Sólo Dios perdona

Del amor al odio. Un viaje que todos recorremos alguna vez en la vida real y que el cine, consciente de ello, no duda en recordarnos una vez más sus consecuencias. Inevitable muchas veces, sin embargo hay otras en las que, pese a poder evitar pagar el precio, un cineasta prefiere que su obra se inscriba en tal, digamos, definición. Pocos casos más claros he conocido que el Nicolas Winding Refn y Only God Forgives. O como la conoceremos aquí con (afortunadamente) el literal Sólo Dios perdona. Y es que Refn, admirado y despreciado a partes iguales, se siente cómodo en este terreno. Le gusta, y se nota, ser odiado. Claro, también tener uno seguidores bien definidos. Todo esto valía con sus películas anteriores, desde las interesantes Bronson (2008) y Valhalla Rising (2009) a la obra maestra Drive (2011) pasando por su notable opera prima Pusher: Un paseo por el abismo (1996). Difíciles, pero aún así accesibles sin exceder el aguante del espectador poco informado. Su nueva película es otra cosa: uno de esos experimentos en los que el autor busca incomodar a base del más grande todavía en cuanto a pretenciosidad por minuto. Pero como sucede con los genios, lo hace tan bien que te absorbe. Cuando termina la función, uno no sabe si ha visto una mierda o un prodigio. Hay que dejarla reposar, pues cualquier decisión inmediata sería precipitada.

En Bangkok, Julian, un fugitivo de la justicia estadounidense, dirige un club de boxeo tailandés que actúa como tapadera para su tráfico de estupefacientes. Su madre, jefe de una amplia organización criminal, desembarca procedente de Estados Unidos para repatriar el cuerpo de su hijo favorito, Billy: el hermano de Julian ha sido asesinado tras haber masacrado salvajemente a una joven prostituta. Llena de odio y venganza, exige a Julian la cabeza de los asesinos. Julian deberán entonces enfrentarse a Chang, un extraño policía jubilado, adulado por los demás policías.

Somos seres curiosos. En realidad, morbosos. Por eso la violencia siempre nos ha entusiasmado a muchos. Llegar a la conclusión de un viaje redentor en busca de una justicia que no llega por las vías legales. Algo que a la mayoría les gustaría realizar pero que pocos son capaces de planear y ejecutar. Por moral, por sentimientos, por dificultad. Por las consecuencias. La venganza es un duro camino, sin duda. El cine nos lo ha demostrado cientos de veces de las formas más variopintas. ¿Only God Forgives trata sobre una venganza o únicamente sobre violencia? Una pregunta que se hicieron los críticos avergonzados por lo visto en el Festival de Cannes y algún otro. Violencia gratuita sin argumento. Esta fue la definición más utilizada. Mientras la veía, por momentos pensé igual. Pero, mierda, la violencia gratuita sin argumento no puede ser tan hipnótica y bella. Y si así lo fuera, ¿no es un gran logro?

Refn juega con lo extremo a todos los niveles. Los personajes son simples al extremo y reaccionan con formas extremas; el uso de la iluminación y la fotografía apabullan en extremo; no hay puntos medios ni ambigüedades, para bien o para mal, todo es crudo, oscuro y desasosegante en extremo. No busqueis concesiones para un estreno mayor en salas. No hay una venta hacía lo comercial después del éxito sorpresa que supuso Drive. El director a vuelto a sus orígenes más desquiciantes, los del primer Pusher. Eso sí, cambiando por completo el ritmo hacía uno pausado, una vez más, en extremo. Hablamos de lo mismo: un viaje a los infiernos de gente que se merece vivir en él.

Ryan Gosling cumple en un personaje que no le exige demasiado. Básicamente, es el mismo de Drive. Los que se llevan la ovación, y grande, son la siempre sensacional Kristin Scott Thomas, radiante en su madurez, y el sorprendente Vithaya Pansringarm, capaz de aterrarnos con una actitud brutal y justo al momentos calmarnos con una brillante interpretación musical en un karaoke. Tremendo este tío.

En definitiva, no puedo recomendaros ni dejaros de recomendar Only God Forgives. Es apasionante y pedante al mismo tiempo. Es hipnótica y soporífera sin grises en el camino. Entusiasma y ofende. Gratuita y a la vez cargada de significados. Me ha hecho la picha un lío, desde luego, pero tengo ganas de volverla a ver. Y eso, amigos lectores, es más de lo que consigue el 90% de las películas que se estrenan en cines cada año.