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El habitante del lago

Y otros indeseables vecinos

En el valle del Severn, imbricado en el más oscuro rincón de la británica región de Brichester, ocurren cosas extrañas por la noche. Ecos de una maldad extraterrestre se agazapan, al caer el sol, acechando a su siguiente presa. El escritor despistado, el bohemio descreído, el pintor en busca de la plasmación del horror definitivo; todos son potenciales receptáculos de la corrupta esencia que alimenta las raíces de aquel valle perdido. Y estas hojas, el manuscrito que sostienes entre unas manos temblorosas, son las crónicas de sus habitantes, algunos humanos otros ni mucho menos; recetario de leyendas que cobran vida cuando llega la crecida, arrastrando entre sus ponzoñosas aguas la verdad que vomita una tierra profanada antes de la llegada del hombre. 10 cuentos que atestiguan la demencia vestigial filtrada entre la umbría del bosque, la locura bebida a sorbos de un plácido lago que permanecerá inalterable hasta que los sueños de vosotros, los lectores, alineen las estrellas en correcta formación.

El Profeta

Vaya por delante que Ramsey Campbell (1946) nunca ha sido especial santo de mi devoción. Por supuesto, su larga trayectoria y su posición como uno de los maestros del terror moderno me producen total y absoluto respeto. Tampoco negaré que alguno de sus escritos, especialmente en formato encapsulado, puede catalogarse de “joya oscura”. Por ejemplo, a bote pronto, podría enumerar “Huella fría”, “El Tirón” (candidato al premio Nebula), “Potencial” y “La Chimenea” (premio World Fantasy). No obstante, siempre he pensado que Campbell peca de excesivos altibajos en su escritura: sabe crear escenas con mucho detalle descriptivo, poseedor de una visión retorcida muy personal, pero finalmente suele transformar sus cuentos en un tren narrativo sin destino aparente. Incluso se podría decir que es bastante perezoso para crear finales enérgicos, acudiendo a tópicos o giros que, cuando no son incomprensibles, resultan aburridos y predecibles.

Recalco que estos comentarios personales no esconden el reconocimiento hacia la calidad del autor británico. Más de cincuenta años escribiendo se dicen pronto; y aunque no se trate de un superventas a la altura de Stephen King, su material se mueve con bastante soltura fuera de la dimensión España, resultando siempre más agradecido en críticas/opiniones que en cuanto a ventas, sobre todo en los últimos años. Un ejemplo prototípico de su éxito “cultural”, pues el nombre de Campbell es venerado dentro de todos los círculos de aficionados al terror, sería la adaptación cinematográfica de “La Secta sin Nombre” (como “Los sin nombre”, largo debut de Jaume Balagueró), una cinta que sabe recoger lo mejor de la obra original dejando de lado la abundancia de párrafos farragosos, donde a veces Campbell no sabe avanzar sin provocar tedio. A este último respecto también cabe destacar que buena parte de culpa, en cuanto a la torpeza o volubilidad de sus novelas, debe ser achacada a las traducciones asesinas a las que ha sido sometido el autor que hoy nos ocupa.

Un pequeño tirón de orejas se merecen las ediciones que ha ido realizando La Factoría de Ideas de las novelas del británico. Muchas veces nos encontramos con una traducción tan apresurada que es imposible seguir el hilo argumental, sangrante en el caso de novelas muy válidas en su lengua materna como lo fueron “Nazareth Hill” o “Turno de Noche”: tal y como han sido editadas mejor hubiesen permanecido en el cajón del olvido. Mi recomendación, para aquellos que aun no se hayan sumergido en el vasto mundo de Campbell, es que intenten acudir a las fuentes originales, en caso de saber inglés (un servidor, se ha tirado de los pelos cuando ha picoteado las versiones inglesas de las novelas que os comentaba). Otra opción a tener en cuenta sería acudir a las novelas editadas hará unos cuantos años por Martínez Roca (“Reencarnación Mortal”, “Ultratumba”) y por Vidorama (“Imágenes Malditas”, “Luna Sangrienta”), mejor traducidas. Pese a todo, me obstino en recomendar primero la lectura de sus relatos cortos pues es donde probablemente Campbell brille más. Interesantes historias cortas que han aparecido ora aquí, ora allí en distintas publicaciones y fanzines (siendo de nuevo la editorial Martínez Roca la que se lleva el gato al agua a este respecto): “La Casa de Cthulhu”, “Los Discípulos de Cthulhu”, “Nuevos Cuentos de los Mitos de Cthulhu”, “Horror 1, 2, 3 y 4”, “Escalofríos”, “Eros Sangriento”, “El Gran Libro del Terror” y, sería el más destacado, “Demonios a la luz del día”, la segunda antología íntegra del británico y primera en ver la “luz” al castellano.

