13 Sins

La sombra de la saga “Saw” es alargada y las cinta donde los protagonistas son forzados a superar pruebas, trampas, o retos en contra de su voluntad o de su naturaleza, se suceden unas tras otras sin que la mayoría logre transcendencia por mucha truculencia con la que se esfuercen. De esta sucesión de mediocridad tal vez sólo se salven de forma notable Would you rather?, Cheap thrills y The Collector… el resto ni fu ni fa, aunque, para mi gusto, el balance general de este subgénero es un suspenso como una casa. 13 sins, lo digo desde ya, aprueba logrando no ser más de lo mismo gracias a unos giros de guión inteligentes y no tomándose a sí mismo excesivamente en serio, algo de lo que tendrían que aprender el resto de estos títulos.

Elliot es un trabajador al que los problemas le están asfixiando: va a perder su empleo, su casa, está preparando una boda con su novia embarazada que no puede costearse, su padre no tiene donde caerse muerto y carece de dinero para cuidar a su hermano enfermo… Al filo del abismo recibe una tentadora llamada que le ofrece una fortuna si logra superar con éxito una serie de tareas… una vez acepta ya no hay vuelta atrás, y pronto descubrirá que se ha metido en un lío del que es casi imposible salir de una pieza… comienza la yincana del mal.

13 sins es un acertado remake de un título tailandés del 2006. Sin perder la esencia de la cinta original, el director Daniel Stamm (El último exorcismo) occidentaliza el film manteniendo su acción y sus momentos sangrientos en una cinta visualmente mucho más clásica que la primera. La odisea de su protagonista (interpretado por Mark Webber) irá, como suele pasar en estos casos, retorciéndose y complicándose a pasos agigantados y, bajo este mencionado look comercial, Stamm irá intercalando secuencias mucho más truculentas e incorrectas de lo que daría que pensar su factura general, algo que logra dos objetivos: por un lado que impacten más en el espectador, y por otro que los poco amantes de la emociones intensas para ese momento estén enganchados a la trama con la suficiente fuerza para no desistir en su empeño de ver cómo concluye todo el asunto. En cualquier caso, pese a tener sus momentos de gore subido, es más lo que se sugiere que lo que se ve de modo explícito. Y sus constantes puntos de humor negro la hacen una cinta muy disfrutable para casi todo tipo de público adulto.

La actuación de Webber es otro de los grandes puntos a favor del film: el actor interpreta con solvencia al personaje de Elliot y su transformación y dudas morales serán muy convincentes; y lo cierto es que, pese a que la reflexión moral que ofrece el film es muy superficial, su mensaje llega bien al público y no resulta ni maniquea ni adoctrinante, algo que personalmente, cuando pasa, me repatea. El resto del reparto también es correcto y cuenta con la presencia del siempre interesante Ron Perlman, en este caso menos aprovechado de lo que se merece aunque es clave para el desarrollo de la trama, y de la rotunda, en curvas y talento, actriz Rutina Wesley.

13 sins es mero entretenimiento, superficial pero bien presentado. También irreal y nada verosímil; conscientes de ello, los guionistas, pasan de puntillas por las explicaciones acerca de quiénes y qué ganan los organizadores de la prueba, pero se reservan un par de giros para que, pese a lo endeble de sus argumentaciones, estas se reciban con agrado (introducir un acontecimiento histórico como el asesinato de Kennedy resulta absurdo pero a la vez terriblemente simpático).

Seguramente pasado un tiempo pocos se acuerden de esta película, no marcará un hito en la historia del cine, tampoco figurará entre lo mejor de este año (que por otro lado no está siendo una maravilla). Pero en su afán de entretener e interesar esta propuesta es tan noble como recomendable para pasar un buen rato viendo a nuestro protagonista tratar de salvar su culo y no caer en el lado oscuro… que siempre será muy poderoso y tentador.