Cuando despierta la bestia

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Hace unos años, en el 2008, una pequeña joya del cine sueco llegó a las pantallas para demostrar que en el mundo de los vampiros no estaba todo dicho; Déjame entrar abordaba la trama vampírica con sensibilidad e inocencia y a la vez sin evitar la violenta y terrible condición de su protagonista femenina. Lo hacía con lentitud, desarrollando los personajes y explotando las cualidades interpretativas de su reparto de una forma que es poco habitual en el cine de género. Puede gustar más o menos, pero son pocas las voces que le quitan importancia a ese título que, además, contó con un más que digno remake norteamericano… Pues bien, la cinta vecina (Dinamarca) que nos ocupa hoy podría ser una suerte de versión licántropa de la que en su momento nos dejó asombrados. Pero antes de alimentar un hype que no le sentará nada bien tengo que avisar que, aunque ambas tienen ciertas semejanzas, los resultados e intenciones distan, siendo ésta algo inferior a la cinta sueca.

Marie (Sonia Suhl) es una joven adolescente que está empezando a experimentar extraños cambios en su cuerpo; unos cambios que la hacen temer que la rara enfermedad de la que padece su madre esté reproduciéndose en su organismo. No es la única que tiene miedo: Su padre (Lars Mikkelsen) la vigila constantemente y el resto del pueblo la trata con miedo o, lo que es peor, con manifiesta repulsa. Extraños acontecimientos en la aldea revelarán un secreto el destino que la aguarda.

When animals dreams (“Cuando despierta la bestia” en estos lares) no es en absoluto una cinta de hombres lobo: pese a haber transformaciones, noche y algunas muertes, no juega en la liga del cine de licántropos. Tal vez tenga como referente más evidente las dos versiones de Cat people, sobre todo la de Paul Schrader de 1982, El beso de la pantera, en la que Nastassja Kinski tenía que contener sus apetitos sexuales para no comerse a sus amantes. En nuestra cinta, la animalización de Marie también corre paralela a su despertar sexual, pero es algo más, es una metáfora feminista, una reivindicación de la naturaleza hembra, de no dejarse caer bajo el yugo machista y castrante.

Tendremos las dos cara de la moneda: la de una madre que subyuga su auténtica naturaleza en favor de su marido y la gente del pueblo, y la de nuestra heroína que se plantea no contener ya que significaría una vida a medias. Dos caras, también, en los dos compañeros de trabajo que desean a la joven… Y esta reflexión será narrada con brillantez pero con calma, haciendo la cinta no recomendable para aquellos que busquen una experiencia intensa, pues carece de acción y no busca el susto o el terror. Pese a tratar de transmitir un aire costumbrista, proletario y realista a toda la cinta, se nota que su director, Jonas Alexander Arnby, trabajó con Lars Von Trier; la conclusión y ciertas escenas se alejan, tal vez demasiado, de ese aire para caer más en el terreno de la fábula y también en ciertos convencionalismos del género que siempre exigen un cierre de trama evidente.

Técnicamente hablando, el film cuenta con unos efectos especiales solventes y un diseño de la transformación muy bello (y muy vello). También cuenta con una fotografía excelente y una buena banda sonora. Pero si algo hay que destacar de Cuando despierta la bestia es la excelente dirección de actores, sobre todo de su protagonista que, junto al siempre brillante Lars Mikkelsen (el político Troels de la excelente Forbrydelsen), bordan los personajes pricipales de la historia.

Pese a que su lentitud y su poca intensidad puedan alejarla del gran público, Cuando despierta la bestia, merece una oportunidad pues cuenta con alicientes para gustar, sobre todo si en el cine buscas algo fresco y con personalidad. Un cuento oscuro que se une a la moda que parece se nos viene encima: Los hombres lobo.