La Palabra

La cuestión es que no quiero abrumaros con más datos y opiniones sobre el autor. Al tratarse de un escritor que lleva tanto en el negocio, a estas alturas está todo dicho acerca de él. Además se publicó un recomendable estudio reciente, recorriendo su bibliografía hispana, en la revista Delirio (Nº 11) de La Biblioteca del Laberinto; la misma que hoy edita, con una calidad encomiable, la primera antología de Campbell. Y es que veréis: nuestro autor, al principio de los sesenta y siendo sólo un tierno adolescente, se dejó llevar por la influencia del maestro de Providence y creó sus propios pastiches con toda la energía que dan las venas llenas de testosterona. Teniendo cierto éxito “fanzinero” esos primerizos arrebatos literarios, ¡escritos con catorce y quince años!, Campbell se atrevió a contactar con el hombre detrás de la famosa editorial “Arkham House” y procurador del legado literario de Lovecraft: August Derleth. Ya es legendaria la respuesta, y podréis disfrutarla de primera mano dentro de “El Habitante”, en la que el aparentemente huraño Derleth supo ver la valía del joven seguidor de los Mitos de Cthulhu y tan sólo le pidió, como condición para la publicación del manuscrito, que reubicase las narración en una región imaginaria distinta, lejos de Nueva Inglaterra, y usase una nueva serie de Dioses y referencias con personalidad propia – consejos todos recogidos en la presente edición para el gozoso estudioso del mundillo “pulp” –. Como resultado a tal propuesta nació esta recopilación de diez cuentos que demuestra la pasión de la juventud, el respeto del aficionado y la “protosemilla” de lo que sería un autor de éxito. Amén de una fresca imaginación agraciada con la deslumbrante capacidad para crear lugares ominosos (el valle del Severn), deidades macabras (el espantoso avatar de Shub Niggurath conocido como El Guardián de la Lente Lunar) y libros prohibidos (los húmedos folios de Las Revelaciones de Glaaki) de una viveza inquietante; todo un festín que no desmerece el resto de la obra de su creador, por mucho que tras esta antología encontremos un Campbell siempre distinto y con la influencia lovecraftiana diluyéndose constantemente, que no desapareciendo. Esto último se hace patente en su siguiente antología, “Demonios a la luz del día”: sigue la estela del de Providence, pero ya con una voz propia que no abandonaría Campbell nunca. De hecho, es honesto reconocer que esta segunda recopilación, literariamente hablando, posee un nivel superior a “El Habitante”.

