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El Barco de la Muerte

My torture will go on

El Barco de la Muerte

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2.5/5

Un crucero de placer navega plácidamente hacia su destino cuando el barco de la muerte, negro como la noche, intercepta su trayectoria. Ese viejo buque oxidado y abandonado surca el océano en busca de presas, y en los supervivientes del crucero que acaba de golpear encuentra a las ideales. Los pobres náufragos, una vez a bordo del derelicto mortal, descubrirán como la historia infecta con veneno cada uno de los oscuros recovecos del impresionante navío.

Junto con la imprescindible – aunque algo casposa con el tiempo – “El Triángulo de las Bermudas” (1978), “El Barco de la Muerte” fue una de esas películas de horror marítimo que colmaron de pesadillas durante bastante tiempo mis noches infantiles. Vista con el tiempo resulta complicado entender como semejante patraña, en cuanto a terror se refiere, pudiese causar malos sueños a ningún infante. Claro que los principios de la década de los ochenta se caracterizaban por una mayor inocencia en lo que a cualquier rango de edad se refiere. Aun con la perspectiva del tiempo asumida, resulta conmovedor volver a revisionar un clásico de la serie b más casposa, con la mente lo más abierta posible, para descubrir que pese a sus tremendos fallos mantiene un aura especial capaz de causar una inquietud de la que muchas películas actuales carecen. Y os hablo de esa ambientación que, agudizada por una vergonzante falta de medios, abandona el sobresalto, el susto barato de los efectos especiales y el aumento brusco de volumen, en pro de una extrañeza psicodélica agudizada gracias al apartado visual propio de una de esas pesadillas infantiles de las que os hablaba.

El terror marino no se ha prodigado mucho en el cine; obviamente resulta un espacio lo suficientemente claustrofóbico (me refiero a un barco) como para convertirse en un decorado muy sugerente, pero también presenta tanto sus complicaciones técnicas como sus limitaciones a la hora de desarrollar un argumento complejo. Puesto que situar la acción encima de una embarcación requiere ya de unos tópicos, una jerga visual, que acota la dimensión de cualquier historia. No obstante, aprovechando la temática de la película costrosa que hoy nos ocupa, me gustaría enumerar los primeros y escasos títulos que me vienen a la mente para aquellos interesados en el tema: ”Ghost Ship”, “Triangle”, “Proteus”, “Dream Cruise”, “Virus”, “Matango”, “Uninvited”. Si os fijáis me refiero a cintas ubicadas específicamente en un buque durante la parte más importante de su metraje, y es que algo tienen esos mastodontes de metal, o más humildes barcazas, que despiertan el terror primigenio, el de la indefensión, dentro del alma humana más sensible, como bien sabía *William Hope Hodgson *y no los guionistas de “El Barco”.

Hablando más específicamente de “El Barco de la Muerte”… su director, Alvin Rakoff, se muestra incapaz de llevar a buen puerto el plano más sencillo. Desde la presentación inicial de los personajes bidimensionales, viviendo sus particulares “Vacaciones en el Mar”, hasta los momentos de terror a bordo del siniestro buque maldito: tanto la fotografía, la banda sonora, la iluminación, la edición, como cualquier otro aspecto que le correspondiese al bueno de Alvin supervisar, todo hace aguas de una manera espectacular. Ni siquiera la introducción de imágenes de archivo, especialmente cuando el navío asesino enviste a su víctima, se realiza con un mínimo de dignidad. Pero todo este desmadre de cámaras temblando y desenfoques continuos redunda en beneficio del espectador más cazurro, como el que suscribe, aquel capaz de disfrutar de la caspa que la cinta exhibe sin pudor. Hora y media de disparate fílmico que no conoce vergüenza ajena.

¿Creían sus autores estar realizando un sincero largometraje de terror? Supongo que sí. A tenor de la voluntad insistente por tomarse en serio de forma continuada. Algo extensible a su elenco; aunque las actuaciones pequen de tan pobres y frías que el habitualmente estático y apático George Kennedy (“Agárralo como Puedas” entre varias decenas más de obras maestras) se convierte en todo un prodigio de la anti-interpretación. Por momentos convertido en un Jack Torrance de tercera, su desarrollo desquiciado, poco a poco poseído por las fuerza sobrenatural que habita el dichoso barquito, descubre otra de las variadas influencia de esta cinta: “El Resplandor”, y es que por aquellos días andaba de moda el asunto de las casas encantadas (¿O va a resulta que James Wan es el inventor del asunto?). Así que el bueno de Alvin deja la televisión y subproductos de la talla del “Tesoro del Rey Salomón” para, aliado con guionistas sin talla ni talento (¿creadores de guiones para varias temporadas de Benny Hill?, “oh – my – god”), plasmar cinematográficamente su visión de lo que sería la película de Kubrick rodada en alta mar. Años después se comentó de los terribles problemas que sufrió el equipo debido a las pobres condiciones del set, pero oye: ¡no haberos metido en semejante berenjenal!

Claro que a estas alturas es donde me toca comentar la parte mágica de la película: ¿por qué semejante obra de manazas consigue inquietarte durante varios momentos puntuales? Pero hablo de angustia genuina, de esa que te impide levantarte para ir al baño. Resulta que el decorado elegido, el tan mentando barco de la muerte, luce siniestro sin dudar, percepción que refuerza la estridente banda sonora, penosa en gran medida, pero acertada cuando se trata de escenas protagonizadas por los distintos pasillos y cabinas (como olvidar ese camarote lleno de simbología nazi, y que ayuda a aportar la verdadera dimensión de horror de la cinta). Contamos además con un par de escenas (la famosa ducha de sangre y el encuentro de los restos de personas torturadas a bordo) que a pesar de su patosa presentación justifican por sí solas el visionado de “El Barco de la Muerte”, un perfecto ejemplo de que cualquier época pasada no fue mejor, pero que al menos se rodaban los truñacos de siempre con un mayor esfuerzo por generar terror en el espectador.

Recomendable con prudencia, y muy digna para ser una de las habituales caspamovies que el tío Bob os ofrece. Al menos he pasado una estupenda tarde revisándola, algo que se vuelve complicado cuando “abordo” (arrrr) películas independientes modernas de esas que, últimamente, apestan a intelectualidad falsa y barata. ¡Estad ojo avizor!

Lo mejor: El barco de marras, una ambientación extraña gracias a la oxidada nave que bien podría pertenecer a un mal sueño de legumbres.

Lo peor: La dirección, y en general todos los apartados técnicos, son tan caóticos que puede llegar a provocar más de un dolor de cabeza.


Vuestros comentarios

1. 14 abr 2014, 09:54 | Lady Necrophage

Vagamente me acuerdo aún de ella y he de decir que vaya espanto de peli… si que es verdad que tiene un tufete muy entrańable y tal, aunque solo valga para verla con los amigos en plan echarse unas risas.
Esta reseña me ha llegado muy profundo, compi, ya que me has hecho recordar aquellos primeros años de mi infancia en los cuales me tapaba los ojos para no ver a los Goulies ( gran cagarro simpàtico que en su día me provocó pesadillas) o aquella terrorífica noche en la que no pegué ojo pot temor a vonvertirme en im clon tras ver La invasión de los ultracuerpos (eso ya lo había contado por aquí jeje). Sin duda unos años maravillosos e irrepetibles que nada tienen que ver con los tiempos modernos ;)

Un beso bro!!!

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