The Demon's Rook

Subió Diego López, editor de El Buque Maldito, al escenario de Terrormolins y nos desveló algunos detalles de la vida de James Sizemore, director, co-guionista, actor, productor, maquillador y supervisor de efectos especiales de The Demon’s Rook. Resulta que el bueno de Sizemore, además de ser un cineasta en ciernes, también es pintor, escultor, músico (tiene una banda llamada “Lord Loup’Rah”) y líder de una secta conocida como The Black Riders en la que, por lo visto, para entrar a formar parte de la misma, debes ser vegetariano y tatuarte el símbolo de la secta en algún lugar de tu cuerpo (mal lo tiene un tipo como yo, carnívoro convencido y alérgico a los tatuajes). Os aseguro que si contempláis sus pinturas y esculturas, y escucháis algunas canciones de Lord Loup’Rah (a mí me han sorprendido… para bien) es muy posible que entendáis un poquito mejor la disparatada y deliciosa locura que ha cometido Sizemore en The Demon’s Rook.

Un niño llamado Roscoe encuentra un portal que da acceso a una dimensión paralela, en cuyo interior habita Dimwos, un brujo que acoge al niño como pupilo y le instruye en los secretos de las artes oscuras. Pero el brujo esconde un secreto, y cuando Roscoe, años más tarde, lo descubre, se desencadenarán una serie de infortunios que abrirán las puertas de nuestro mundo a los demonios.

Juraría que me pasé toda la proyección de The Demon’s Rook con una sonrisa dibujada en la cara. Sin embargo hubo un instante en el miré a mi acompañante de soslayo y la vi retorciéndose, incómoda, y con cara de desear estar en cien lugares distintos a la butaca del cine en la que se encontraba. The Demon’s Rook no es una película fácil. James Sizemore ha creado un pastiche de padre y muy señor mío que así, de buenas a primeras, parece aglutinar todo aquello por lo que suspiraría cualquier aficionado al terror de vieja escuela: demonios, zombis, paletos, gore, campistas, chicas desnudas, más gore, más zombis, unos espectaculares efectos de maquillaje… Y como no podía ser de otra manera las influencias son numerosísimas: Fulci, Bava, Romero, un poquito del Peter Jakcson de los inicios, Razas de Noche, películas fantásticas de los 80 como pueden ser Dentro del Laberinto o Legend… Lo tiene todo. ¿Y cómo logran James Sizemore y Akom Tidwell, co-guionistas del evento, cohesionar toda esta ingente cantidad de influencias y subgéneros que conviven en The Demon’s Rook? Pues en realidad ni siquiera creo que lo hayan intentado. La coherencia y la racionalidad en el guión de The Demon`s Rook penden de un hilo. Dicho de otra manera, si alguien pretende convencerme de que el argumento de The Demon’s Rook es una locura absoluta y un despropósito mayúsculo, no seré yo quien le lleve la contraria. De hecho, una escasa línea argumental (demonios multidimensionales que pretenden conquistar nuestro mundo), le sirve a Sizemore y compañía como excusa perfecta para desplegar todo un abanico de filias ochenteras sin que la coherencia o la sensatez sean requisitos indispensables en el resultado final.

Hay momentos en los que The Demon’s Rook es una mera pasarela en la que van apareciendo una serie de personajes que caen sometidos al influjo maligno de los demonios. ¿Consecuencias de ese “influjo maligno”? Un festival gore de tintes orgiásticos en los que todos acaban comiéndose unos a otros. Tripas por doquier, carne despedazada, mutaciones, miembros arrancados de cuajo… Lo curioso del caso es que, a pesar de todo este festival gore, de factura perfecta (los efectos de maquillaje, tanto en el diseño de los demonios y zombis, como en los elementos gore, son extraordinarios), la película no deja de tener un cierto aire “naif”; incluso desprende cierta ingenuidad que la hace accesible a todo tipo de público a pesar de todo el gore que atesora.

Pero repito, a pesar de que en términos de gore me pareció una película accesible, The Demon’s Rook no es, en absoluto, una película de fácil digestión. Un guión que puede pecar de absurdo y provocar deserciones masivas, la constatación de que le sobran, al menos, unos 20 minutos de metraje, y un plantel de actores que en más de una ocasión parecen los invitados a una barbacoa familiar; sin duda provocará que muchos espectadores no se unan a la causa de The Demon’s Rook. Por otro lado a mí me encantó. Me pareció una descabellada locura capaz de mezclarlo todo en un guión que parece afectado por el consumo masivo de LSD en los sesenta (atención al idioma propio que utilizan los demonios… a saber de dónde sale) y que logra, en última instancia, ofrecernos un delicioso pastiche de demonios, zombis y gore en el que destacan sobremanera unos magníficos efectos de maquillaje a la vieja usanza (los efectos CGI brillan por su ausencia). Tengo serias dudas acerca de que Sizemore y su personalísima The Demon’s Rook logren demasiados adeptos; pero a pesar de ello recomiendo encarecidamente la película. Creo que es una de esas obras que se odia o se ama, y en estos casos mi opinión es que siempre vale la pena asumir el riesgo. Por mi parte lo tengo claro: una auténtica delicia. Si le preguntáis a mi acompañante por la película, os mirará con cara de pocos amigos.