Para calibrar la calidad real de los relatos de “El Habitante”, creo que es apropiado tener siempre muy presente la edad del Campbell durante la redacción inicial, como cuentos ubicados en Arkham y alrededores, y su posterior revisión, donde adquirieron un colorido inusual, principalmente al aportar tantos y sugerentes elementos al ya amplio panteón “cthulhuideo”. Los cuentos aquí presentados sufren de esos altibajos que luego marcarían la carrera del autor, pero sí se distingue una vehemencia que sólo podría mostrar un joven epatado por Lovecraft. Sin embargo no penséis que se tratan de los típicos pastiches que casi todo el que ha coqueteado con la letra impresa ha realizado con mayor o menor acierto: Campbell cristaliza con un éxito destacado el esfuerzo de recrear la atmosfera de extrañeza que sorprendía (incluso escandalizaba) a los lectores del Weird Tales de principio de siglo. Así, nuestro británico experimenta muchas veces con palabras retorcidas a través de largas descripciones inconexas y alucinadas, que preludian las andanzas de escritores mucho más artísticos como Thomas Ligotti o Richard Luppof. Puede que su gran aportación a los Mitos de Cthulhu sea el uso de elementos sintéticos – plástico, metal, sustancias futuristas – echando mano a un estilo expositivo que roza la ciencia ficción; coqueteando, de tal forma, con los juegos adimensionales que construyese Frank Belknap Long (“El Horror de las Colinas”, “Los Perros del Tíndalos”, “Los Devoradores del Espacio”). Todo ello, por si fuera poco, encajado en la típica narración atormentada (ese protagonista que ya nos anuncia, durante los primeros párrafos, el final atroz del cuento), muchas veces definitoria cuando hablamos de Lovecraft, pero amartillada por el prosaico maniqueísmo con que August Derleth interpretó el “horror cósmico” de solitario de Providence. Resumiendo, los cuentos de “El Habitante del Lago y otros indeseables vecinos”, contienen lo peor y lo mejor de los auténticos pastiches lovecraftianos: una muestra de puerilidad y atrevimiento que siguen siendo fascinante por muchos años que hayan pasado desde su primera edición (1964).

Los argumentos no van a sorprender a nadie, pero sí es cierto que esa curiosa mezcla de pasajes experimentales – algunos de una capacidad explícita sonrojante – con las maneras directas del joven deleitante, crean una sensación de pesadilla única, la cual se potencia gracias a esas líneas argumentales tan oscuras que definiese Lovecraft allá por los años veinte. En definitiva, relatos como “El Habitante del Lago”, donde un pintor acaba en un bungaló junto a un lago que esconde a una hambrienta criatura llegada del espacio, o “Los Insectos de Shaggai”, donde una raza alienígena se expande a través del cerebro de sus víctimas; ofrecen episodios de auténtico infarto que reconozco han perturbado mis sueños. Una lectura ideal para una noche otoñal, mientras afuera sopla el viento susurrando nombres misteriosos.

Eso sí, pedir a unos pastiches más de lo que son – tributos agradecidos a otra serie de relatos siguiendo pautas muy definidas – resulta un suicidio: aquellos que no sean aficionados a la obra de Lovecraft no sabrán ni por donde salen las balas y, a su vez, los que sean seguidores de Campbell no encontrarán aquí más que un eco juvenil de aquello en lo que acabará deviniendo. Por eso precaución, y ganas de abrirse a tramas simples pero intensas, a la hora de enfrentarse a estos cuentos.

El Tomo

La Biblioteca del Laberinto se ha atrevido con la edición cincuenta aniversario de la obra original. Un plus añadido a lo que sería, ya de por sí, una colección imprescindible para los sectarios de Chtulhu y compañía. La edición que nos ocupa presume de una portada botánica que resume con inquietante acierto el estilo que destilan los cuentos contenidos: un mal sueño muy poco realista. La ilustración, y la mayoría de las interiores pues se trata de un libro cargado de sugerentes láminas, son obra de Ernst Haeckel, naturalista y filosofo alemán que defendió el evolucionismo mediante, entre otras, unas ilustraciones deliciosas donde representa diversas formas animales, inferiores habitualmente, exacerbando sus rasgos geométricos como testimonio de la mecánica evolutiva. Sin más divagaciones – ya que tenéis una muestra junto a estas líneas – comentar que no imagino mejor acompañamiento gráfico para los relatos de Campbell, un acierto que revaloriza esta edición por encima del resto de sus hermanas internacionales.

Por si fuera poco, contamos con otras ilustraciones (a menor tamaño) que serían las recogidas por la versión americana de la edición cincuenta aniversario. Estas ilustraciones acompañan al prólogo de Óscar Mariscal para aportar una visión más global, visualmente hablando, de los relatos lovecraftianos que nos ocupan. Hablando del prólogo, comentar la cuidadosa labor de presentación que Mariscal nos proporciona en bandeja, amén – y aquí hago de nuevo hincapié en la importancia de una buena traducción para el disfrute de un texto extranjero – de la perfecta traslación al castellano que al fin nos ha regalado para hacer justicia a una colección de cuentos que todavía no entiendo cómo ha tardado tanto en ser publicada.

