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Attack of the Beast Creatures

Locura tiki!!!

Attack of the Beast Creatures

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DIVERSIÓN:
TERROR:
ORIGINALIDAD:
GORE:
  • 2.5/5

Corre el año 1920, comienza la década más loca de los Estados Unidos. Pero el art decó, las revistas pulp, la prohibición y el “charleston” poco les importa a los supervivientes de un naufragio que ven como su bote es misteriosamente arrastrado hasta una isla aparentemente deshabitada. ¡Nada más lejos de la realidad! Los pobres desgraciados, sin agua ni alimento, se las tendrán que ver con los pequeños hombrecillos caníbales más absurdos jamás presentados en una pantalla. ¿Por qué el contenido de los lagos locales es ácido? Vaya, que pregunta, una buena película basura no los sería si algún protagonista no acabase derretido.

El párrafo anterior contiene el argumento completo, ida y vuelta, de la cinta de la que hoy tengo el gusto de hablaros. ¿Qué esperabais? Hoy nos adentramos en el cochambroso mundo de la serie Z. Más bien podríamos decir que amateur, pues “Attack of the Beast Creatures” son ochenta y dos minutos de puro desastre rodado, interpretado y editado por aficionados. La única película que vio la luz de manos de la productora “Obelisk” – de ahí el nombre de la barcaza que lleva a los infelices náufragos a la isla del terror diminuto –, y mejor así, porque incluso sorprende que esta penosa producción haya pasado el test del tiempo, siquiera que en su día se distribuyese de forma internacional; con más pena que gloria, por supuesto. Otra cosa sería saber si podemos englobarla dentro de esa lista de películas malas pero divertidas que El Culto de la Caspa promueve a diestro y siniestro como motivo de regocijo para los que disfrutan con la vergüenza ajena. No me atrevería a definirla como “imprescindible”, pero bien es cierto que la experiencia de ver a los veloces muñecotes devoradores de carne humana, más dopados que Lance Armstrong, resulta escalofriante, casi única. Que el precio que haya que pagar sea un aburrimiento atroz entre escena y escena no quita para que “Attack of the Beast Creatures” os divierta con amigos, marihuana y mucha cerveza. Si tuviese que montar algún día un festival nocturno de películas malas, me atrevería a cerrarlo con la obra de “Obelisk”, los cansados dormirían como bebés y los cinéfagos más despejados vivirían la fiesta “tiki” de sus vidas.

Pero comencemos por el primer piso: ¿por qué la película se ubica temporalmente en los años 20? Sin lugar a dudas se trata de un homenaje a las revistas pulp de la misma década, esas que situaban su contenido en entornos exóticos y con terribles salvajes de tremendo apetito. Por otro lado podríamos entender el arranque como una explotación barata de “Holocausto Canibal”, y aunque si bien es cierto que la influencia de de Deodato se deja ver por algún sitio, el único nexo de unión sería la predilección de los creadores de “Attack of the Beast Creatures” por el gore, de baratillo en este caso.

La presencia de unas marionetas, que ni un Charles Band puesto de heroína asumiría como suyas, aporta una perspectiva más cómica al asunto. Quizás su director, un tal Michael Stanley, y su guionista, el desconocido Robert A. Hutton, fuesen conscientes del puntito ridículo que arrastraban con la estética que iban creando al azar, quizás por ello se tomasen la historia a cachondeo… ¡pues nada más lejos de la realidad! Todo el equipo, dentro de sus limitadísimas capacidades, intenta dar lo mejor de sí mismo y se vuelca en darle un aire serio a todo el asunto. La cuestión es que el tramo inicial ya presenta las peores características del resto de la cinta: unos aburridos diálogos que parecen leídos por personas que no saben leer, paseos eternos entre una vegetación exótica – que no da el pego y que resulta pertenecer a Connecticut, Nueva Inglaterra – y unos recursos técnicos sonrojantes – vestuario casero, ninguna iluminación, un par de cámaras a lo sumo –. Hasta el más estoico director italiano de los ochenta hubiese tirado la toalla, pero el espectáculo debe continuar hasta que los verdaderos protagonistas de la función hagan acto de presencia.

