Psicosis Mortal

Un vagabundo deforme y cabrón se dedica a destrozar la mente de un pobre programador a punto de ser ascendido a senior.

Querría presentaros una de esas comedias negras salvajes que, tal vez por pertenecer a la primera mitad (1992) de una década maldita como los noventa, permanece bajo los radares de los aficionados al cine de terror. No exenta de caspa, pues el extremo colorido de sus personajes roza el ridículo antes que la broma, “Psicosis Mortal”, conocida en su país natal como “The Vagrant” – el vagabundo –, es una cinta muy a tener en cuenta si lo que queréis es echaros unas buenas risas con los amigos, sin más trascendencia, justo de la misma forma que lo consiguiesen obras del mismo corte como “Very Bad Things” o “Tu asesina que nosotras limpiamos la sangre”. Aunque me gustaría hacer notar que la película que hoy nos ocupa tiene un estilo mucho más chabacano y barato, lo que no es directamente peor; simplemente también se emparenta con la década anterior, los 80, por su acabado artístico.

Como curiosidad fijaos que el argumento preludia la conocida cinta holandesa ganadora de la anterior edición del festival de Sitges: “Borgman”. Y lo hace por aquello de ofrecernos el relato de una vida normal destrozada por la violenta irrupción en su día a día de un vagabundo con intenciones desconocidas. No obstante, este sería el único paralelismo, pues el tono de ambas es bien distinto, teniendo la cinta holandesa un tufillo intelectual que para nada defiende “Psicosis Mortal”, mostrándose esta última como un ejercicio más descerebrado y grotesco donde cuesta ver cualquier tipo de crítica social. Vaya por delante que en lo personal me quedo con la cinta de 1992, aunque sólo sea por lo absurdo de su humor y ese acabado undergound para nada refinado, lleno de escenarios cochambrosos, sobreactuación, unas breves pinceladas macabras y saturación visual.

Si algo hemos de agradecer al director de la presente, Chris Walas (especialista en diseño de maquetas y criaturas para importantes proyectos como “Aracnofobia”, “Enemigo Mío”, “El Almuerzo Desnudo” o “La Mosca II”, de la que también fue director), es haber impreso un trepidante ritmo a todo el metraje. Aunque el montaje, algo tosco, impide el total disfrute de esta velocidad narrativa. También sorprende la presencia de planos arriesgados como contrapicados y escorzos que ayudan a reforzar el ambiente de obsesión, casi de pesadilla, que sobrevuela parte de “Psicosis Mortal”. Por desgracia, estos momentos son echados por tierra con transiciones ortopédicas o escenas rodadas sin mucho garbo, como por ejemplo la parte final que al contener un mínimo de acción física se vuelve caótica y bastante ameteur. Con respecto a la mencionada ambientación habría que destacar la partitura, aun siendo bastante estridente, al más puro estilo de un Richard Band puesto hasta las cejas de barbitúricos, casa precisamente con todas las perrerías, imaginarias o no, que le van sucediendo a nuestro protagonista. Alguna de las cuales nos van a regalar imágenes para la posteridad, y de hecho son la principal razón para visionar esta cinta.

Llegado el turno de hablar de su argumento, comentar que la película hace una proposición y simplemente la lleva hasta el final, optando por el chiste pueril y la exageración más evidente. Tenemos un joven programador, Graham Krakowski, bastante apocado y sometido a las voluntades de quienes le rodean. Cuando compra una casa en propiedad, su anterior inquilino, un asqueroso y psicótico vagabundo empezará a hacerle la vida imposible poco a poco. La tortura mental a la que somete a Graham lo va minando hasta llevarlo a los límites de la locura y a cambiar su vida radicalmente. El primer fallo que presenta esta idea central es que el cambio en Graham, base principal para la construcción de una historia, es totalmente increíble y dotado de una cualidad histriónica que lo hace todavía más inverosímil. Parece obvio que la intención de su guionista, Richard Jefferies (poco conocido por subproductos como “Zona Restringida”, “Living Hell” o “Elf-Man”),era criticar tanto la acción policial en las áreas suburbanas como filosofar acerca de la transformación de un simple oficinista en animal acorralado y las consecuencias gráficas de semejante cambio. Pero sus intenciones sólo se intuyen, porque la exposición de las mismas quedan embadurnadas con demasiada sal gruesa. Además no veo que la crítica social se vea favorecida con el giro hacia el thriller, tan de moda por los noventa, que va realizando cada de tanto en tanto “Psicosis Mortal”.

Finalmente, habría que hablar de las histéricas interpretaciones, el otro pilar de la cinta. El histriónico Bill Paxton (odiado por muchos) se encarga tanto de alzar por momentos la película como de hundirla puntualmente. No he visto una actuación tan desigual en mucho tiempo, lo que también debería tener su merito, pues su personaje se supone presa de una psicosis provocada por la presencia del misterioso vagabundo. Este último lo interpreta Marshall Bell, importante actor secundario que todos recordaremos por portar a Kuato en la tripita o por ejercer de general en “Starship Troopers”, y es quien se lleva el gato al agua con un papel repulsivo e infecto basado en la falta de líneas de dialogo. Lo mejor sería la caracterización del vagabundo, digna de cualquier película de horror sobrenatural; sus apariciones, terroríficas en cierto sentido, serán lo más celebrado de la película. En último lugar, como agente de policía tenemos al gran Michael Ironside, que a pesar de contar con un papel secundario, su presencia siempre se deja notar en pantalla imbuido hasta la calva por ese aire esquizofrénico que domina a la mayoría de los personajes.

Resumiendo, con buenas dosis de caspa, este revival no se os debería pasar por alto, ya que tenemos otro título que se une a esas comedias de horror (por decirlo de alguna manera) que poblaron los 90 sin pena ni gloria, aunque lo hicieron por y para alegría de trastornados como un servidor. Si os gustaron Proteus, Shadowzone, Bad Channels o The Granny… ya sabéis, salid de paseo con el Vagrant.