Penitencia

Mete tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la tierra; porque están maduras sus uvas. Tú serás el segador…

Antes de comenzar a reseñar esta obra, me gustaría expresar mi más sincero agradecimiento a su autor, Joe Álamo el cual, altruistamente, ha tenido a bien el cederme la oportunidad de disfrutar de esta maravillosa novela corta que llevaba ya algunos años queriendo conseguir. No siento reparo alguno en manifestar, humildemente, mi desconocimiento respecto a la trayectoria literaria de este reconocido autor que ha participado ya en diversas revistas del género y que en el 2007 publicó su primera antología titulada El enviado, nominada a los premios Ignotus en el 2008. A pesar de conocer la cantidad de críticas favorables que avalan este trabajo, no sería hasta el año 2011 en que una servidora se embarcaría en la entretenida lectura de Tom Z. Stone, la historia de un investigador privado con aire a lo Humphrey Bogart ambientada en un mundo pos apocalíptico que hace gala de un lenguaje “noire” y directo plagado de expresiones mordaces que otorgan al texto un favorecedor toque cómico. Fue por algo que tal aportación al género le valió el premio Torno negro a la mejor novela negra y el galardón Pandemia a la mejor novela de Zombis. En el 2012 sería editada su segunda parte, bajo el título Let it be, según parece muy en la línea de su reconocida antecesora. De forma más reciente, han visto la luz sus trabajos Lado Extraño, editada por Ilarión ediciones en el año 2013, que parece contener una temática algo más fantástica y su última aportación de este mismo año titulada Leo Circus, en la cual comparte protagonismo junto al escritor Roberto Malo y la ilustradora Verónica Leonetti.

Fechada en el 2010, Penitencia es, pues, la segunda obra de Álamo, una novela de 224 páginas muy trabajada cuya catalogación dentro de un único género resulta del todo imposible, puesto que tiene todas las papeletas para ser considerada dentro del ámbito de la novela policiaca así como equiparada a la categoría de Thriller sobrenatural. Sea como fuere, lo cierto es que podría calificarla como uno de los productos si bien no novedosos, si más originales e interesantes, o inclusive sui generi, que he leído en los últimos años, un producto atrevido y honesto que cumple justo con lo que promete: entretenimiento a mansalva aderezado por un nivel de intriga lo suficientemente elevado para proporcionar a su público un muy buen sabor de boca, siendo estas cualidades primordiales para el disfrute de cualquier obra de calidad que se precie.

Los cimientos de esta creación literaria están sustentados en torno a la figura de El segador, un perverso psicokiller que disfruta torturando y quemando a sus víctimas antes de asesinarlas. Ante la oleada de pánico que asola la ciudad, dará comienzo una peligrosa investigación policial encabezada por el inspector Aguirre. Paralela a esta premisa, se desarrollarán un sinfín de diferentes historias que, aparentemente, nada tienen en común pero indispensables para la reconstrucción de este urdido rompecabezas. Aquí es donde el autor demuestra su punto fuerte, lo cual es todo un logro, puesto que resulta verdaderamente complicado que la profusión de personajes sea bien llevada a no ser que, como en el caso que nos ocupa, pueda hablarse de un trato intimista que consiga que conectemos con la obra desde la primera página. Por suerte, la profundización interna de éstos es lo suficientemente personal como para hacer sentir al lector cómplice de su intimidad.

De esta forma, conoceremos en profundidad identidades como, por supuesto, la de El Segador, el implacable asesino que actúa como piedra angular de esta historia, el inspector Aguirre, una suerte de Harold Angel con un pasado complicado enviado por La agencia, una organización secreta que busca encontrar al culpable de tales atrocidades, Gloria, la joven trabajadora de un asilo que se verá envuelta de la noche a la mañana en esta espiral de muerte o Kike, el joven e inexperto compañero de investigación del atormentado Aguirre, amén de muchas otras personalidades, algunas de ellas dotadas de una malsana grotesquidad, cuyos destinos acabarán confluyendo de una manera totalmente inesperada…

En el terreno narrativo tampoco puede decirse que la obra desmerezca, puesto que son frecuentes tanto el uso de monólogos interiores en el caso de los personajes principales, así como la presencia de un narrador en tercera persona de carácter omnisciente, mezcla que resulta muy favorecedora consiguiendo dotar a la obra de un aire cómplice e intimista. A nivel formal, el texto presenta un variado registro lingüístico, adaptado a las circunstancias de cada personaje que oscila entre la brevedad y sencillez de algunos de los pasajes narrados en un tono ciertamente bíblico a la utilización de otras expresiones de carácter más soez y desinhibido. Tanto la utilización de este ajustado prosaísmo como la estructura de la trama dividida en episodios cortos contribuyen enormemente a agilizar la lectura sin conseguir tampoco que adquiera un ritmo excesivamente veloz, de la misma forma que cumple con su cometido la representación de unos escenarios cotidianos que logran dotar al conjunto de gran familiaridad. Huelga decir que esta última apreciación la convierte en una obra muy de estar por casa, cercana al lector en todo momento y, por ello, celebradísima y justamente considerada por un apreciable número de entusiastas del género.

Tras hacer balance de toda esta amplia gama de virtudes, ni que decir tiene que recomiendo Penitencia, un auténtico dechado de mala baba plagado de violencia explícita y momentos gore que hará las delicias de todo buen amante de la literatura más nasty, oscura y poco convencional, una de esas “alegrías” que, a título personal, han conseguido convencerme de que las esperas merecen la pena y que la literatura underground Española sigue estando de enhorabuena. Una auténtica pena que esté descatalogada…