Supuestamente una tribu de cientos de aborígenes caníbales del tamaño de una muñeca, son interpretados por unas marionetas de escasa movilidad y aspecto completamente ridículo, pero oye… tan ridículo que a veces dan hasta miedo de verdad. Estos guerreros melenudos portan pequeñas lanzas y corren a la velocidad del rayo, tremenda hiperactividad que les causa el hambre digna de un león, así que cada dos por tres se están lanzando sobre el desprevenido grupo de exploradores involuntarios. ¡Ah, amigos! Y aquí es cuando la película cambia y se hace divertida por lo absurdo de todo lo que estamos viendo. Su voracidad es interpretada por las mismas víctimas, que cuando son atacadas agitan entre sus manos las muñecas de plástico para simular una violenta lucha… ¡vaya coreografías! Afortunadamente, al llegar la noche los ataques siguen prodigándose, pero con una iluminación insuficiente que provoca esa involuntaria aura onírica que sólo una mala película puede aportar. Por ejemplo, y se trata de una escena que me causó entre risa y pavor, los ojillo rojos de los diminutos salvajes brillan a docenas entre la oscuridad nocturna. Simpático detalle que no consigue hacernos olvidar la tremenda mierda que nos estamos tragando. Por cierto, si alguien quiere rastrear el origen visual de estos traviesos caníbales no tiene más que visionar “Trilogy of Terror”. Los que recuerden la última historia de la antología de 1975 seguramente lo harán por la estatuilla Zuni que tan mal rato le hace pasar a Karen Black; bien, hay tenéis al padre putativo de las “beast creatures”.

Poco más puedo añadir, se me hace difícil asignarle una nota coherente a uno de esos productos que deben verse por el simple hecho de existir sin merecerlo, su propia supervivencia es historia dentro del séptimo arte. Por mucho que gran parte de su metraje destile una cantidad insoportable de sopor, una vez en la vida hay que ver a esos diablillos en acción. Añadidle a la ecuación un par de escenas dignas de entrar por la puerta grande en la historia del ridículo, como la adoración de un ídolo de cartón piedra por parte de los aborígenes, y creo que ya sabéis que poner en la próxima reunión con los colegas.

Y sí, por si os parece poco, también hay lagos llenos de ácido… ¿no es entrañable la serie Z?

Lo mejor: La presencia de las bestias de marras, los pequeños caníbales son unos muñecos tan mal hechas y ortopédicos que es imposible no disfrutar viéndolos.

Lo peor: Tiene escenas tediosas a patadas, se repite más que el ajo y sus diálogos hacen desear que la película fuese muda.


Vuestros comentarios

1. 20 may 2014, 11:08 | Capitan Alatriste

Me han convencido las imagenes, los mini canibales y el lago de acido, me la apunto para una noche de borrachera y desfase.

2. 25 may 2014, 03:46 | JATCaSh

¿Y donde doy con esta belleza?

3. 25 may 2014, 12:19 | Bob Rock

¡A saber donde estarán los derechos de los malditos pigemeos!

Attack of the Beast Creatures + la mula

4. 05 ago 2018, 08:48 | todo el puto dia escuchando rock

una vuelta estaba en un boliche con unos amigos y uno de ellos (que era amigo de un amigo y se hacia mucho el cancherito y ganador con las minas) nos dice que lo miremos como se va a levantar a una chica.

va hasta donde hay dos chicas sentadas en un reservado tomando algo. el se acerca, mete la mano en el vaso de una de las chicas, agarra el hielo de la bebida y lo revienta contra el piso. todos mirabamos esta escena muy sorprendidos al igual que la mina.

el, con tono seductor, le dice: “ahora que rompimos el hielo, ¿queres salir a bailar?” el chachetazo que se comio fue la unica respuesta. y el papelon. y las cargadas. y la humillacion de todo el boliche. obviamiente no la puso ese dia (y quien sabe si lo hizo alguna vez con semejantes metodos de seduccion).

eso se debe a que no penso muy bien lo que iba a hacer. lo mismo se puede decir de Michael Stanley, director de esta cosa. solamente a alguien realmente puesto de drogas bien duras y limadisimo se le podia ocurrir que esto no le iba a hacer cagar de risa a cualquiera que lo viera.

y efectivamente eso debe haber pasado porque como dice bob y como averigue convenientemente el tal Stanley no hizo nunca mas nada. todavia debe tener verguenza de asomar su cara sin que se le caguen bien de risa diciendole “ahhh… ¡vos sos el boludo que hizo esa garcha de los canibales pelotudos esos? ¿en que estabas pensando, hermano? ¿que te fumastes?”

y peor para los “actores” de esta cosa. me los imagino caminando por la calle y la gente tirandole muñecas barbies pintadas de rojo y con el pelo negro mientras le gritan “¡cuidado, que te comen, que te comen!” mientras se le rien en la jeta. especialmente al tipo de bigotitos, que le agarra una especie de locura cuando “flashea” que uno de sus amigos es uno de estos “canibalitos” y se manda a correr a tontas y locas para terminar en el lago de acido (mira que serian jodidos estos canibales que nisiquiera se dignaron a poner un miserable cartelito que dijera al menos “no se remoje las patas aca porque se le van a caer, no sea boludo”.

es una pelicula que te deja una muy buena moraleja: DEL RIDICULO Y DE LA HOMOSEXUALIDAD NO SE VUELVE.

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