Las últimas horas

Mierda… con perdón. Creí que Las últimas horas iban a ser un mero trámite. Fácil de solventar. Fácil de digerir. Creí que me enfrentaba a uno de tantos dramas apocalípticos al que resultaría sencillo colgarle la etiqueta de indie y que iría acompañado de personajes inmersos en grandilocuentes dilemas existenciales (que sólo les interesan a ellos mismos) al ritmo de una banda sonora pop-rock-folck que incluye los últimos éxitos del panorama alternativo. Me equivocaba. Me equivocaba en todo. Estas “últimas horas” han sido mucho más duras y difíciles de soportar de lo que jamás imaginé… Afortunadamente.

Un gigantesco meteorito traza una trayectoria muy cercana a la Tierra. Los efectos son devastadores: medio planeta ha desaparecido víctima de una enorme ola de fuego. Australia es uno de los pocos lugares que quedan en pie, pero a sus habitantes les quedan unas 10 horas antes de sucumbir. Antes de desaparecer para siempre. Un tipo acaba de hacer el amor con la mujer a la que ama. Su plan para las últimas horas es coger el coche y dirigirse a una última fiesta en la que enterrar su alma en litros de alcohol, drogas y sexo. Pero un inesperado suceso cambiará sus planes. Tras rescatar a una niña de la mano de sus secuestradores, se encontrará en una encrucijada: ¿Dirigirse a la fiesta y olvidarse de la niña? ¿O llevar a la niña junto a su padre para que pasen juntos las últimas horas?

Es el FIN, con mayúsculas. Ya no hay lugar para la esperanza. Nadie piensa en sobrevivir, en salir adelante. Lo único que nos quedan son 10 horas por delante antes de desaparecer. ¿Qué hacer entonces? ¿A qué dedicamos esas 10 últimas horas de vida? Este es el planteamiento inicial – y final – de Las últimas horas, drama pre-apocalíptico que nos llega desde las antípodas escrito y dirigido por Zak Hildtich, joven cineasta curtido en el campo del cortometraje y las series de televisión. La voz de un solitario DJ radiofónico intenta señalarnos el camino: “Pasad estas últimas horas junto a vuestros seres queridos. Abrazadlos.” Pero la suya es tan sólo una voz de fondo, un rumor. La respuesta que nos da la película de Hildtich es mucho más radical e inómoda. La angustia de ver cómo todo se acaba logra, una vez más, sacar lo peor de todos nosotros. ¿Qué hacer con nuestras 10 últimas horas de vida? La respuesta de Las últimas horas a esta dichosa cuestión es demoledora: violencia, asesinatos, robos, violaciones, alcohol, sexo en las calles, suicidios colectivos, drogas… Todo está perdido. Ya nada importa. Y toda esta desesperación se refleja en Las últimas horas de una manera atroz, sin concesiones. Hasta tal punto llega falta de esperanza y fe en la raza humana que transmite la película en determinados momentos, que el espectador corre el peligro de sentirse agredido y asqueado, experimentando incluso cierto rechazo hacia lo que está viendo.

Pero es que ese es, principalmente, el objetivo de Las últimas horas: patear contínuamente el estómago del espectador. Que sintamos la desolación de no estar a la altura ni siquiera en los últimos instantes de nuestra existencia. Viendo el escenario que nos dibuja la película de Hildtich lo más fácil es creer que realmente nos merecemos el cruel final que nos espera. Pero por suerte Hildtich demuestra ser un tipo inteligente. Cuando la pérdida total de esperanza por la especie humana ya es un hecho consumado, la película nos muestra que un resquicio para la redención todavía es posible. Un perdedor que acaba de abandonar a la mujer que quiere para sumarse a una última juerga (descomunal, eso sí) de alcohol, drogas y sexo; encuentra en una niña de 7 años (secuestrada por un par de tipos que pretenden pasar las últimas horas en su compañía) la última oportunidad de hacer algo que realmente valga la pena con su vida. El contraste entre todo lo que está sucediendo y la decisión tomada por el protagonista de la película, es brutal.

Las últimas horas es una película dolorosa, desesperanzadora; pero también es una película, por momentos, muy emotiva. Secuencias como la del encuentro entre el protagonista y su madre, o la inevitable y desgarradora despedida entre la niña y su benefactor; son capaces de formarle un nudo en la garganta al más pintado. Odias, sientes vergüenza, impotencia, desolación… pero también amas, sientes compasión y finalmente acabas recobrando la fe en el hombre. Las últimas horas es una montaña rusa de emociones. Con el material sensible con el que trabajó Hildtich era muy fácil caer en el exceso; el exceso de dramatismo, de brutalidad sin sentido, de exhibicionismo de las emociones, de patetismo incluso. Pero el debutante director australiano sabe equilibrar en todo momento la balanza, logrando que el espectador se sobreponga a toda la tragedia mostrada en Las últimas horas (que es mucha… y en ocasiones no nos queda otro remedio que combatirla con el humor cafre y salvaje del que hace gala la película en algún tramo) y creyendo en el camino redentor y liberador que finalmente toma el protagonista de la película.

Por lo demás Las últimas horas cuenta con un apartado técnico y una labor actoral excelentes. Una fotografía extremadamente cálida, como de perpétuo atardecer veraniego, que anuncia la llegada de la gran ola, y una banda sonora prácticamente inexistente (más allá de un prolongado rumor que se va haciendo más evidente a medida que se acerca el final); dotan a la película de una ambientación sencilla pero, a su vez, tremendamente efectiva. Además Hildtich no muestra ningún pudor en absoluto a la hora de mostrar toda la decadencia y el descenso a los abismos que comportan estas últimas horas (secuencias de sexo en grupo incluídas) a pesar de contar, entre sus protagonistas, con una actriz de corta edad (por cierto, una excelente Angourie Rice).

En definitiva: atrevida, impactante y sorprendente. Un excelente debut y una excelente película. Os recomiendo descubrir (aquellos que no lo hayáis hecho ya) Las últimas horas.