Goodnight Mommy

¿Es posible confundir a tu propia madre con un extraterrestre? Pues aunque parezca imposible, Goodnight Mommy ha hecho esa pesadilla real. Directamente consigue que veas pájaros donde no los hay durante 95 minutos de pura angustia en los que el espectador olvidará la realidad y vivirá inmerso en el mundo de fantasía y pesadilla de los niños. Eso es exactamente, para mí, Goodnight Mommy. De pronto dejé de ser adulto; medía medio metro, estaba perdido en un maizal y me dejaba guiar por la mágica sensación de la ingenuidad.

Es curioso, pero en ningún momento podríamos afirmar que Goodnight Mommy es una película “original”. Su leitmotiv básicamente radica en un malentendido disparatado que degenera en la maldad de los supuestos seres más inocentes de la Tierra: los niños. Maldad que hemos visto representada cientos de veces en pantalla con miles de formas distintas, desde el clásico de Ibáñez Serrador ¿Quién puede matar a un niño? (1976), La profecía (The Omen, 1976) y con especial hincapié en la pragmática y veleidosa Rhoda, la cría pedante del clásico Mala Semilla (1956). Sin embargo Goodnight Mommy da un paso más allá en su análisis psicológico sobre la maldad infantil, hasta el punto que lo que debería ser una locura de película de terror que en primera instancia no debería haber existido, es un estudio absolutamente creíble, muy visual y mucho más real y analítico de lo que jamás hubiera imaginado. Goodnight Mommy es el perfecto ejemplo de que, en la mayoría de ocasiones, lo que realmente importa no es que lo que se cuente esté muy manido, sino lo notable que puede llegar a ser el cómo se cuenta, y si se hace de un modo inteligente y original. Cuando estás viendo Goodnight Mommy nunca tienes la sensación de haber visto nada parecido. Como digo, todo resulta muy inmersivo: pensamos y actuamos como críos, todo nos parece extraterrestre, y gracias al brillante trabajo del dúo formado por Veronika Franz y Severin Fiala, que consiguen que los malentendidos se manifiesten como si fuera completamente normal pensar en semejantes idioteces, acabas preguntándote auténticas gilipolleces como: “¿Oye, pero esta mujer no será un alien de verdad?” Cuando uno se ve empujado a preguntarse cosas como esas, no cabe duda de que estamos ante una obra maestra.

El guión de Goodnight Mommy se divide en dos partes. La primera únicamente planteada para dar vida a la locura que nos introduce en las fantasías de Lukas y Elias, dos críos que se pasan todo el tiempo solos, jugando en mitad de los bosques que rodean su casa. No sucede nada destacable en ningún momento; tan solo se trata de eso…, de la magia de ver el mundo a través de la inocencia de un par de prepúberes, con su ingenuidad y fragilidad mental. La segunda parte nos sitúa en la cara más cruda, depravada y salvaje que puede nacer de la infamia de un niño. Una nueva y cruel perspectiva, tan alocada, que será capaz de satisfacer las expectativas de los adictos del torture porn y a las sensaciones extremas. Puro terror. E incluso me atrevería a decir más: survival, visceral e intenso como ningún otro, capaz de mantenerte con el corazón en un puño en todo momento; inclusive en momentos que son puro cliché, como el de los caraduras de la Cruz Roja que se cuelan en la casa para pedir dinero. Golpea como un puñetazo en la boca del estómago. Realmente brutal. Y por si no habíamos alucinado lo suficiente, de repente acontece un giro de tuerca completamente impactante y capaz de cuadrar todas las piezas que nos quedaban en el aire. Sorprendente. Un giro inesperado del que nunca me había percatado hasta entonces.., y eso que la película tampoco lo esconde a nivel argumental. Y quizás no me percaté a causa de esa visión pueril e inocente con la que afronté la película desde el inicio, en contraposición a la visión terrorífica y capulla que sus genios creadores imprimieron a Goodnight Mommy.

Técnicamente Goodnight Mommy es muy minimalista, una experiencia visualmente muy formalista con reminiscencias al Funny Games de Haneke, película con la que, además, posee correlaciones argumentales, debido a que también coloca a una familia rica en el punto de mira. En este sentido Goodnight Mommy esconde una despiadada crítica hacía familias de alto standing que descuidan la educación y la vigilancia de sus hijos. Todo plasmado de un modo muy psicológico y a la vez imaginativo. Pero a pesar de su minimalismo formal, Goodnight Mommy también presenta planos completamente locos e innovadores que recuerdan al Antichrist de Lars Von Trier, y que permiten sumergirnos por completo en la fantasía, manteniendo un equilibrio perfecto.

El reparto es sensacional. Quizás a nuestra condescendiente madre, Sussane West, le falte la pasión de otras, como la maravillosa Essie Davis en The Babadook; pero incluso así, es imposible no sentir pena por su sufrimiento, y sobre todo, mucha empatía a medida que avanza la historia. Al final tan solo deseas, con toda el alma, que sobreviva. Como sea. Todo lo contrario a los escalofríos que producen sus diabólicos y macabros hijos, cuya fuerte unión nos hace partícipes de su mundo de paranoia. La impotencia y rabia que transmiten estos cabrones es inenarrable.

No creo que Goodnight Mommy sea una película para todo el mundo. No escatima en excentricidades ni tampoco en violencia y crueldad. Tiene un humor negro desquiciante y muy cínico que en ocasiones enervará a más de uno y probablemente no todos concordarán con mi opinión. Pero sinceramente, cre que estamos ante un peliculón. Un “altamente recomendable” como la copa de un pino. Muy, muy buena. No os la perdáis.