Amor en putrefacción

Magdalena y Víctor celebran su aniversario. El primero, el año uno de esta nueva realidad donde los muertos vivientes campan a sus anchas y los escasos supervivientes se esconden malviviendo con las migajas de una civilización en franca descomposición.

Estamos ante un cortometraje totalmente independiente, me niego a llamarlo “amateur” debido a su agradable acabado estético, realizado por el colectivo “Noche de Brujas”. Este grupo de artistas es un viejo conocido de Almas Oscuras, pues su primer cortometraje homólogo (podéis disfrutarlo aquí) generó cierta polémica y debate sobre los valores del cine underground, de guerrilla o de presupuesto cero. Ajenos a esta controversia, Augusto y sus cercanos vuelven a la carga con una pequeña pieza de diez minutos un poco más ambiciosa, y que no abandona el género del horror – como tampoco lo hizo Doppleganger, otro corto protagonizado por Minerva y que, aunque no pudiésemos apreciarlo en su momento (2012), hoy lo tenéis liberado aquí –. Los alumnos de la escuela Ciudad de la Luz, un complejo industrial alicantino dedicado a la creación audiovisual y cinematográfica, repiten procurando alejarse del humor negro de su obra previa; hoy es el sentimiento de melancolía el que reina en su cortometraje.

Clara señal de esta nueva mirada, tan ambiciosa como lánguida, es la presentación del cortometraje en sobrio blanco y negro. Como su título indica, estamos ante una historia de amor que mezcla… obvio, ¿no? Pues sí, un nutrido grupo de muertos vivientes ejercen de maestros de ceremonias para un cuento trágico como todo parece apuntar. Por ello la elección de un blanco y negro, sustentado sobre una fotografía luminosa y brillante, casa como un guante a la narración que se nos presenta. Sin embargo, y esto es un hándicap importante, el tono usado para desarrollar el romance de nuestros protagonistas no acaba por definirse de manera coherente y decidida. Hablaba de melancolía; la tristeza intensa del amor que muere, pero a la vez nunca termina de superarse. Una sensación que esta nueva hornada, ¿los últimos diez años?, de cine de zombis ya ha explotado en diversas formas, nada más coherente dada la melancólica aureola que los zombis también pueden portar desde cierto prisma: sin ir más lejos, y de forma algo artificiosa, la también española [REC] 3 se hizo eco de esta ternura descompuesta. Como comentaba, Amor en Putrefacción no acaba de decidirse por un camino lírico, lo más acertado para su historia, y en numerosas ocasiones se aleja de lo poético, teniéndolo al alcance de la mano gracias a esa acertada fotografía, haciendo de nuevo uso del humor negro, marca registrada de Augusto y compañía.

A pesar de ser un gran defensor del binomio “humor + terror”, creo que aquí anda fuera de lugar y resta enteros a la producción. Una pena, ya que en el plano artístico disfrutamos de un humilde cortometraje muy dinámico y divertido, bien planteado tanto a nivel musical como gráfico – sorprendentes maquillajes, honestos y salvajes –, y, sobre todo, una dirección hábil; a cuyo responsable auguro mucho éxito si continúa su sueño con ganas y energía. Aprovecho este punto para recordar que los grandes cineastas empezaron con proyectos sencillos como este, con el único aval de su talento y sin subvenciones debajo del brazo.

Pero también me veo obligado a señalar uno de los mayores puntos negros de Amor en Putrefacción: su elenco – a lo sumo salvaría a Minerva Ñiguez, una bella actriz con futuro si trabaja el declamado –. Entiendo que sin contar con un presupuesto “real”, tampoco se puede contar con actores de reconocida experiencia. Bueno, la ilusión y el arrojo, pueden incluso ejercer de talento en situaciones al límite. No obstante, es imposible apartar la vista ante unas actuaciones fuera de tono como las que acontecen en este corto. El nivel va bajando a medida que vamos de actores principales a actores secundarios; incluso entiendo que muchos de esos secundarios no se ganen la vida sobre las tablas de un escenario. Actuar bien es muy complicado – creo que es una asignatura pendiente en España, una en la que deben trabajar muy a fondo las academias de interpretación nacionales, tal vez en colaboración con el Parlamento, donde los mentirosos profesionales se cuentan por docenas –, pero existen medios para que una obra supere sus propias limitaciones. En este caso, le hubiese sentado fenomenal menos diálogo, por mucho que Amor en putrefacción también cuente con frases geniales. Es recitando las líneas del guión donde un actor sin experiencia se ve cazado al vuelo. Simplemente, con una narración más poética y visual, usando silencios y cuadros estáticos, el cortometraje hubiese ganado en muchos aspectos – por ejemplo su desenlace sigue esta línea y es cuando alcanza su mejor cota –. Desde el mayor de los respetos, me he visto delante de una cámara y sé lo difícil que es aparentar unas emociones que no sientes, por ello espero que Augusto y sus muchach@s entiendan mis palabras como la crítica constructiva que son.

En definitiva, un corto muy apetecible – del que nos gustaría conocer más de su desarrollo: si será público como los anteriores, a que festivales se presenta, etc –, que demuestra el talento del equipo implicado. Un grupo de jóvenes, una joya en bruto, con mucho camino y trabajo por delante, pero del que seguro el tiempo nos traerá más alegrías cinematográficas. Ellos son el futuro. Me enorgullece ver como España empieza a contar con una producción constante a nivel de cine de género, una producción que con títulos como este ve crecer su calidad pasito a pasito.