Riddick

Cuando, en el 2000, se estrenó una pequeña película de ciencia ficción con monstruos titulada Pitch Black, pocos pensaban que casi conseguiría triplicar su presupuesto. No solo eso, sino con el tiempo se convirtió en obra de culto para muchos. El principal beneficiario de todo esto fue su protagonista, Vin Diesel, poco conocido por aquel entonces y que dudo pensara que estaba interpretando al personaje que, junto al Dominic Toreto de la saga Fast and Furious (2001-¿?), le haría una estrella reconocida por las masas. Así, Richard B. Riddick, el letal antihéroe de la galaxia, regresa en un tiempo en el que Diesel sabe que ha de aferrarse a lo ya conocido. Lo hace volviendo a los orígenes y obviando la megalomanía de la fallida secuela Las crónicas de Riddick(2004). ¿Han acertado esta vez?

Lo primero que es de agradecer de esta película es su calificación R. En tiempos en los que los mercenarios de Stallone estuvieron tentados de caer en el PG-13, no sería extraño que una saga con potencial público adolescente como la de Riddick sufriese cortes para llegar a más espectadores. Gracias a esto, podemos divertirnos con alguna que otra sorpresa truculenta además de los típicos chorretones hemoglobínicos digitales. No esperéis una fiesta gore, pero sí un poco de la violencia macarra con sus momentos explícitos. Aparte, el personaje, aunque nunca dejó de ser un bruto, vuelve en gran parte a su vena más salvaje y sarcástica. Algunas concesiones a la galería, pero nada que sonroje. Claro que, estar autorizada solo para mayores de 18 años (en USA y otros países no pueden acceder menores si no es acompañados de padre o tutor) hace que los productores aparquen riesgos. Esto es, reducir presupuesto.

Picth Black costó 20 millones de dólares, mientras que Las crónicas de Riddick subieron hasta los 100. La primera fue un éxito con unos justitos 53 millones ingresados alrededor del mundo, pero la segunda, pese a los 115 millones recaudados, fue un fracaso además de una gran decepción económica para los productores, que esperaban que arrasara, y para muchos espectadores, que se aburrieron como ostras. De ahí que no sorprenda que, como hiciera el citado Stallone en su muy recomendable revival Rambo (2008), se ajustasen a los parámetros de relativa serie B que mandaban en la primera entrega. Riddick ha costado cerca de 40 millones. Podéis imaginar que hoy en día con ese dinero, que viene a ser poco más que el presupuesto de la primera si ajustamos la inflación, no encontrareis efectos especiales de los que dejan boquiabierto. Pese a la pericia del director David Twohy, que sabe de esto de hacer virguerías con poco dinero, los efectos digitales a veces cantan como el mejor soprano. Para que sean más efectivos se utiliza la noche y la lluvia casi todo el metraje. Otra opción hubiera sido tirar más de los añorados animatronicos, pero no les debió parecer buena idea.

Riddick está dividida en tres partes. La primera, notable. La segunda, mediocre. La tercera, pasable.

Los primeros 30 minutos se desarrollan con el protagonista en un planeta sin rastro de humanos, pero sí de criaturas poco amigables. Su odisea cuasi muda por estos terrenos, salvando peligros, comiendo cosas que harían vomitar a una cabra y cuidando de una especie de perro salvaje, son de lejos lo mejor la función. Cuando los grupos de mercenarios aparecen para darle caza, el guión, escrito por el propio Twohy, camina hacia atrás convirtiéndose en una tontería de diálogos chungos, idas y venidas que no llevan a ningún sitio y personajes poco carismáticos. Se salva de la quema un divertido Jordi Mollá, que parece ser el único que sabe donde se ha metido. Bueno, y la morbosa presencia física de la Kara “Starbuck” Thrace de Battlestar Galactica (2004-2009), Katee Sackhoff. Demasiados minutos de relleno hasta llegar al desenlace, en el que de nuevo hacen acto de presencia la acción y los bichejos. Un clímax final poco trascendente aunque simpático y que nos hace recordar los buenos momentos que pasamos con Pitch Black. Serie B comercial en su punto.

Poco más que añadir sobre un personaje y una saga que deberían vivir en el video club como producto Premium. De esos directos a video con caché que salen de vez en cuando entre mucha basura casposa. Dentro de esas pretensiones, se puede cuajar una interesante franquicia que nos cuente más sobre el pasado y futuro de Riddick. De seguir la línea de la última película, las salas de cine le empezarán a quedar grandes.