.

Un grupo de jóvenes universitarios se disponen a celebrar la noche de fin de año en la casa de uno de ellos. Pero pronto las cosas empiezan a torcerse. A través de una popular red social llamada RedRoom empiezan a llegarles noticias de un extraño virus que provoca en los afectados un estallido irrefrenable de violencia. Nadie sabe cómo se ha originado el mal. Ni cómo se propaga. Ni a quiénes afecta… Pero quizás tengan las respuestas a todas estas preguntas mucho más cerca de lo que imaginan.

Internet es el demonio… y las redes sociales el tridente con el que imponer su castigo a la humanidad. Vivimos pendientes de nuestro smartphone, de nuestra tablet, de nuestro muro, de las peticiones de amistad que recibimos, de la cantidad de amigos que somos capaces de acumular… Era tan sólo cuestión de tiempo que toda esta alienación virtual se nos volviera en contra y amenazara con exterminarnos de la faz de la tierra.

Efectivamente todo este subtexto sobre nuestra presunta subordinación a internet y a las redes sociales forma parte de Antisocial. La pregunta es, ¿hay que tomarse demasiado en serio la historia que nos cuenta la película? Mi respuesta: ni hablar. En absoluto. Ni es un tema novedoso ni el guión de Antisocial aporta un contenido relevante al respecto. En realidad estamos ante un guión simplón, algo descabellado y decididamente inverosímil. ¿Supone todo esto un grave problema para una película como Antisocial? Pues mi respuesta vuelve a ser no, de ninguna manera. Antisocial es una de esas películas en las que hay que dejarse llevar y esforzarse por no ser demasiado exigente con sus planteamientos. Todo lo que tiene para ofrecernos Antisocial resulta de una evidencia aplastante: personajes estereotipados y una historia poco original y plagada de referencias que van desde el cine de infectados a las mutaciones de Cronemberg. Pero entonces… ¿en qué momento logra Antisocial salir victoriosa? ¿O al menos en qué momento logra salvarse de la quema? Pues insisto: tenemos que ampararnos en su capacidad para entretener, siempre que las cosas no se tomen demasiado en serio. Secuencias de acción bien resueltas. Intensidad más que aceptable. Sangre en abundancia. Divertidas mutaciones y una extraordinaria secuencia final que está a la altura de lo absurdo e insensato de su guión y que nos deja con ganas de más.

Antisocial es puro entretenimiento. Una película sencilla, ágil, sangrienta, divertida y con un puntito de demencia en su guión que tanto puede jugar a su favor como en su contra. Yo compro.