Dangerous Seductress

Linda ejerce de modelo en Yakarta y Bali. Ella goza de una vida maravillosa que comparte con su magnífico novio, y lo hacen justo en su cumpleaños, cuando ella recibe dos regalos: un libro de brujería, muy normal en el mundo de las top models, y la visita de su hermana pequeña, Susan, otra neumática rubia que ha sido maltratada por su novio rico. ¿Quién iba a decir que este escenario sería el caldo de cultivo perfecto para la resurrección de una antigua diosa del deseo y el caos?

Excesiva, psicotrónica, erótica, de culto, cutre, hortera, anacrónica, sangrienta, aburrida, mala, divertida e imprescindible.

Excesiva porque una película que en sus primeros quince minutos ofrece una persecución de coches con fusiles de asalto como complemento, la desmembración y empalamiento de criminales, la detallada resurrección de la Reina de las Tinieblas, dedos amputados con vida propia, decapitaciones de perros, una violación aliñada con un baile de salón vomitivo… bien, creo que son los ingredientes ideales para una sesión de cine pasada de rosca. ¡Sacad las cervezas!

Psicotrónica porque mezcla tantos géneros de una forma tan tosca que el surrealismo, a los ojos de un espectador normal, resulta casi insoportable. Su exótico origen (Indonesia y Filipinas uniendo fuerzas) se combina con la intención de crear un producto de exportación. Mezclar actores locales, por llamarlos de alguna forma, con estadounidenses que fueron expulsados de la peor academia actoral de California, parece la idea de un chimpancé borracho; y los resultados más si cabe. ¿Modelos? ¿Resurrecciones vampíricas? ¿Libros de hechizos? ¿Sesiones fotográficas? ¿Sacerdotes agoreros? ¿Erotismo y violencia? Divertidos elementos agitados y revueltos en una ponzoña de color verde fosforescente. ¡No en vano veremos un bonito homenaje a “La Novia de Re-animator”!

Erótica porque sus dos protagonistas norteamericanas son dos rubias de quitar el hipo, claro que pasadas por el tamiz de una Playboy de finales de los ochenta. Parte de la trama descubre una lamentable tendencia al thriller erótico que tan de moda estaba por la época, 1995. No obstante, muchas posturas, muchos videoclips y mucha gaita, pero no veremos ninguna escena explicita… eso sí, la principal obsesión de su director y guionista es intentar justificar la presencia constante en pantalla del cuerpo de Tonya Lawson. ¡Festival de tangas, amigos!

De culto porque su director es el infame bastardo detrás de otras obras maestras de la caspa exótica: “Lady Terminator” y “Mystics in Bali”, obras bastante superiores a ésta, pero igualmente absurdas. H. Tjut Djalil se especializó en crear productos de horror que ofreciesen al mercado occidental algo del sabor local y las leyendas sobrenaturales de Indonesia. “Dangerous Seductress” representa su canto del cisne, y lo hace apostando por lo más rastrero al alcance de su mano, eso sí, sorprende el nivel de medios, tan mal usados, de los que dispone nuestro pícaro cineasta. ¿Tomas desde un helicóptero? “Mondo Macabro” editó esta trilogía en DVD hará unos años, con bastantes extras, para deleite de los adictos del cine basura. ¡Hazte con ellos!

Cutre porque no podríamos asistir a una mayor carencia de estilo en cada una de sus partes. Si la dirección anda desbocada, sin saber muy bien en qué aspecto concreto de la cinta centrarse, desde las actuaciones hasta la iluminación rozan el ridículo. No sólo los diálogos son baratos, también lo es la forma de “leerlos”, pues muchos de los actores parecen no saber inglés, el lenguaje original de la cinta. Así mismo, lo único que aguanta cierto análisis serio podrían ser los efectos especiales, aunque para ser justos, se presentan simpáticos antes que de calidad. Por lo menos se ceban en los aspectos más macabros del film. ¡Perros que comen huesos de resucitados!

Hortera y anacrónica porque parece estar rodada diez años antes de su estreno en tierras ibicencas: ¡Qué modelitos! ¡Qué maquillaje! ¡Qué música! ¡Qué obsesión por las discotecas! También choca, aunque se agradezca por aquello de echar unas risas, la opulencia de nuestros protagonistas: Personajes acomodados que disfrutan de casas espectaculares y llenas de lujo estomagante. Y me parece curioso porque la mayor parte del rodaje se sitúa en Yakarta, metrópolis conocida por su desigualdad y la extrema pobreza de alguno de sus barrios. ¡“Dangerous Seductress”, el temazo de moda para las fiestas de Pocholo!

Sangrienta porque, como decía, Djalil siente predilección por lo truculento y aunque la técnica quede lejos de su mano, se recrea con los momentos gore, no en vano sabe que está rodando una cinta de horror, bajo el refugio de las películas que lo habían influenciado a lo largo de su carrera: “Posesión Infernal” y “Pesadilla en Elm Street”. Precisamente, la Reina de las Tinieblas se alimenta de sangre, así que no podía ser de otro forma. Pero, por desgracia, todo el espectáculo “grand guignolesco” se concentra en la parte inicial y final del metraje, con unos asesinatos entre medias que dejan bastante que desear. ¡Pezones que disparan rayos!

Aburrida porque entre muerte y muerte, la acción se va hilando con momentos intrascendentes formados por cambios de lencería, partidas de billar, bailes y sesiones fotográficas rodadas como si de un anuncio de Aqua Brava se tratase. Aunque generen vergüenza ajena y provoquen la hilaridad en el espectador, al final se hacen demasiado largos y repetitivos restándole capacidad a una cinta que de haber sido más dinámica hoy no sería una gema oculta del cine trash, si no una leyenda por derecho propio. ¡Cuidado con dormiros antes de terminar!

Mala y divertida porque todos los elementos repasados hasta el momento conforman un cuadro perfecto para echar unas risas maliciosas solo o con los amigos, pero avisamos que seréis muy mal mirados entre el vecindario más culto e intelectual cuando sepan que tipo de bodrios os tragáis. Especial atención a ese final delirante en el que “Dangerous Seductress” despliega su peor montaje para abrumarnos con una especie de lucha de rayos de colorines que incumbe a la dichosa Reina de las Tinieblas y un estudioso de la brujería (juraría que así es como se presenta al principio de la cinta). Auténtico festival del sinsentido que concluye con un minuto final que deja la puerta abierta a… ¿¡absolutamente nada?!

Imprescindible si eres un aficionado al cine casposo porque se trata de una experiencia diferente, no olvidemos su exótico origen, incapaz de ser transmitida con palabras. Una de esas obras de “ver para creer”, que no dejarán indiferente a nadie, creando odios entre la recua intelectual que prolifera actualmente entre los sectarios del género, y desatando pasiones entre los amantes de las rubias y el cine apestoso, grupo al que me afilio sin miedo alguno.