Alleluia

Gloria es una mujer divorciada, independiente y de carácter jovial que ha huido junto a sus dos hijos de un marido celoso y maltratador. Recelosa de volver a tener ninguna otra nefasta experiencia sentimental, accede a regañadientes a conocer a Michel, quien contacta con ella a través de un espacio web para encuentros. Sin darse apenas cuenta, cae rendida bajo el seductor influjo del desconocido, decidiendo abandonarlo todo para caer presa de la irrefrenable pasión que la corrompe.

El amor, ese proverbial sentimiento circunscrito a todas las razas y especies, devastadora fuerza interna que provoca en los seres comportamientos absurdos e inexplicables. Han sido muchos los pensadores y artistas obcecados en expresar los matices de este sentimiento aunque, a título personal, una servidora destacaría la apreciación de William Shakespeare quien, muy sabiamente, afirmó que el amor hace de la bestia un hombre y del hombre una bestia. El director, productor y guionista belga Fabrize Du Welz suscribe, mediante su última producción, las acertadas palabras del dramaturgo inglés; Alleluia es un oscuro melodrama de corte romántico, dotado de gran propiedad estilística como suele ser común en el personal universo del autor belga, que trata de ser una visión amarga, terrorífica y, por qué no decirlo, algo edulcorada de la vida de Raymon Fernandez y Martha Beck, una famosa pareja de psicokillers americanos que entre los años 1949 y 1951 estafaron y asesinaron a más de una veintena de mujeres solteras. En palabras del propio director, según una entrevista realizada durante el pasado festival de Sitges, donde el film fue profusamente ovacionado a su término: “Alleluia es una película sobre amor escatológico, obsesivo y enfermo interpretada por la actriz española Lola Dueñas y Laurent Lucas, también protagonista de mi anterior film Calvaire. Me he planteado hacer una trilogía de horror de la cual Calvaire sea la primera entrega y Alleluia la segunda. Ambas tienen el mismo tono oscuro”. A tenor de estas declaraciones, puede deducirse la importancia de la colaboración entre Du Welz y Romain Protat, también guionista de la lograda Calvaire (2006) aunque en este caso, a mi modo de ver, el resultado es una extraña simbiosis entre el recrudecedor tono de su antecesora, la belleza tediosa de Vinyam (2008) y la coartada estilística que revisten obras del corte de Colt 45, al igual que suele suceder en cualquier producto atribuido al reconocido autor belga que, tras seis años de silencio, cosecha éxitos con su nueva e intensa obra habiendo logrado, entre otros galardones, un puesto privilegiado en el palmarés de la pasada edición del festival de Cannes.

Entrando más a fondo en materia y obviando aspectos del film como su transgresión visual, punto importante a tener en cuenta, ya que el director belga dice definir a sus trabajos como “una especie de poesía oscura que habla de situaciones suspendidas en el tiempo, un trabajo enfocado más hacia un realismo mágico que a la realidad”; su gran despliegue técnico, muy a pesar de que en diferentes medios la producción ha sido duramente criticada en este ámbito y comparada con anteriores trabajos del autor, apreciaciones con las cuales cabe decir que, a título personal estoy en un profundo desacuerdo, destacando en especial la exquisita labor como director de fotografía del genial Manuel Dacosse (Amer), o la crudeza implícita más que visual de algunos de los momentos de la cinta, cabría remarcar otros tantos matices como su estructura dividida en cuatro actos, motivo que no habría de porque empañar el visionado si no fuese por su irregularidad argumental y su limitación espacio temporal, motivos de peso que pueden llegar a generar cierta confusión en el espectador. No obstante, llegados a este punto y remarcando la particularidad del universo Du Welz, convendría aludir de nuevo a su libre teoría en lo referente al surrealismo atemporal y mágico. Por ello es que el belga dice confesarse admirador ferviente del cineasta español Pedro Almodovar, lo cual bien ha podido ser el fundamento principal para la elección de Lola Dueñas, internacional musa del manchego, como protagonista principal de su nuevo debut. La participación de la actriz en el proyecto fue objeto de ciertas reticencias por parte de la producción que, sobre todo, remarcaba como principal defecto su fuerte acento español, obstáculo de nula importancia que tanto la actriz como el director han sabido subsanar con creces. De hecho es precisamente en la entrega total de Dueñas, donde radica una parte fundamental de éxito de la obra, pues no es ningún secreto que el título del film alude precisamente a la fuerza del personaje de Gloria, un auténtico reto para el cual la intérprete afirma haberse empleado a fondo: “Gloria, mi personaje, tiene de todo: ternura, está como un cencerro, puede ser mala pero luego es buena, había sexo, había violencia, escenas de amor, comedia. Es que lo tiene todo […] Me fijé sobre todo en Martha Beck, con Fabrice hablamos de no copiar al personaje, nada de engordar 80 kilos, buscábamos la esencia de esta mujer, saber que tenía dentro. Hemos rescatado cosas, por ejemplo su vocación de enfermera que se frustra en terminar lavando muertos. Esas cosas así las rescaté para tratar de construir su universo”. A mi juicio, el buen hacer de Dueñas es uno de los mayores atractivos de la producción, ofreciendo la visión intensa, dramática y verdaderamente descarnada de una mujer enajenada y corroída por los celos, todo un logro que bien podría catapultarla como uno de los principales reclamos si no el que más. Sin embargo, no me es posible alabar de igual modo el trabajo de Laurent Lucas, que más que otra cosa me transmitió frialdad y apatía, una pena que su nivel aquí sea tan justo obviando su excelente intervención en producciones como Harri, un ami qui vous veut du bien (Dominik Moll, 2000) o la terrible Dans ma peau (marina de Van, 2002). Aunque siendo indulgentes, también es cierto que no ayuda el hecho de que una parte de la vis cómica de la producción recaiga sobre su persona, matices que, dicho sea y puestos a criticar, catalogaría como fuera de lugar en un marco tan perturbador y dramático. En lo concerniente al resto del plantel, podría definirse como válido, sencillamente aceptable y, por supuesto, entiéndase que sin acercarse, remotamente, al nivel de la laureada Dueñas.

Si tuviese que resumir en una sola frase el nuevo trabajo de Du Welz, lo haría refiriéndome a él como un virtuoso ejercicio visual orquestado en torno a una particular simbiosis de conceptos tan bipolares como drama, violencia y, en menor medida, humor. Sin duda, una experiencia intensa e inigualable dedicada a fans de lo poco convencional y, sobre todo, a incondicionales del particular autor belga. A todas luces, un visionado recomendable para aquellos que quieran huir de los convencionalismos generales que revisten una parte importante del cine actual.