Byzantium

Hay muy pocos visionados que me hayan producido tanto enardecimiento como el de Byzantium. Tanto es así que me dipuse a ver la película incluso nervioso e impaciente por descubrir lo que ésta me deparaba. Sentí pura euforia al asistir, expectante, al comienzo de sus primeros minutos. Así que lean, lean… y a ser posible ríanse, porque aquí se encuentra la reseña de uno de los mayores estropicios del Siglo XXI. Un estropicio por el que casi maté por verlo y al que defendí hasta el último segundo. Un estropicio por el que hoy me encuentro aquí, con cara idiota, y sin saber qué deciros. Por supuesto que no todas las señales fueron positivas. Siempre hubo alguien que me advirtió de la catástrofe que estaba a punto de acontecer pero, como acérrimo fan, se me dio estupendamente creer en Byzantium y hacer caso omiso de las advertencias. Y más aún, por culpa de mi embelesamiento con la propagando que nos vendieron de este bodrio, acabé babeando por la bella Gemma Arterton y deseando, por fin, ver la nueva obra de uno de los mejores directores de los últimos tiempos. Y es que han pasado muchísimos años desde la entretenida In Dreams. ¡13 larguísimos años sin ver a Neil Jordan en acción! – con acción me refiero a “terror”, no a thrillers comerciales de poca monta como aquel que protagonizaba la Foster cuyo título, por cierto, ya ni recuerdo… –.

Una vez vista, solo sentía dos cosas: decepción y enojo. Cada vez que pienso en ella, me pregunto: ¿Dónde está el Byzantium del trailer? ¿Dónde? ¿Y el maestro…? ¿Qué fue de él? Porque sinceramente de la opulencia del trailer y el afán por la tragedia de Jordan, al pedazo de mierda que finalmente ha sido Byzantium, hay un vacío absolutamente abismal. Nos dicen que la película es lenta pero brillante, y yo me pregunto: ¿Brillante en qué?. Leo y leo pero me doy cuenta de que ni siquiera a quiénes alaban la película les gusta en realidad Byzantium; solo la preconizan porque saben que su calidad cinematográfico es inconmensurable, pero en el fondo todos sabemos que los ideales de Byzantium son totalmente deleznables y dignos de la horca. Nos la venden como aquel producto subversivo de lo que llamamos Crepúsculo (eufemismo de mierda vampírica afeminada), más no reniegan sino que afianzan las correlaciones con aquélla. Y yo me pregunto: ¿Por qué? ¿Qué une a una película adulta como es Byzantium con una para críos como es Crepúsculo?

Byzantium tiene un problema, un gravísimo problema, y es que no sabe qué es. En realidad se trata del mismo problema o cuestión existencial que, curiosamente, perturba a nuestra protagonista, la frígida e impávida Elleanor, durante las pedantes casi dos horas de película (y todo por la vagancia de no buscar en Google lo que es un Neamh-Mhairbh o como c*ño se escriba). Por un lado tenemos a la madre de Elleanor, Clara, y su escultural cuerpo, que debe ganarse la vida – por muy banal que esta resulte – vagabundeando, prostituyéndose y reclutando a su vez prostitutas para su lustrosa academia de doncellas… Byzantium, en resumidas cuentas: lujuria, sangre, sensualidad y mucha sobreactuación. Y por otro lado tenemos a la pedante Elleanor y su complejo existencialista, dando tumbos de un lado a otro mientras escribe su historia, deseosa de contarle a alguien su ya consabido y previsible secreto mientras – atención al dato – se deja caer por hospitales y residencias haciendo buen provecho de su don de dama de la muerte. Hasta que un día se nos enamora del adolescente enfermo que nadie sabe qué cojones pinta, ni por qué cojones le puede llegar a gustar, pues el pobre es un sosete reservado que ni siquiera muestra ademanes de querer fornicar con ella. En fin, la parte buena y la parte mala. La película de terror escrita por un adulto y el Crepúsculo frustrado escrito por una EMO (solo faltaba que en vez de ancianos de antaño se alimentase de polillas y mosquitos, eso ya habría sido la desfachatez en persona… mejor callémonos y no proporcionemos ideas). Y en mitad de todo este embrollo, Entrevista con el vampiro; puesto que mientras la sosa de Eleanor vaga por la playa, la muy caritativa de ella tiene la decencia de ir relatando sus escritos que, según los propios personajes de la película, - atención al dato, nuevamente – es “como si Edgar Alla Poe y Mary Shelley se juntaran y tuvieran una hija muy extraña”; para mear y no echar gota. ¿Y El Ansia entonces qué era? La hija bastarda de la hija extraña tal vez…

