The Monkey's Paw

Jake se hace con la pata de mono, el amuleto que concede tres deseos a quien lo posea. ¿Podrá salir así de la miserable vida de obrero de segunda que le ha deparado el destino? Su primera probatina, inocente pero lucrativa, trae consigo el primero de una serie de acontecimientos que pondrán en duda hasta su cordura. Tony Cobb, desequilibrado compañero de trabajo de Jake, sufre un accidente a causa de la primera dádiva de la pata… pedir que fuese resucitado no ha sido la mejor de las ideas, como atestigua el rastro de muerte y sufrimiento que va dejando, a su paso, el “nuevo” Cobb.

En 1902 W. W. Jacobs, humorista británico, publicaba uno de los cuentos breves más celebrados del terror sobrenatural: “La Pata de Mono”. Obra que ha sobrepasado el medio literario para convertirse en patrimonio de la humanidad; no sólo por haber sido adaptada al cine en múltiples ocasiones, también por haber alcanzado su legado hasta uno de los episodios de Halloween más celebrados de Los Simpsons. El cuento de Jacobs es una alegoría macabra que, en la línea del Fausto alemán, intenta enseñarnos sobre los peligros de cambiar nuestro destino. Muy en la línea de la sumisión cristiana y protestante frente a los vaivenes de la vida, casi parece ejercer de parábola aleccionadora destinada a la pujante sociedad burguesa que vivía a principios del siglo XX su gran despertar. Veamos un simple resumen de su argumento: una reliquia, una pata disecada, ofrece tres deseos a su poseedor. El primero, obviamente buscando el lucro, causa la desdicha al propietario del talismán, pues las 200 libras que solicita a los hados llegan en forma de pago por la muerte de su hijo durante la jornada laboral. Lo que le lleva a pedir un nuevo deseo que complica aún más las cosas, nada más y nada menos que su hijo vuelva de entre los muertos. Finalmente, sólo el tercer deseo puede solucionar las cosas, o más bien dejarlas en cierto estado de penuria; uno al que no se hubiese llegado de haber ignorado los cantos de sirena de la reliquia maldita. Mucha moral de vanguardia como se puede ver.

Tranquilos, Dios ahoga, pero no aprieta. Así hemos llegado, a través de las décadas, a la enésima adaptación de “La Pata de Mono”, esta vez para la televisión por cable “Chiller”, aunque la película en cuestión se aleja de la moralina del relato original, siquiera de su lectura más ética. Estamos ante puro entretenimiento, y lo hace apelando a la carga sobrenatural del relato original, trasladado a tiempos modernos, así como a su vertiente más terrorífica. Tal que de una reinterpretación del Cementerio de Animales de Stephen King – ya conocéis, entonces, una importante influencia de la novela original –, The Monkey’s Paw apela al terror causado por aquellos que vuelven de la muerte “cambiados”, más oscuros. Aquí la tensión la va generando, con un agradecido ritmo constante pero creciente, el personaje de Tony Cobb; bajo el agradecido auspicio de una lograda ambientación sureña. Nueva Orleans se presenta como un marco de excepción para la trama, que se alimenta de una fotografía crepuscular fácilmente asociable a los parajes pantanosos y/o bulliciosos de la famosa ciudad norteamericana.

Su director, Brett Simmons, ya nos agradó con su trabajo previo: Husk, que también contaba con severas limitaciones impuestas por su origen semi-televisivo (por favor, no me pidáis que os vuelva a dar la chapa sobre el After Dark Originals). Tengo que destacar que una parte del éxito de este thriller sobrenatural radica en la tensión impuesta por su director tras cada plano. Sin recrearse más de la cuenta – y es que no olvidemos que nos encontramos ante un producto para el mercado doméstico –, las escenas están tan bien planificadas como fotografiadas. Siendo su acabado visual una eficaz herramienta para pasar por alto el escaso riesgo tomado por el libreto autoría de un desconocido Macon Blair. La cinta peca de predecible, y es algo que poco a poco, a medida que se va desplegando el metraje, va pesando sobre el ánimo del espectador. Entiéndase que no resulta pesada, pero sí poco ambiciosa, y como tal, sin mucha sorpresa por delante, parece que nos encontramos ante una historia mil veces contada… y así es.

No obstante, otros elementos se aúnan para que la narración, cargada de tópicos, conserve algo de gancho y espectacularidad. En este caso, podríamos sintetizarlos sólo en uno: su elenco. Todos los actores rayan a un nivel envidiable, y es que la producción está plagada de rostros conocidos. No de primera fila, pero tampoco de segunda, podríamos decir que de una y media.

Bromas aparte, y a pesar de que su personaje sea de mero relleno, se agradece la presencia de un buen actor secundario como Charles S. Dutton; al cual pudimos disfrutar en “Gothika”, “Alien 3” o hasta “Cocodrilo Dundee II”. También, catapultado por el tiempo desde la misma “Cujo”, veremos un pequeño papelito de Daniel Hugh Kelly, un actor con peso y carisma pese a que su trayectoria no transmita las mismas sensaciones. Como anécdota, nos encontraremos a Corbin Bleu, un actor que nos sonaría a chino de no ser por haber dado el do de pecho en la independiente Scary or die, quizás denostada de manera un poco gratuita.

Pero quien se lleva el gato al agua, sería Stephen Lang, el villano de la función y redivivo sin alma para la ocasión. Superior a todas luces a su antagonista, C. J. Thomason alias “Jake” (otro participante de “Husk”, curiosamente), el veterano actor que ha trabajado en obras de la talla de “Avatar” (y sus inminentes secuelas) demuestra con oficio que puede dar lo mejor de sí, ya sea en una superproducción o en una película de horror modesta. Gracias a su presencia,“The Monkey’s Paw gana credibilidad por momentos, y es que sin aspavientos sangrientos, su interpretación fantasmagórica consigue lo que otras muchas cintas más cacareadas – “V/H/S”, “Posesión Infernal 2013”, “[REC] 3”, etc – ni siquiera intentan: asustar.

Claro que, expuesto así el panorama, alguien podría pensar que estamos ante la película de terror del año. Nada más lejos.

Como bien apuntaba, su principal lastre sería su origen televisivo – determinados cortes de edición preludian negativamente los temidos anuncios –. Así mismo, la historia está demasiado manida como para soportar un visionado demasiado riguroso. No basta con actualizar el marco temporal e introducir leves giros de tuerca que, pese a acertados y respetuosos, siguen sin aportar ninguna novedad con respecto a otros cientos de thrillers sobrenaturales. Si bien es cierto que su apartado técnico está cuidado, no merecerá por otro lado galardón alguno. Lo que nos lleva a un perfecto entretenimiento para una tarde invernal sin mucho que hacer. Más ambición nos hubiese situado ante una experiencia notable; con todo, su director, Simmons, merece estar bajo el ojo del huracán y embarcarse en proyectos de mayor calado pues su estilo resulta claramente eficaz dentro del siniestro terreno del horror más serio y agudo.