Magic Magic

Magic magic, film dirigido por el chileno Sebastián Silva, viene a sumarse a la larga lista de películas que narran o tratan de transmitir el infierno que supone perder la razón y lo hace aplicando un estilo muy particular: condensando con su lupa el interés, casi exclusivamente, en su protagonista y siguiéndola en la experiencia planteando muchos interrogantes y sin ofrecer, como sucedería en la vida real, demasiadas respuestas. Un viaje tan particular, como podéis imaginaros, se puede antojar árido, crispante e incluso fallido, o por el contrario, fascinante y desasosegante, dependiendo, como siempre, de las pretensiones del espectador que se enfrente al flim y de lo que busque encontrar en su visionado.

Alicia (Juno Temple) viaja a Chile para pasar una temporada junto a su prima Sara (Emily Browning) y algunos amigos de ésta, amigos, de los que nuestra protagonista no tiene ninguna referencia ni relación anterior. Mientras se dirigen a una remota finca la joven Sara recibe una llamada que la obliga a regresar a Santiago dejando a su prima rodeada de extraños. Pronto las inseguridades de Alicia y sus resquemores hacia los desconocidos compañeros empiezan a hacer mella… las alucinaciones no tardarán en colocar a la muchacha al borde del abismo, un precipicio cuyo peligro nadie parece calcular.

Los delirios de la mente humana son un campo de cultivo para los cineastas más intrépidos: desde el Corredor sin retorno de Samuel Fuller, al Shutter Island de Scorsese, o el El maquinista de Anderson, hemos sido testigos de muchos y variados despegues entre los haces de luz de una pantalla. Lo que ya no es tan común es que el proceso de locura y la degradación del personaje se cuente con tanta naturalidad y simplicidad como lo presenta el film de Silva; y es que, a pesar de que todos los garfios que mantienen a Alicia anclada a la cordura se van rompiendo, su entorno continua inalterablemente sereno, ayudando al espectador a contemplar la escena desde las dos orillas de la realidad.

Tal vez el descenso a los infiernos que más se emparente al que realiza nuestra querida amiga lo encontremos en la obra de Polanski Repulsión; allí era Catherine Deneuve la que se quedaba sola cuando su hermana se marchaba de vacaciones. Aunque los motivos de la francesa para caer en la locura y el tono general distaba del empleado por el director chileno, ambos coinciden en aciertos y en no dejarse llevar por convencionalismos maniqueos.

La decisión de hacer que la cinta transcurra en Chile aporta una segunda lectura al film. En la esquizofrenia paranoica que asalta a la protagonista se catalizan los miedos de la sociedad occidental. Un miedo común, especialmente la sociedad norteamericana, cuando salen de su “zona de seguridad” y se enfrentan, sin comodidades, a una cultura distinta. Una lectura que nos ayudará a comprender algo mejor los compases finales de la cinta, donde además de presenciar cómo terminan las desventuras de Alicia, seremos testigos de dos formas completamente distintas, pero ambas reales, de enfrentar la enfermedad… vamos, lo mismo que le pasa a Alicia…

Estoy comenzando a concluir esta reseña y no puedo dejar pasar el tremendo peso que tienen para el film sus actuaciones; Juno Temple está incontestable en su papel: su cara es el reflejo de sus pensamientos y su voz se pasea entre la cordura, la fantasía y el miedo con una naturalidad escalofriante: está de diez. Michael Cera, que interpreta a un crispante y estúpido turista norteamericano, logra resultar tan odioso que, a ratos, la pérdida de la razón se antoja una buena salida. Su actuación eclipsa al resto de los secundarios y su personaje es fundamental para el buen funcionamiento de las dos lecturas del film: también un sobresaliente para él. Tan preciosa como cuando era una niña en Lemony Snicket, Emily Browning consigue brillar, aunque con menos intensidad, en sus apariciones pero es que su papel es mucho menos lucido. Cierran el plantel de secundarios la siempre afinada Catalina Sandino (¡que serenidad de rostro!) y el hermano del director, Agustín Silva.

No quiero concluir sin indicar que Magic magic no es en ningún caso ni thriller ni una cinta de terror, y que cualquiera que se acerque con las pretensiones de esos géneros es muy posible que se pegue un buen batacazo… si antes no se queda dormido. A pesar de su calidad, supone un peaje de paciencia y esfuerzo por parte del espectador y no es una película que vaya a gustar a grandes masas de público. Pero si esta reseña te ha suscitado interés, merece la pena viajar con Alicia y sus amigos a la frontera de la cordura.