De manera que podríamos concluir con que la inspiración de Byzantium, hablando en términos más genéricos, es El Ansia de Tony Scott (sí, la de los vampiros ricachones que para ser inmortales tenían que asesinar con un amuleto africano de punta afilada… ¡Anda! como la uña de las protagonistas de Byzantium), pero desde una perspectiva filial, más comercial y coetánea sigue los pasos de blockbusters como Crepúsculo (sí, sí y sí; no nos hagamos ahora los suecos, que nadie nació ayer).

Solo había una forma de salvar semejante despropósito derivado de rememorar los ideales de Crepúsculo y de un argumento categóricamente telenovelesco, y consistía exactamente en repetir lo que hizo Jordan al final de Entrevista con el Vampiro y al final de En compañía de los lobos; lo que este RedRum exigía y pedía a gritos: la agresión. La presencia de semejante acritud hubiera dado por vencedor al equipo adulto, es decir, a la película de terror. El camino que en un pasado hubiera escogido “el maestro de la inocencia corrupta”, el Jordan de Entrevista con el vampiro y su secta diabólica. El Jordan de la surrealista En compañía de lobos y el choque de sueño contra realidad. Pero no ha sido así… ¡Ni hablar! Finalmente, y para desgracia de todos los presentes, la vencedora del asalto fue la historia de la niña EMO en celo recluida en el internado. Por supuesto que tampoco me ha gustado el discurso patriarcal y falocrático absolutamente decimonónico que nos ofrece Byzantium y su lucha sexista sin sentido (como hizo Somos la noche a la inversa hace unos años). Es decir, poco que aportar este Byzantium para sus trece años de espera. Pero de eso se trataba en el fondo, ni más ni menos, por mucho que Jordan rectifique en última instancia: contar una historia adulta. Y sin embargo finalizamos viendo un cuento de hadas en el que todos acaban felices. Tan difícil dicen que es olvidar el pasado… pero de pronto parecía lo más sencillo.

El guión de Byzantium es una abominación del mismísimo Mefistófeles, lisa y llanamente. No funciona por ningún lado. Juega de soslayo y resulta ridículo y fantoche; tan solo hay que leer la beldad de frase que apuntaba con anterioridad para darse cuenta de ello.

No sé si es el dolor de la decepción la que habla por mí y hace que no pueda ver más allá. La que me obliga a prestar más atención a los fallos que a las virtudes y que indirectamente me nuble de la belleza y el exquisito trabajo visual que verazmente ha conseguido Jordan con Byzantium. Lo único que tengo claro de esta reseña es que me ha salido del alma; todas y cada una de estas palabras, a pesar de centrarme en lo mala que es la película, me han servido para sacarme de encima mis penas e impresiones, y he disfrutado del ejercicio sobre todo por el desahogo que ello supone. Así que os lo agradezco a todos los que os hayáis tragado este pedazo de testamento. Gracias a vosotros Byzantium jamás será la decepción más grande de este año, pues escribir esta reseña me ha fortalecido. Era una película destinada al fracaso. Jamás me hubiese gustado. Siempre me negaré en rotundo darle el punto de la victoria a una visión del cine vampírico errónea en la que no creo, no comparto y lo que es peor, no me gusta. Aun así, Neil Jordan para mí siempre será el maestro de la inocencia corrupta, haga Byzantium o no lo haga; me trague la mierda que me haga tragar. Me resulta indiferente. Me considero incapaz de transgredir al espectador de la misma forma en que lo ha hecho Jordan, así que quien quiera quedarse con este pedante Byzantium y su queridísima y frígida Elleanor que lo haga; que yo me quedo con la enana pervertida de Kristen Dunst en Entrevista con el vampiro y con la bella caperucita de En compañía de lobos. Dos grandes películas de culto que puedo cerciorar que nunca fallarán. De todos modos lo que me entristece de todo esto es saber que existe la posibilidad de que Jordan no vuelva al cine de terror y sea este vanidoso Byzantium quien pronuncie su última sentencia.