Bien, la edición que nos ocupa no sólo viene acompañada del prefacio original de Campbell; la completan unas notas detalladas del propio autor, acerca del origen de sus primeros cuentos – en buen número provenientes del famoso libro de notas de Lovecraft –, su visión acerca de la antología, las respuestas editoriales entre Derleth y el británico que fueron configurando la colección y, lo más importante, las versiones primigenias de varios de los relatos junto a un inédito – “El Rostro en el Desierto” – y un viejo conocido de los lectores españoles: “La Iglesia de la Colina” (o “La Iglesia de High Street” según el respetado Rafael Llopis).

Como veis, toda una celebración para una de las más interesantes aportaciones modernas de los Mitos de Cthuhlu. Vuelvo a incidir en que semejante tomo sólo será verdaderamente disfrutado por los amantes de la obra lovecraftiana, así como a los estudiosos del pulp. No obstante, su valor merece su elevado precio, y es que pensad que pequeñas editoriales sobreviven como pueden realizando tiradas cortas de unos trabajos, por otro lado, únicos y muy alejado de las aburridas corrientes comerciales de hoy en día. Si me tengo que quedar con la trilogía vampírico de Del Toro, los novelones del excéntrico China Miéville, las interminables antologías Z o lo editado por geniales locos como La Biblioteca del Laberinto, Barsoom o Valdemar… pues lo tengo claro, encerradme en el Arkham Asylum y tirad la llave, por fin he encontrado mi hogar.

Edición

Páginas: 306
Formato: Edición en rústica con solapas, papel ahuesado profusamente ilustrado (principalmente con laminas de Ernst Haeckel) en blanco y negro.
Fecha de publicación: Julio de 2013
Precio: 22 Euros

Lo mejor: Momentos cuasi experimentales de una solidez aterradora, crean un aura de pesadilla lovecraftiana de gran energía.

Lo peor: Momentos pueriles propios de un escritor adolescente.


Vuestros comentarios

1. 13 nov 2013, 22:44 | MASP

No sé, la verdad. Mira que gracias a tus recomendaciones sigo de cerca los lanzamientos de esta editorial, pero desde que leí “Los Sin Nombre”, no creo que vuelva a darle una oportunidad a Campbell en mucho tiempo. Me recuerda salvando las distancias a Barker, tienen momentos sublimes y de repente se vienen abajo del modo más estrepitoso. Te dan ganas de ir a buscarles y darles con el canto del libro en la cabeza, coño.

Igual es tema de las traducciones que comentas, una espinosa cuestión sobre la que habría mucho (y malo) para debatir.

Igual les doy una oportunidad a estos cuentos cortos. Ahora mismo estoy con “Feed” de Mira Grant y es un tostón de la hostia. Una plaga zombie como punto de partida para analizar el sistema electoral estadounidense? WTF? En doscientas páginas que llevo hay un sólo ataque de un par de zombies más perdidos que la autora. Hombre, no es que sea uno el fan más comercial del cine en plan Michael Bay, pero vamos, que mientras lo leo, el único interés que me surge es si seré capaz de terminarlo.

PD: Gracias por recomendar “Millenium Bug”, me reí un montón con tanto cafre (delante y detrás de las cámaras) xD

Saludos!

2. 14 nov 2013, 20:16 | Bob Rock

MASP.- Bueno, ya ves que Campbell tampoco es santo de mi devoción. Creo que se ha ganado su puesto más por el tesón que por la calidad. Pero esta colección de relatos tiene “algo”. Hay mucha pasión y se nota, amén de que el rollito cthulhuideo siempre es resultón.

Pues tío, si Feed es un tostón: no pierdas más el tiempo!! ¿Pero has visto todo lo que está por venir? Nada, a la quema!! Para zombies tostones estamos!

Millenium Bug es mejor de lo que parece – para echarse unas risas catetas -, ¿eh?

Tienes un correo mío pendiente, mi querido amigo ;)

3. 11 may 2015, 19:41 | RODRIGO

siempre quise conseguir este libro y no he tenido oportunidad, me encanta Ramsey :)

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